¿Cómo Nayib Bukele acumuló tanto poder y tan rápido en El Salvador?
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No faltaron señales de advertencia de que el presidente de El Salvador , Nayib Bukele , intentaría mantenerse en el poder indefinidamente, dicen sus críticos. Hubo un momento, hace cinco años, en que Bukele irrumpió en la Asamblea Legislativa con soldados armados durante su primer año en el cargo. O, un año después, cuando sus aliados en el Congreso destituyeron a los principales jueces del Tribunal Supremo y al fiscal general y los sustituyeron por leales a Bukele.
Luego, el año pasado, Bukele se presentó para un mandato consecutivo como presidente después de que los nuevos jueces del Tribunal Supremo reinterpretaran la Constitución. Pero el punto de inflexión definitivo se produjo el jueves por la tarde, cuando una legisladora poco conocida del partido gobernante de Bukele, Nuevas Ideas, anunció una propuesta de enmienda a la Constitución para permitir la reelección presidencial indefinida. Los aliados de Bukele se alinearon uno a uno para firmar una petición que permitiría a la asamblea votar la reforma inmediatamente, sin que pasara antes por comisiones para su análisis o debate público. Apenas pasaron tres horas desde que se presentó la iniciativa hasta que se convirtió en ley. 57 legisladores votaron a favor y tres en contra. Sus críticos lo ven como un golpe mortal a la democracia; sus seguidores, necesario para no volver al terror de las pandillas. “El 90% de los países desarrollados permiten la reelección indefinida de su jefe de gobierno, y nadie se inmuta”, dijo Bukele, en su cuenta de X, después de las críticas internacionales ante la decisión del Parlamento. “Pero cuando un país pequeño y pobre como El Salvador intenta hacer lo mismo, de repente es el fin de la democracia”, ironizó el mandatario de 44 años. “Por supuesto, se apresurarán a señalar que ‘un sistema parlamentario no es lo mismo que uno presidencial’, como si ese tecnicismo justificara el doble rasero. Pero seamos sinceros, eso no es más que un pretexto”, agregó en el mensaje, escrito en inglés.
De acuerdo con Bukele. si El Salvador se declarara una monarquía parlamentaria “con exactamente las mismas reglas que el Reino Unido, España o Dinamarca”, las críticas seguirían. Organizaciones como Amnistía Internacional, Human Rights Watch (HRW) y la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA) consideraron la decisión como un “golpe mortal” a la democracia y una “manipulación” a la Constitución para favorecer las ambiciones de poder de Bukele. El presidente salvadoreño, quien este domingo republicó un antiguo video en el que dice que lo tiene sin cuidado que lo llamen “dictador”, goza de gran popularidad por su “guerra” contra las pandillas, que inició en 2022 y redujo a mínimos históricos la violencia en el país centroamericano. En El Salvador, la reacción a la medida del jueves fue silenciada. La democracia es relativamente nueva en el país —se instauró durante los acuerdos de paz de 1992 que pusieron fin a una brutal guerra civil de 12 años— y muchos salvadoreños la consideran un fracaso dado el poder que amasaron las bandas durante ese tiempo. La noticia apareció en las portadas de los periódicos más populares del país, pero no hubo protestas y mucha gente estaba más concentrada en prepararse para una semana de vacaciones, con las oficinas de Gobierno cerradas la próxima semana. Cinco claves para entender cómo el autoproclamado “dictador cool” llegó hasta aquí:
1. El hartazgo con el bipartidismo 2. El Congreso como llave
Bukele es expresión del rechazo al bipartidismo de derecha e izquierda que no resolvieron los graves problemas del país: la pobreza y las pandillas, dijo a la AFP el analista político Ricardo Navarro. “Las maras extorsionaban a todos. La gente estaba cansada, decepcionada de los gobiernos anteriores. Eran los mismos de siempre, eso le permitió ganar en 2019 y rápido (52% de votos). Había hartazgo”, subrayó. Las pandillas Mara Salvatrucha y Barrio 18 llegaron a controlar el 80% del territorio y la tasa de homicidios era de 51 por cada 100,000 habitantes en 2018. Bertha María Deleón, abogada y activista que trabajó para Bukele de 2015 a 2019, dijo que el ascenso de Bukele al poder fue alimentado por lo que ella vio en ese momento como un deseo legítimo de mejorar El Salvador. Prometió acabar con la corrupción después de que tres presidentes consecutivos fueran acusados de malversar millones de dólares de fondos públicos. De acuerdo con una investigación del diario digital El Faro , Bukele se valió de un pacto con las maras para que, por dinero y beneficios para pandilleros encarcelados, redujeran los asesinatos y pidieran el voto para él en las comunidades. El presidente lo niega tajantemente. Con un Asamblea Legislativa adversa cuando llegó al poder, Bukele, amante de los golpes de efecto, irrumpió con militares en 2020 en el parlamento para exigir la aprobación de un crédito para su política de seguridad.
3. Régimen de excepción
Para Celia Medrano, consultora internacional sobre política pública, esta fue “la expresión más clara de la militarización de la política” que le ayudó a empoderarse. Galeón rompió con Bukele después de este episodio. Dijo que todo lo que ha hecho desde entonces ha sido un esfuerzo por consolidar el poder. Publicista con una aceitada maquinaria mediática, Bukele logró en 2021 que su partido ganara la mayoría en el Congreso y pudo cambiar a magistrados y fiscales que se le oponían. No hay un solo proyecto de ley que le hayan rechazado desde entonces. “Ha eliminado a la oposición política con una combinación de maniobras legales, intimidación militar, control de los medios de comunicación y políticas populares como la represión de las pandillas”, opinó la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA). Tras 87 muertos un fin de semana en marzo de 2022, Bukele declaró su “guerra” antipandillas e impuso un estado de excepción bajo el que han sido detenidas 88.000 personas acusadas de pandilleros o cómplices. Según el gobierno, los homicidios cayeron a 1,9 por cada 100.000 habitantes en 2024. Pero oenegés como Amnistía Internacional, Human Rights Watch (HRW) o Cristosal, denuncian torturas y miles de arrestos arbitrarios. “El régimen de excepción le permitió aumentar la popularidad y al mismo tiempo establecer una amenaza para cualquiera que critique o se anime a disentir”, dijo a la AFP Juan Pappier, subdirector para América de HRW.
4. Reelección “inconstitucional” 5. Una buena relación con Donald Trump
Una encuesta de junio de la Universidad Centroamericana (UCA) señaló que un 60% de salvadoreños defiende el régimen de excepción. “Había muchos mareros y este presidente los puso en su lugar. Sería buena” su reelección, declaró Federico Quintanilla, un septuagenario vendedor de lotería. “Hablar de apoyo popular (…) donde seis de cada diez salvadoreños manifiestan temor de expresar su opinión sobre el gobierno, no es más que una ficción”, matizó Medrano, al referirse a otro dato de la misma encuesta. Pese a que la reelección estaba prohibida en la Constitución, magistrados -nombrados por su partido- interpretaron la ley y le permitieron postularse. En la cima de su popularidad, fue reelecto en febrero de 2024 con un 85% de votos, pulverizó a la oposición y obtuvo un dominio casi absoluto del Estado. De los 60 diputados, 57 son oficialistas. “Aquí es donde años de manipulación constitucional gradual conducen al desmantelamiento de la democracia. Al capturar las instituciones, silenciar a los críticos y reescribir la Constitución, ha creado un sistema electoral autoritario”, dijo WOLA. Hace unos meses, el Congreso aprobó la vía expedita para reformar la Constitución, como ocurrió el jueves. Durante la presidencia de Joe Biden, la relación entre El Salvador y Estados Unidos vivió uno de los peores distanciamientos diplomáticos y económicos de su historia reciente, con sanciones a miembros del gobierno de Bukele por sus presuntas negociaciones con el crimen organizado.
La vuelta al poder de Donald Trump le dio un nuevo aire a Bukele y a la relación entre San Salvador y Washington. En Estados Unidos, la enmienda constitucional de El Salvador fue recibida en gran medida con silencio. Bukele es el aliado más fuerte de Trump en América Latina, una relación cimentada por un acuerdo alcanzado en marzo para que El Salvador albergue a 238 venezolanos deportados de Estados Unidos en una prisión de máxima seguridad. En abril, Trump llamó a Bukele “un gran presidente”. El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, no respondió a una petición de comentarios sobre la reforma constitucional. “El gobierno estadounidense está protegiendo al régimen de Bukele con su silencio”, dijo Gina Romero, relatora especial de Naciones Unidas sobre el derecho a la libertad de reunión pacífica y de asociación. “Bukele tiene el control absoluto de los tribunales, el Congreso, los medios de comunicación y la narrativa. Si eso no es autocracia, no sé qué lo es”, subrayó. “(Bukele) Sabe que Trump no le pondrá límites y que está completamente dispuesto a hacer la vista gorda ante la destrucción de la democracia salvadoreña”, comentó Pappier de HRW. Para el director de Cristosal, Noah Bullock, “Bukele se siente de alguna manera blindado por su asocio” con Trump. Envalentonado por esa relación, el gobierno detuvo este año a defensores de derechos humanos y forzó a periodistas, activistas y oenegés como Cristosal al exilio. Con información de AFP y Reuters
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