El desafío oncológico de México: una reflexión urgente

En el tablero de las prioridades nacionales, el cáncer se ha consolidado a veces en silencio y a veces a todo pulmón como uno de los adversarios más complejos, un reto que trasciende lo meramente clínico para incidir de lleno en la estabilidad económica, la productividad social y el bienestar de infinidad de familias mexicanas. No es un mal menor, es una marea creciente que demanda una estrategia integral. La pregunta que flota en el aire de los foros económicos y de salud es, entonces: ¿hasta cuándo pospondremos la implementación de un Programa Nacional de Prevención, Atención y Control del Cáncer que sea verdaderamente robusto y transversal?

La respuesta a esta interrogante no puede demorarse, y su articulación requiere la convergencia de voluntades y recursos, públicos y privados, sobre ejes que ya han sido identificados como críticos.

Primero, hablemos del Marco Regulatorio para la Aprobación y Acceso a Fármacos Oncológicos. Para el Sistema Nacional de Salud y la industria farmacéutica, es la piedra angular de cualquier decisión de inversión. Se anhela eficiencia y transparencia en los procesos de registro sanitario, no solo para medicamentos innovadores, sino también para sus versiones genéricas y biosimilares. La agilidad en la incorporación de terapias de vanguardia al mercado mexicano no es solamente una visión empresarial, sino una necesidad para los pacientes que, hoy por hoy, enfrentan barreras burocráticas que les niegan la oportunidad de tratamientos que ya son estándar en otras latitudes. La industria requiere claridad y predictibilidad en los requisitos y tiempos de aprobación, asegurando que los avances terapéuticos lleguen oportunamente, respetando la propiedad intelectual y, a la vez, fomentando una sana competencia que beneficie a todos.

Conectado a ello, la reflexión nos lleva a las Políticas de Adquisición, Abasto y el Compendio Nacional de Insumos para la Salud. Este es, sin duda, un punto neurálgico para la comercialización y distribución de todo medicamento oncológico. La forma en que el sector público (IMSS, ISSSTE, IMSS-Bienestar, etc.) adquiere estos fármacos, sea a través de licitaciones o compras consolidadas, es un eslabón crítico. Para la industria, resulta vital que el Compendio Nacional de Insumos sea un instrumento transparente, actualizado y, sobre todo, rigurosamente basado en evidencia científica. Solo así se garantizará la inclusión equitativa de medicamentos esenciales y de vanguardia, y se asegurará un abasto constante y suficiente que evite los lamentables desabastos que tanto han lacerado la confianza pública y la calidad de la atención.

La Sostenibilidad Económica de la Atención del Cáncer nos obliga a abordar los Modelos de Financiamiento y la Evaluación de Tecnologías en Salud (ETES). La carga financiera de los tratamientos oncológicos, especialmente los de alto costo, es inmensa tanto para las familias como para el erario. Se requieren espacios comprender y participar activamente en la discusión sobre los mecanismos de financiamiento que permitan la compra y cobertura de estas terapias. La implementación de una ETES robusta, transparente y basada en criterios económicos y clínicos claros, es fundamental. Sin un marco de evaluación predecible y justo, la innovación encontrará menos incentivos para llegar a nuestro país, la innovación debe reflejar su mejora en eficacia en precios proporcionales.

Muy relevante en un momento en que se pretenden decisiones centralizadas, la Homologación de Protocolos de Atención y Guías de Práctica Clínica es una asignatura pendiente con consecuencias directas en la atención del Cáncer en México. La estandarización de los protocolos de diagnóstico y tratamiento en las diversas instituciones de salud impacta no solo la eficiencia, sino también la equidad en el acceso a tratamientos. Es ideal que estas guías sean dinámicas, actualizadas con la mejor evidencia científica disponible y que permitan la incorporación oportuna de terapias innovadoras cuando sea apropiado (costo-efectividad). Un sistema unificado de protocolos no es un mero ejercicio burocrático; puede generar eficiencias significativas en la prescripción y, lo que es más importante, un acceso verdaderamente equitativo a los tratamientos, beneficiando tanto a innovadores como a genéricos y, en última instancia, al paciente.

Un marco legislativo visionario no solo debe facilitar la entrada de productos, sino también catalizar la inversión en México. Para las transnacionales, esto significa un entorno que favorezca la investigación clínica y el desarrollo de nuevas moléculas en nuestro territorio. Para los laboratorios nacionales y de genéricos, se refiere a políticas que impulsen la fabricación local, la transferencia de tecnología y la mejora de su competitividad. México no puede aspirar a ser un referente en tratamientos oncológicos si solo se concibe como un vasto mercado consumidor. Debemos transformar las condiciones para ser en un productor relevante, con capacidades propias para innovar, fabricar y exportar.

Por ello, el cáncer en México no es una fatalidad inevitable, sino un desafío que, con una visión estratégica y la voluntad política, puede ser enfrentado de manera efectiva. Un Programa de Prevención, Atención y Control del Cáncer que integre estos pilares —desde la agilización regulatoria y un abasto transparente hasta el financiamiento sostenible, protocolos unificados y la promoción de la producción local—, es una inversión en la salud, la economía y el futuro del país. Solo así, con rigor y sentido de urgencia, podremos dar la batalla y revertir las crudas estadísticas que hoy nos acechan.

Hoy cierro con una frase que se atribuye a Ralph W. Emerson: “La primera riqueza es la salud.”

*El autor cuenta con 25 años de experiencia en el sector de la salud en México y Latinoamérica, es socio fundador de una consultoría enfocada en el análisis de las políticas públicas en salud, salud digital y sostenibilidad.

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