Desigualdad en un radio de 40 kilómetros

Sofía y Regina viven en la misma ciudad, pero sus realidades no se tocan. Sofía trabaja en una casa que no es suya. Vive en Milpa Alta y cada día hace más de dos horas de camino para llegar al centro de la ciudad, donde trabaja limpiando por las mañanas y por las tardes en un pequeño comercio. Tiene 20 años, terminó la secundaria y gana 12% menos que sus compañeros hombres. A 40 kilómetros de distancia, en Benito Juárez, vive Regina. Tiene 28 años, fue a la universidad y trabaja en una oficina donde gana lo mismo que sus colegas hombres.
La Ciudad de México es la entidad con mayor participación económica de las mujeres en el país, pero dentro de su territorio aún hay algunos retos. Mientras que en Azcapotzalco 65% de las mujeres tienen un empleo, esta proporción disminuye a 42% en Iztapalapa. Unos cuantos kilómetros de distancia se traducen en diferencias en el desarrollo de capital humano y en las posibilidades de inclusión laboral.
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Quienes viven en zonas más alejadas y con menor infraestructura, como Sofía, enfrentan mayores obstáculos para insertarse en el mercado laboral formal o continuar sus estudios. El tiempo invertido en traslados, la falta de opciones educativas cercanas y la ausencia de redes de apoyo condicionan sus decisiones. En contraste, quienes habitan zonas con mejor conectividad y servicios, como Regina, pueden elegir entre estudiar, trabajar o combinar ambas actividades.
De acuerdo con la última medición del IMCO, por cada mujer fuera del sistema laboral y educativo en Benito Juárez, hay siete en Milpa Alta. Estas brechas reflejan las oportunidades perdidas para desarrollar capital humano, que se traducen en la falta de acceso a educación, transporte y empleo de calidad.
¿Qué hacen las mujeres jóvenes que no estudian y están fuera del mercado laboral? Las tareas de cuidado son gran parte de la respuesta a esta ecuación. Siete de cada diez mujeres jóvenes fuera del mercado laboral se dedican exclusivamente al hogar y a los cuidados. En promedio, las mujeres jóvenes destinan cerca de 60 horas a la semana a estas tareas, lo que limita su tiempo disponible para estudiar, formarse o trabajar, y con ello, su capacidad de generar ingresos y construir autonomía.
En palabras de Daniela Rea “no todas somos madres, pero todas cuidamos y hemos sido cuidadas”. Las labores de cuidado recaen sobre las mujeres desde edades tempranas, incluso antes de formar una familia propia. Esta realidad muestra que la política pública debe ir más allá, debe garantizar servicios de cuidado accesibles y corresponsables que permitan a todas las mujeres participar plenamente en la economía y construir su propio proyecto de vida.
Cerrar estas brechas requiere reconocer que la desigualdad también tiene una dimensión territorial y que el diseño de políticas públicas puede reducirla. Invertir en infraestructura, transporte, educación y servicios de cuidado no solo mejora la calidad de vida, sino que impulsa la formación de capital humano, fortalece la autonomía económica y aumenta la competitividad de la ciudad.
Una urbe verdaderamente competitiva es aquella que tiende puentes entre sus territorios y reduce las brechas que los separan. La Ciudad de México debe garantizar las mismas posibilidades de estudiar, trabajar y crecer a una joven de Milpa Alta que a una de Benito Juárez. Tendríamos que estar construyendo una ciudad donde las oportunidades estén a la misma distancia para todas las personas.
*La autora es coordinadora de Sociedad del IMCO (@_Paolavm_)