Desactivando la bomba de relojería de las stablecoins
ATENAS – Margaret Thatcher dijo que el problema de los socialistas es que al final, se les agota el dinero ajeno. Pero ¿qué ocurre cuando a los banqueros se les agota el dinero ajeno, como parece que ocurrirá pronto? Podemos terminar en otro desastre financiero desastroso o innovar para servir al interés público en una forma que Thatcher habría tildado de socialista.
Antes de presentar mi propuesta para una respuesta innovadora al enorme problema financiero que se avecina, debo explicar la transformación monetaria que está en marcha como resultado del ascenso imparable de las stablecoins. A diferencia del bitcoin y otras criptomonedas que no están atadas a nada y oscilan como un yoyó, las stablecoins las emiten empresas privadas que prometen que sus tokens seguirán de cerca el valor del dólar.
Hay buenas razones para que cualquiera, y no solo un delincuente, quiera usar stablecoins: ofrecen una forma de enviar dinero (sobre todo al extranjero) más barata, más rápida, inmune a las sanciones estadounidenses y más fiable que sistemas de mensajería interbancaria inseguros como SWIFT.
Todavía hay más razones para que entidades financieras nos ofrezcan variantes de stablecoin propias: trasladando a la blockchain correspondiente las transacciones con acciones, bonos, derivados y otros instrumentos, pueden aumentar su velocidad y fiabilidad. Además, si esa stablecoin termina imponiéndose, su emisor no solo poseerá el mercado, sino también la moneda en la que se realizan las transacciones, lo que crea margen para ganancias financieras gigantescas.
Pero las stablecoins están creando las condiciones para el próximo colapso financiero. Para empezar, sus emisores tienen un incentivo para emitir más tokens que los dólares que tienen en reserva para respaldarlos. Y como mantienen una parte significativa de sus reservas de dólares en los bancos, una corrida bancaria provocará una corrida sobre las stablecoins (una avalancha de pedidos de convertirlas en dólares reales), lo que a su vez provocará una cadena de corridas bancarias.
Además, las stablecoins, las acciones y los bonos están unidos en un círculo vicioso: una vez trasladadas las operaciones financieras a blockchains “lubricadas” por una stablecoin, una corrida contra esa stablecoin pondrá en riesgo la bolsa y el mercado de bonos del Tesoro de los Estados Unidos (valorado en 29 billones de dólares). Y a esto hay que sumar la fragilidad global que introducen stablecoins con respaldo en dólares emitidas fuera de los Estados Unidos por empresas que lo más probable es que las autoridades estadounidenses no rescaten si hubiera necesidad de ello.
¿Cuán significativa es la conversión del sistema monetario convencional a esta jungla de stablecoins privadas? El 17 de junio, el Senado estadounidense aprobó la ley GENIUS, cuyo principal objetivo es legitimar y alentar la adopción de stablecoins. En esencia, la administración Trump está privatizando el sistema del dólar por razones geopolíticas, ideológicas y de interés propio. El Tesoro de los Estados Unidos predice que los “depósitos transaccionales (cuentas que no devengan intereses) de bancos comerciales” de los Estados Unidos, por un total de 6,6 billones de dólares (el equivalente al 660% del presupuesto anual de defensa estadounidense) migrarán a stablecoins a instancias de la ley GENIUS. Es lisa y llanamente una enorme bomba de relojería colocada en los cimientos de las economías del mundo.
¿Existe alguna alternativa? Supongamos que los residentes de Estados Unidos pudieran descargar de cualquier tienda de aplicaciones un monedero digital de la Reserva Federal. A continuación, supongamos que pudieran pedir a sus empleadores recibir el salario en ese monedero e incluso transferir dinero desde sus cuentas bancarias comerciales, para aprovechar la tasa interbancaria de la Fed y la posibilidad de hacer transacciones gratuitas.
Usando la misma tecnología blockchain de los emisores de stablecoins, la Fed garantizaría la total privacidad de cada pago o transferencia, y al mismo tiempo la cantidad de dinero que anda dando vueltas por el sistema estaría a la vista de todos, de modo que las autoridades no podrían crear dinero nuevo a escondidas.
Sería la madre de todas las stablecoins, sin ninguna de sus desventajas. Velocidad, eficiencia y privacidad combinadas con un tipo de interés más alto por los depósitos (en comparación con los bancos comerciales) y garantía oficial de que los tokens digitales son 100% dólares estadounidenses con respaldo de la Fed, sin los problemas de riesgo moral o círculos viciosos de las stablecoins privadas. Además, este sistema público viene con una ventaja adicional: la creación de un fondo fiduciario universal.
Recordemos que con el sistema actual de reservas bancarias fraccionarias, los bancos comerciales crean un montón de dólares por cada uno que reciben en la forma de depósitos (el “multiplicador monetario”). De modo que si el Tesoro de los Estados Unidos está en lo cierto, y 6,6 billones de dólares de depósitos van a migrar de los bancos estadounidenses a las stablecoins, entonces la oferta global de dólares está a punto de implosionar. Eso obligará a la Fed a hacer una subida sustancial de tipos de interés para que los bancos puedan hacer lo mismo y frenar la migración y la caída de la oferta monetaria, un resultado desastroso para la economía real.
En cambio, tras una migración masiva de depósitos bancarios a los monederos de la Fed, esta no necesitará subir los tipos de interés. Solo tiene que calcular la reducción de la oferta monetaria y acreditar en el monedero de cada residente la suma que sea necesaria para mantener estable dicha oferta. En esencia, sin que el Estado tenga que recaudar nuevos impuestos ni pedir prestado un solo céntimo, la Fed estaría creando un voluminoso fondo fiduciario universal dentro de esta nueva red criptográfica pública que funciona como un novedoso bien común monetario.
No hay duda de que los banqueros odiarán la idea. Al quitarles el monopolio sobre los pagos y los ahorros, los monederos de la Fed los obligarán a cumplir la función que les corresponde de actuar como intermediarios financieros convirtiendo los ahorros de María en préstamos para Juan.
Los mercados financieros también tendrán que usar el nuevo dólar tokenizado de la Fed para las transacciones, pero sin las rentas exorbitantes que habrían recibido si se les permitiera privatizar el dólar tokenizado. Por fin los banqueros y financistas tendrán que ofrecernos servicios en condiciones que nos permitan decir que no.
Este nuevo bien común monetario, incluido el importante fondo fiduciario universal, nos otorgaría una libertad sin precedentes frente a banqueros y financistas. Y por eso no hablará de él ninguno de los grandes partidos políticos cuya financiación de campaña depende de los banqueros y de los financistas.
Traducción: Esteban Flamini
El autor
Yanis Varoufakis, ex ministro de finanzas de Grecia, es líder del partido MeRA25 y profesor de Economía en la Universidad de Atenas.
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