Día del Cappuccino: La historia italiana detrás del café más famoso del mundo y su receta
El cappuccino es mucho más que una mezcla entre café expreso, leche y espuma: es el resultado de siglos de historia, comercio y creatividad italiana. Su nombre proviene de los monjes capuchinos —cappuccini—, cuya túnica marrón recordaba el tono del café al mezclarse con la leche vaporizada.
Pero el origen del café en Italia se remonta al siglo XVI, cuando los granos provenientes del mundo árabe llegaron a Venecia, uno de los puertos más poderosos de Europa en aquella época.
Desde allí, el café se convirtió en un símbolo de refinamiento. En el siglo XVII, los venecianos abrieron las primeras botteghe del caffè, precursores de los cafés modernos, espacios de tertulia y debate donde se reunían intelectuales y comerciantes. En este entorno nació una relación que transformaría para siempre el modo de beber café: Italia no solo lo adoptó, lo perfeccionó.
Durante el siglo XX, con el desarrollo de la máquina de espresso y la revolución de las cafeteras de presión, los italianos establecieron los estándares del sabor, la temperatura y la textura que hoy dominan el mundo.
En los años 30, Achille Gaggia perfeccionó el sistema que dio lugar a la crema del espresso y, con ello, abrió la puerta a nuevas formas de preparar café, entre ellas el cappuccino, que se popularizó tras la Segunda Guerra Mundial.
En las barras de Milán o Roma, el cappuccino se convirtió en el ritual matutino por excelencia: espresso fuerte, leche vaporizada y una capa espesa de espuma servida solo en las mañanas, acompañada por un croissant o una charla rápida antes del trabajo.
La bebida italiana cruzó fronteras y se volvió un fenómeno global. Sin embargo, los puristas insisten en que el verdadero cappuccino solo existe en Italia, donde se prepara con precisión, respeto y una filosofía que trasciende la taza: la del dolce far niente, el arte de disfrutar del momento.
