¿Dónde estás sentado cuando todo falla?

Scrolleaba en LinkedIn y me detuve en un posteo sobre dos tragedias aéreas –una ocurrida en 1998 y otra recientemente en la India– que me llamó poderosamente la atención porque en ambas, increíblemente, el único sobreviviente ocupaba el mismo asiento: el 11A. Seguro han visto, escuchado o leído al respecto.

Me detuvo la curiosidad de saber qué caracteriza a las personas que ocupan dicho asiento. Este lugar está junto a la salida de emergencia, reservado para personas que –al momento de abordar– deben aceptar una condición: tener fuerza física, estabilidad emocional y la disposición para actuar en momentos críticos, no sólo por sí mismas, sino también por los demás pasajeros.

Y si me tocara a mí, ¿estoy preparada?, ¿qué haría?, ¿podría cumplir la expectativa?

La analogía es inevitable. En la vida, como en un avión, todos enfrentamos turbulencias, pero no todos estamos sentados en el mismo lugar. La diferencia no está en el número de asiento, sino en la actitud desde la cual enfrentamos las crisis. Y esa reflexión, tan humana como simbólica, tiene un eco profundo en el mundo del trabajo.

Liderar desde la salida de emergencia

Las organizaciones, sobre todo en contextos “turbulentos”, no necesitan líderes que sólo ocupen posiciones visibles. ¡No! Lo que necesitan son líderes preparados para actuar en situaciones límite, que sepan contener, decidir y acompañar. Se requieren personas como las elegidas para el asiento 11A que entienden que estar cerca de la salida implica una responsabilidad: abrir la puerta cuando nadie más puede hacerlo.

Esa es la verdadera esencia del liderazgo hoy: no es quien dirige cuando todo va bien, sino quien tiene la fuerza mental, emocional y estratégica para guiar en la caída libre.

La mayoría de los planes de desarrollo profesional se enfocan en habilidades técnicas, conocimiento del negocio o competencias operativas. Todo eso es importante, sin duda, pero ¿cuántos estamos entrenando a nuestra gente para lo que pasa cuando las cosas fallan?

Formar personas con mentalidad 11A implica mucho más que capacitación. El reto es construir músculo emocional, pensamiento crítico, toma de decisiones bajo presión, comunicación en crisis y, sobre todo, sentido de propósito.

Quien tiene claridad sobre lo que lo mueve, también tiene claridad sobre hacia dónde moverse cuando todo se tambalea.

No todas las crisis se pueden evitar, pero sí podemos preparar a quienes las enfrentarán. Las culturas organizacionales más sólidas no son las que prometen estabilidad eterna, sino las que enseñan a navegar la inestabilidad con valentía. Las que incorporan el error como parte del aprendizaje, la vulnerabilidad como parte del liderazgo y el compromiso como un acto colectivo.

Una organización verdaderamente resiliente no se mide por cuán bien vuela en tiempos de calma, sino por cuántos 11A tiene cuando el avión empieza a caer.

¿Estás listo para ocupar el asiento 11A?

Todo colaborador de una compañía, líder o no, puede preguntarse desde dónde está enfrentando sus retos laborales.

¿Me encuentro en la pasividad o en la acción?

¿Estoy del lado de la queja o de la solución?

¿Me siento emocionalmente fuerte para responder a lo inesperado?

En momento de turbulencia, ¿soy de los que ve la salida o de los que se paraliza?

Escoger sentarse en el 11A es una decisión diaria. Implica cuidar el cuerpo, la mente, nuestras creencias y nuestros vínculos. Es estar lo suficientemente fuerte para salvarse uno mismo y–-cuando sea necesario– ayudar también a otros a salir.

Ni las turbulencias laborales ni las personales se pueden predecir, lo que sí podemos es elegir el lugar desde dónde afrontarlas. Estar en el asiento 11A no es tener suerte, es estar preparado.

Cuando todo falla, los que marcan la diferencia no son quienes preguntan “¿quién nos va a rescatar?”, sino los que ya están junto a la salida… y tienen la fuerza y el corazón para abrir la puerta.

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