De ejecutivos a arquitectos de cultura y talento
Cada vez que celebramos el Día del Ejecutivo de Recursos Humanos seguimos validando la idea de que un modelo nacido para las fábricas del siglo XIX todavía sirve para el trabajo del siglo XXI. El área de Recursos Humanos fue diseñada para administrar personas como piezas de inventario y partes de una gran maquinaria. Gracias a ello organizamos industrias que elevaron la economía y conectaron el mundo. Fue parte esencial del motor de la modernidad.
El problema es que RH continúa operando como una máquina pesada: útil para nominas, pero torpe para el sentido, la innovación y la agilidad. Lo transaccional ya lo hacen los sistemas. Lo humano, en cambio, pide otra disciplina.
Esto no se trata de cambiar el nombre del área ni de sumar una app. Un cambio estético o algún anglicismo creativo como “people” no son suficientes. Lo ideal sería cambiar completamente la disciplina.
De la administración a la arquitectura
Esta gran máquina ya no puede modernizarse por partes, hay que reemplazarla. Lo que necesitamos para el futuro ya no son gestores ni administradores de personal, necesitamos arquitectos de cultura y talento.
Un arquitecto no administra los ladrillos de un edificio: diseña un espacio para vivir, trabajar e imaginar. Así debe ser con las personas. No basta con contabilizar nóminas o medir desempeño. El imperativo del futuro es diseñar ecosistemas humanos donde las narrativas, la pertenencia, las emociones y el arte del encuentro cobren tanto peso como la eficiencia.
Las máquinas y los algoritmos harán casi todo mejor que nosotros: calcular, almacenar, predecir, administrar, y por supuesto, gestionar recursos. Lo que nunca podrán hacer es dar sentido.
La oportunidad del arquitecto cultural
Administrar formularios y vigilar procedimientos ya no es un reto real y no es donde podemos sumar más valor, hoy la clave está en diseñar ecosistemas culturales capaces de atraer, retener y multiplicar talento.
Un buen diseño cultural reduce la rotación, acelera la movilidad interna, multiplica el compromiso y se traduce en márgenes más sólidos. Los datos lo respaldan: el 70% del compromiso de un equipo depende de la calidad de su gerente; el 44% de las habilidades actuales cambiarán en tres años; las empresas con culturas de aprendizaje robustas tienen hasta un 57% más de retención. A simple vista puede parecer una utopía, pero si revisamos los números con objetividad se hace evidente que la transformación es estratégica.
Pasar de ser administradores a diseñadores exige una perspectiva muy clara en cinco frentes:
» 1. Diseñar la experiencia del empleado con el mismo rigor que la del cliente
Las empresas invierten fortunas en entender al cliente, pero muy pocas saben mapear el viaje de un colaborador. Cada fricción no resuelta causa fuga de talento. Cada punto ciego es alguien que se va. Si conoces mejor el viaje del consumidor que el de tu gente, estás perdiendo.
» 2. Construir organizaciones basadas en habilidades y proyectos, no en puestos
El puesto fijo de trabajo y los organigramas rígidos fueron la estructura perfecta para un mundo estable y lineal. Hoy son casi como una jaula.
Los problemas que enfrentan hoy las empresas, ya no se resuelven dentro de una sola área. La innovación ocurre en equipos temporales, cross-funcionales y centrados en proyectos, que se forman y se disuelven rápidamente. Pensar en cajitas rígidas bloquea esa agilidad; pensar en proyectos libera el talento para moverse donde más valor puede aportar.
El Foro Económico Mundial estima que casi la mitad de las habilidades actuales se transformarán en tres años. Eso significa que lo que hoy define un puesto quedará obsoleto muy pronto. Si seguimos diseñando organizaciones en torno a descripciones estáticas de puestos, estaremos literalmente gestionando el pasado.
» 3. Transformar a los gerentes en coaches de carrera
El 70% del compromiso en un equipo depende de su jefe, sin embargo, seguimos promoviendo líderes por resultados financieros y no por su capacidad de desarrollar personas. Un gerente que no sabe acompañar a su gente no es líder: es un pasivo tóxico. La nueva métrica del liderazgo tiene que ser cuánta gente crece a su alrededor.
Para lograrlo, necesitamos que los arquitectos de talento estén comprometidos con entrenar estas habilidades y con llevar a sus líderes al siguiente nivel.
» 4. Usar la tecnología como agente liberador
Nóminas, vacaciones, trámites y dudas laborales: todo eso ya puede automatizarse. El verdadero arquitecto humano se dedica a generar confianza, cuidar la cultura, diseñar experiencias. Seguir usando cerebros para hacer trabajo de robots es un desperdicio inaceptable.
» 5. Invertir tiempo, esfuerzo y dinero en talento
Decir que la gente es lo más valioso no basta, hay que invertir. En México la mayoría de las empresas destina menos del 1% de sus ingresos a desarrollo humano, esto es muy grave; las líderes globales superan el 5% de reinversión. Hay mucho por hacer.
Cada peso invertido en reskilling produce cuatro de retorno. El presupuesto destinado al desarrollo de talento es el predictor más fiable de la rentabilidad futura.
Agradecer el pasado y diseñar el futuro
El viejo modelo de Recursos Humanos cumplió su función; gestionó procesos, garantizó cumplimiento y ordenó nóminas. A ese legado le debemos mucha gratitud. Pero la economía actual no necesita más ejecutivos de Recursos Humanos, necesita diseñadores de futuros.
No deberíamos seguir celebrando un concepto obsoleto que convierte a las personas en inventario. Lo que deberíamos conmemorar es el nacimiento de una disciplina nueva, que reconozca que lo que da vida a una organización no es la administración de sus procesos, sino su cultura.
Agradecer el pasado y diseñar el futuro. Ese es el verdadero sentido que debería tener esta conmemoración. No aplaudir ciegamente la inercia de un modelo agotado, sino abrir con valentía la puerta a una nueva práctica capaz de inspirar y multiplicar la competitividad de nuestras empresas y de toda la región.