Corredor “Biocultural” entre México, Guatemala y Belice (¿?)

En días pasados el gobierno de México anunció un “Corredor Biocultural” entre México, Guatemala y Belice. No se sabe a ciencia cierta qué significa, cómo se decretó, ni cómo ni con qué instrumentos se manejará y conservará. Tampoco, con qué presupuesto, personal, y equipamiento va a operar, ni con qué zonificación y normatividad, sobre todo, dada la incapacitación práctica de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas. Se trata en lo fundamental de una figura retórica, sin soporte jurídico, que no está prevista en la Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente (LGEEPA). Por ello mismo, puede ser muy útil como recurso político y discursivo, ya que no implica compromisos formales y concretos de conservación de la biodiversidad. Tal vez sea un acto de contrición teatral por la devastación de la selva de Quintana Roo por el Tren Maya y por los centros turísticos militares. El componente “cultural” genera sorpresa en la medida en que la llamada 4T ha desmantelado la política cultural, particularmente al INAH.

De cualquier forma, esta iniciativa es un refrito del Corredor Biológico Mesoamericano promovido por el entonces Instituto Nacional de Ecología en los años 90’s. Efectivamente, los tres países comparten una considerable área de bosques tropicales (selvas húmedas perennifolias, selvas medianas, bosques de niebla, y otros ecosistemas), que probablemente sumen tres o cuatro millones de hectáreas, dependiendo si se incluyen bosques secundarios (en regeneración o sucesión ecológica). Si sólo se toman en cuenta bosques primarios (no perturbados) probablemente la superficie total no rebase un millón de hectáreas. En esta región se insertan en los bosques tropicales espectaculares zonas arqueológicas pertenecientes a la civilización maya clásica, como es el caso de Yaxchilán, Bonampak, Tikal, Calakmul, Mirador, Altar de Sacrificios, Uaxactún, El Caracol, y otras muchas. Solamente Tikal, en Guatemala, rodeada de un espléndido Parque Nacional, ha logrado convertirse en un obligado destino eco-turístico internacional. En los tres países, pero más aún en México, los bosques tropicales han sido destruidos extensamente por actividades agrícolas y ganaderas, tanto comerciales como tradicionales o de subsistencia. El crimen organizado ha multiplicado una preocupante actividad de lavado de dinero a través de una verdadera narco-ganadería, mientras que grupos de Menonitas empujan la deforestación comercial especialmente del lado mexicano (en Campeche y Quintana Roo), y en Belice, adquiriendo grandes extensiones de tierra. También en México, a partir de 2019 el programa de subsidios clientelares gubernamentales “Sembrando Vida” ha exacerbado la deforestación de bosques primarios y secundarios a través de dádivas directas para la plantación de “árboles frutales y maderables” (sic).

La evidencia de destrucción es inapelable, dentro y fuera de Áreas Naturales Protegidas. Hoy, bajo cobertura del brumoso “Corredor Biocultural”, el gobierno mexicano amenaza con extender el perverso programa “Sembrando Vida” a Guatemala y a Belice. Esperemos que sus gobiernos no muerdan el anzuelo. En Guatemala se encuentran los Parques Nacionales de Laguna de Lachuá, El Rosario, Sierra del Lacandón, Laguna del Tigre, y El Mirador, englobados muchos de ellos en la gran Reserva de la Biósfera Maya en el norte del Petén. En Belice, sobresalen las ANP de Río Bravo, Chiquibul, Columbia River y Aguas Turbias. Hay que advertir que con el “Corredor Biocultural” no se crea nada nuevo, ninguna Área Natural Protegida nueva, ni corredores de conectividad biológica entre ellas. Tampoco se asignan presupuestos, ni se definen instrumentos de conservación, ni se integran programas de manejo, ni se acuerda una normatividad común. Realmente el “Corredor Biocultural” no añade nada sustantivo y se queda en una declaración de aspiraciones generales que, lamentablemente, no se refieren siquiera a los verdaderos problemas de la región. Una política creíble de conservación entre los tres países implicaría la declaratoria de ANP Tri o Binacionales, la coordinación operativa de ANP transfronterizas, programas de manejo compartidos, presupuestos aplicados estratégicamente, y la creación de una nueva institucionalidad de gobernanza territorial, incluyendo un estricto Ordenamiento Ecológico del Territorio, sistemas y personal de vigilancia y aplicación de la Ley, regularización de la propiedad, y combate al crimen organizado. Sería indispensable un programa de Pago por Servicios Ambientales a escala de los tres países, tanto para conservación como para restauración forestal, así como un programa regional de captura de carbono forestal. Se requiere de instrumentos específicos de política que logren detener y revertir la deforestación por parte de agricultores, campesinos, y ganaderos, la adquisición de vehículos y aeronaves adecuadas para vigilancia y monitoreo, instalación de guarniciones y retenes para personal de vigilancia, contratación de habitantes locales como funcionarios, guardaparques y trabajadores sociales, y una planificación eco-turística seria. Pero, desgraciadamente, el “Corredor Biocultural” no es mucho más que un prescindible ejercicio de comunicación gubernamental.

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