Cómo puede Trump asegurar su legado de pacificador

SANTA BARBARA – La pasada reunión del presidente estadounidense Donald Trump con su homólogo ruso Vladímir Putin en Alaska fue el primer encuentro entre los líderes de las dos mayores potencias nucleares del mundo desde 2021. Ahora, si Trump de veras quiere poner a Estados Unidos primero y dejar un legado de pacificador, el control de las armas nucleares debería ocupar un alto lugar en su agenda.

El mismo Trump ya ha dado indicios de lo que hay que hacer. A un mes de iniciada su segunda presidencia, intentó persuadir a Putin y al presidente chino Xi Jinping de que redujera el gasto nuclear. Según sostuvo: “No hay razón para estar fabricando más armas nucleares. ¡Ya tenemos tantas!”. Pero en julio, aprobó un fuerte aumento de la financiación para fuerzas nucleares del Departamento de Defensa de los Estados Unidos; y pocas semanas después, en respuesta a las bravatas nucleares rusas, anunció que iba a enviar submarinos nucleares estadounidenses a las “regiones apropiadas”.

Los temores de Trump a una nueva carrera armamentística son fundados. Como él mismo señaló, fabricar más ojivas no garantiza el futuro de los Estados Unidos. Por supuesto, los conflictos siempre se pueden reactivar, y reconstruirse los arsenales. Pero la paz no se conseguirá con bombas. Tenemos que trazar un camino que no deje la supervivencia de la humanidad pendiendo de un hilo, y quien lo consiga, se habrá asegurado un lugar en la historia.

Existen pasos pragmáticos y viables que Trump puede dar ya mismo para empezar a construir ese legado. En julio, numerosos premios nobel y expertos nucleares se reunieron en Chicago para identificar medidas que reduzcan el riesgo de conflicto nuclear y al mismo tiempo preserven la seguridad nacional. La declaración resultante, avalada por 129 nobeles, exige acciones inmediatas que refuercen los mecanismos de protección, eviten errores de cálculo y detengan el inicio de una nueva carrera armamentística. En el aniversario de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, la declaración fue presentada al papa junto con un regalo simbólico: minas de lápiz fabricadas a partir de ladrillos de grafito usados en la primera reacción nuclear en cadena controlada. Pero para poner en práctica nuestras recomendaciones, no basta que Estados Unidos participe, también es necesario su liderazgo.

Una de nuestras recomendaciones es la “regla de las dos personas”. En el proceso de toma de decisiones actual, hay demasiados escenarios en los que el presidente estadounidense tendría no más de diez minutos para tomar la decisión más trascendente de la historia de la civilización. Pero esas situaciones se pueden evitar. Necesitamos mecanismos de protección que frenen el lanzamiento de misiles y eviten un intercambio nuclear apresurado.

Por ejemplo, si Trump firmara una orden ejecutiva que exija la presencia de otro funcionario del gobierno estadounidense al momento de tomarse la decisión, crearía una protección que a sus sucesores les resultaría casi imposible deshacer. Y si diera el primer paso en ese sentido, tal vez China y Rusia lo sigan en poco tiempo, porque frenar un lanzamiento de misiles nucleares apresurado redunda en interés de todos.

Otra recomendación es reiniciar conversaciones formales sobre control de armamentos con Rusia y China. En este contexto de aumento de la proliferación nuclear y expiración de tratados de control de armas, se está formando una combinación peligrosa: más actores y menos reglas. Trump ha declarado que quiere reiniciar esas conversaciones, y que Estados Unidos tiene usos mejores para la inmensa cantidad de dinero que gasta en su arsenal nuclear (cerca de un billón de dólares en el próximo decenio). Pero para tener éxito, debe predicar con el ejemplo y llevar a Xi y a Putin a la mesa de negociaciones. Y tiene que hacerlo rápido, porque New START (el último tratado vigente para los arsenales nucleares de Estados Unidos y Rusia) caduca en febrero de 2026.

Una tercera recomendación es reforzar la supervisión humana de los sistemas nucleares. Dado que la inteligencia artificial comete errores, sería totalmente imprudente dar a la tecnología algo parecido a un papel central en la toma de decisiones nucleares. Estados Unidos ya tomó la delantera en defender la necesidad de un control humano, y el año pasado China afirmó el mismo principio. Trump puede aprovechar su relación con Putin para alentar a Rusia a formular un compromiso similar. Todos los estados que tienen armas nucleares deben garantizar que ninguna decisión crítica (en particular una que implique el uso de esas armas) se tome sin la participación significativa de seres humanos.

Por último, todas las potencias nucleares deben abandonar la fantasía del escudo antimisiles. A pesar del atractivo innegable de la idea de un sistema capaz de ofrecer a Estados Unidos protección total contra misiles nucleares entrantes, una y otra vez se ha comprobado que esos proyectos son técnicamente inviables.

Peor aún, la búsqueda (de por sí costosísima) de esa protección aumenta el riesgo de una guerra nuclear, ya que los adversarios no se quedarán quietos, y responderán aumentando el tamaño de sus propios arsenales para que puedan superar las nuevas defensas. Y en paralelo, reducirán el tiempo para la toma de decisiones, de modo de compensar el riesgo de que Estados Unidos ataque primero. Al final, Estados Unidos estará gastando cifras astronómicas en un sistema ineficaz que en última instancia aumenta la probabilidad de una catástrofe.

Estados Unidos fue el primer país en liberar el poder destructivo del átomo, y ese poder trajo consigo una responsabilidad solemne, que ha cumplido una y otra vez. Hoy Estados Unidos es la fuerza militar más poderosa de la Tierra y la columna vertebral de la economía mundial. Lidera al mundo en innovación científica y tecnológica, con más premios nobel que la suma de los cinco países que lo siguen. Y debe liderar la prevención de una guerra nuclear, por el bien de sus propios ciudadanos y del resto del mundo, ya que nadie más se encargará de hacerlo.

En los albores de lo que empieza a parecerse a una segunda Guerra Fría, debemos prestar atención a las enseñanzas de la primera. Lo que garantizará nuestro futuro no es la guerra, sino la diplomacia. Aunque la reunión de Trump con Putin en Alaska no haya resuelto la guerra en Ucrania, puede ser el punto de partida para la creación del mayor legado de paz de la historia, con potencial para hacer a su autor merecedor de un Premio Nobel de la Paz.

El autor

David Gross recibió el Premio Nobel de Física 2004.

El autor

Daniel Holz es profesor de Física y Astrofísica en la Universidad de Chicago y presidente del Consejo de Ciencia y Seguridad del Bulletin of the Atomic Scientists.

El autor

Juan Manuel Santos, expresidente de Colombia, recibió el Premio Nobel de la Paz 2016.

El autor

Brian Schmidt recibió el Premio Nobel de Física 2011.

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