Desmitificando el éxito manufacturero de China

SHANGHÁI – La industria manufacturera china ha recorrido un largo camino y, según algunos indicadores, está más fuerte que nunca. Mientras que las empresas con inversión extranjera eran la fuerza motriz de las exportaciones manufactureras chinas hace 20 años, la mayoría de estas empresas hoy están abandonando China, tras haber perdido su cuota de mercado en favor de los competidores nacionales. Y estas empresas chinas dominantes no se limitan a la producción de bajo valor agregado del pasado. Son líderes globales en muchas industrias de alta tecnología, como semiconductores y vehículos eléctricos, donde tienen una ventaja absoluta en materia de precios.

La China actual recuerda a Japón y Corea del Sur en sus mejores tiempos. En la década de 1970, Japón fabricaba productos de alta tecnología, como electrodomésticos y automóviles, que superaban a las alternativas estadounidenses. Y en los años 1990, Corea del Sur emergió como una potencia en los sectores de la electrónica y automotriz. La diferencia es que el PIB per cápita de Japón en los años 1970 y el de Corea del Sur en los años 1990 se acercaba a la mitad del de Estados Unidos, pero el PIB per cápita de China, en términos nominales, representa menos del 16% que el de Estados Unidos hoy (13.300 dólares, comparado con 85.800 dólares).

La pregunta obvia es ¿cómo un país con un PIB per cápita tan bajo ha conseguido alcanzar la frontera tecnológica en tantos sectores? Otra pregunta, quizá más interesante, es ¿cómo consigue China mantener tan bajos los precios de las tecnologías de punta que produce? En ambos casos, una parte importante de la respuesta es la escala masiva de China.

Si un país con una población enorme puede ofrecer educación de alta calidad a su población, acabará acumulando un capital humano desproporcionado. Un país así aprenderá más fácilmente de las economías avanzadas y desarrollará su propia capacidad innovadora en una fase más temprana de su desarrollo. Aunque China mantuvo escasos intercambios comerciales con Occidente durante la era Mao, contaba con un gran contingente de élites que habían estudiado en universidades occidentales antes de la creación de la República Popular. Este grupo desempeñó un papel importantísimo en el avance del sector de la investigación científica y tecnológica de China, ayudando a industrializar la economía con la asistencia técnica de la Unión Soviética. Y lo que es más importante, China estableció con éxito un sistema de educación básica moderno en la década de 1950, que era gratuito para todos los niños chinos a pesar de los altos niveles de pobreza extrema del país, y también reestructuró su sistema de educación superior.

La mayoría de las prestigiosas universidades chinas de la época habían sido creadas por instituciones religiosas y grupos misioneros occidentales a finales de la dinastía Qing (que terminó en 1911) y principios de la República de China (1911-49). Pero bajo el régimen de Mao, China adoptó el modelo soviético de educación superior, que hacía hincapié en la formación profesional y técnica, con especial atención a la ciencia y la ingeniería. A diferencia del modelo occidental, que hacía hincapié en la educación liberal, el sistema soviético pretendía formar especialistas con calificaciones prácticas.

En los últimos 40 años, China ha conservado este modelo básico y lo ha hecho cada vez más accesible. Desde la decisión gubernamental de 1999 de ampliar la matrícula universitaria, el número anual de graduados universitarios ha pasado de un millón en 1999 a 12 millones en la actualidad, de los cuales aproximadamente la mitad tienen títulos en ciencia, tecnología, ingeniería o matemáticas. Hoy en día, China tiene casi cinco veces más egresados en estas áreas que Estados Unidos y siete veces más ingenieros. Esto explica por qué, a diferencia de los consumidores estadounidenses, los consumidores chinos disfrutan de servicios de posventa y de mantenimiento eficaces, asequibles y ampliamente disponibles para los productos que compran, desde electrónica hasta vehículos eléctricos.

China también ha visto el valor de aprender de Occidente, enviando a más de seis millones de estudiantes a universidades extranjeras en los últimos 40 años, la mayoría de los cuales han regresado a China tras completar sus estudios. Esto ha contribuido sustancialmente a que China se haya puesto al día en el sector manufacturero, especialmente en los últimos 20 años.

Pero la educación era solo una parte de la ecuación. La decisión de China en 1979 de permitirles a las empresas locales establecer empresas conjuntas con compañías extranjeras condujo a la modernización tecnológica en una amplia gama de sectores. Y lo que es más importante, a medida que China desarrollaba capacidades de fabricación cada vez más avanzadas, también aumentaba las cadenas de suministro e infraestructura de apoyo. Hoy en día, el sector manufacturero chino depende de una red sólida de proveedores, innovadores, fabricantes y proveedores logísticos.

El gobierno chino ha desempeñado un papel fundamental en la creación y el desarrollo de este ecosistema. Pero, contrariamente a la impresión que predomina en Occidente, no se trata de un proceso exclusivamente -ni siquiera principalmente- verticalista. China se compone de 31 provincias, unas 300 ciudades prefecturales y unos 2,800 condados y ciudades y, en todos los niveles, los gobiernos compiten entre sí para promover crecimiento y desarrollo industrial. Si bien el gobierno central fija prioridades, cualquier política que introduzca para apoyar industrias específicas funciona, en la práctica, como una política de competencia horizontal. Esta estrategia económica -que es posible gracias a la enorme escala de China- ha sido esencial para el rápido desarrollo y la continua competitividad de la industria manufacturera china.

El autor

Zhang Jun, decano de la Escuela de Economía de la Universidad de Fudan, es director del Centro Chino de Estudios Económicos, un grupo de expertos con sede en Shanghái.

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