El caso de la congoleña O. B. revela la criminalización de migrantes por un supuesto tráfico de personas en Europa

Cuando la mujer congoleña O. B. pisó el aeropuerto italiano de Bolonia, no imaginó que ir acompañada de su hija y su sobrina menores de edad la convertiría en sospechosa de tráfico de personas. Tras seis años de procesos judiciales, en los que fue separada de las niñas, la justicia europea ha reconocido que introducir irregularmente en la UE a un menor a cargo con fines humanitarios no es delito. Su historia no es única, pues en Europa cada año cientos de migrantes son acusados de tráfico de personas por acciones como manejar el timón de las embarcaciones, gestionar el GPS, arreglar el motor de un coche, o incluso repartir comida.

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