Discípulo o gobernante
Cleantes de Aso era un minucioso discípulo. Durante dos décadas, sus críticos lo llamaron “el aguador”, porque hacía lo posible para subsistir por las noches vendiendo garrafones de agua, mientras que durante el día asistía fielmente a las clases del filósofo estoico Zenón. Cuando Zenón murió en la antigua Grecia en el año 262 a.C., Cleantes siguió fielmente la línea de su maestro, sin cambiar sus métodos, las doctrinas o sus formas personales. Es como si fuesen una misma persona.
En la arena política, en casos más recientes, Dimitri Medvedev ha sido también un fiel seguidor de su predecesor (y luego sucesor). Medvedev asumió el poder nominalmente en 2008 después de la prohibición constitucional para que Vladimir Putin sirviera otro periodo como presidente de Rusia. Medvedev recicló los mismos eslóganes, se tomó fotos con su mentor y usó los mismos discursos y narrativas de Putin. Nunca quiso desafiar ni cambiar el ritmo de poder.
En México, de la misma manera que lo hicieron Cleantes y Medvedev, la presidenta Sheinbaum ha sido una minuciosa discípula del expresidente López Obrador. No ha podido o querido desafiar o desviarse de la línea discursiva, política o económica de su mentor. Aunque infinitamente más capaz y preparada que su predecesor, quizás la reverencia, inseguridad o una calculada estrategia de poder la han hecho, en estos siete meses y medio de gobierno, una copia fiel de su mentor.
La desdicha está en que la presidenta está atada de manos por los radicales de MORENA, los elefantes blancos y el desastre presupuestal que dejó López Obrador. Para este momento, muchos analistas esperaban que la presidenta diera un golpe en la mesa y gobernara por sí misma para imponer su propio ritmo y estilo.
Sin embargo, tiene flancos abiertos en los Coordinadores parlamentarios en el Senado y la Cámara de Diputados. Además, su partido se mueve por sí mismo, sin mayor línea que la que se dicta el temor reverencial hacia el personaje que vive en Palenque, Chiapas.
El resultado es que seguimos como espectadores de los mismos métodos que usó su predecesor. En términos de comunicación política, se sigue usando la negación de la realidad, la indignación moralina y el abierto engaño ante hechos notorios. Al frente de todo ello sigue estando una mañanera que usa instrumentos como el miércoles de las mentiras, donde atacan a periodistas, intelectuales y analistas cuando estos no comparten la línea oficial.
En términos económicos y presupuestales, nuestro país no está bien. La irresponsabilidad del último sexenio, especialmente el derroche del último año, dejaron al gobierno sin dinero y con las promesas de continuar programas sociales que no generan producción, pero si una sensación artificial de abundancia. Es como usar la tarjeta de crédito sin límite. Alguien la deberá pagar eventualmente.
Además, seguimos con la misma línea de venganza institucional. En aras de centralizar el poder, se destruyeron los organismos autónomos, los órganos reguladores del Estado como el Instituto Federal de Telecomunicaciones, la Comisión Federal de Competencia y el Poder Judicial, sin mayor excusa que un discurso simplista. Todo ello, violando compromisos internacionales y una evolución normativa de décadas.
El resultado está a la vista, salvo para la narrativa oficial. Estamos en la puerta de una recesión, la disminución de la inversión, amplia incertidumbre y, sobre todo, un personaje al norte que, al igual que López Obrador, tienen ocurrencias por minuto.
Sin embargo, no todo está perdido. Sheinbaum todavía puede tomar el control e imponer su agenda progresista basada en ciencia y capacidad. De lo contrario, el destino la relegará al mismo lugar que Cleantes o Medvédev: copias cuya mayor hazaña fue reflejar la sombra de sus maestros.