Cómo la IA está reescribiendo el manual de emergencias
<![CDATA[
El terremoto de magnitud 7.7 que sacudió Myanmar el 28 de marzo de 2025 dejó una estela de devastación: más de 1,700 muertos, 3,400 heridos y 300 desaparecidos. La tragedia, que también afectó a Tailandia y países vecinos, volvió a poner sobre la mesa una pregunta urgente: ¿cómo evitamos que la próxima catástrofe alcance esta magnitud? La respuesta podría estar en la inteligencia artificial (IA). Desde algoritmos que analizan señales sísmicas hasta drones con detección térmica y robots que localizan sobrevivientes bajo escombros, esta tecnología se está convirtiendo en un aliado indispensable para anticipar, responder y reconstruir. No se trata solo de predecir lo impredecible, sino de transformar la gestión de emergencias en un acto de prevención, no solo de reacción.
Predicción. El arte de ganar tiempo Respuesta en tiempo real. Salvar vidas en minutos
El 60% de la población mundial vive en zonas de alto riesgo, expuesta a terremotos, ciclones o inundaciones. Frente a esta realidad, la innovación no es un lujo, es una necesidad. Un dron con IA puede mapear una zona de 10 km² en apenas dos horas, tarea que a un equipo humano le tomaría tres días. En emergencias, esa diferencia de tiempo puede traducirse en vidas salvadas. La IA no solo analiza el presente: descifra patrones invisibles para el ojo humano. Está marcando un antes y un después en la prevención de desastres, no como posibilidad, sino como práctica vigente. Un estudio publicado en Nature Communications demostró que los modelos de machine learning pueden predecir eventos como inundaciones o sequías con hasta 40% más de precisión que los métodos tradicionales, al analizar patrones climáticos históricos y datos en tiempo real de satélites y sensores. Y no solo se trata de ser más precisos, sino también más rápidos. La plataforma Kamiwaza AI, está ayudando a meteorólogos a procesar mil millones de datos históricos en minutos —una tarea que antes tomaba días— gracias tecnologías como a los aceleradores Gaudi 3 y procesadores Intel Xeon 6. Este sistema no solo automatiza el análisis de más de 90 años de datos climáticos, sino que también identifica patrones que conectan el pasado con eventos extremos como huracanes y tornados. ¿El resultado? Equipos de emergencia que ahora ganan horas vitales para planear evacuaciones. Porque en emergencias, cada minuto cuenta, y predecir con velocidad ya no es un lujo: es cuestión de supervivencia. ¿Sabías que en 2024, la Organización de las Naciones Unidas lanzó una iniciativa para reducir el riesgo de desastres naturales con la ayuda de la IA? Como parte de este esfuerzo, la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) desarrolló un chatbot basado en inteligencia artificial para asistir a personas afectadas por ciclones, inundaciones y otros fenómenos extremos. Esta herramienta envía alertas tempranas, permite reportar daños en tiempo real y traduce la información a lenguas locales, facilitando la coordinación entre gobiernos y poblaciones vulnerables. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) utiliza algoritmos que cruzan datos de calidad del agua, movimientos poblacionales y condiciones sanitarias para anticipar brotes de cólera tras inundaciones. Estos avances no son teóricos: en Nepal, drones con IA redujeron en 40% el tiempo de mapeo post-inundaciones en 2023, y así se pudo priorizar la entrega de ayuda. La clave está en la capacidad de la IA para procesar cantidades masivas de información —desde vibraciones sísmicas hasta imágenes térmicas— y convertirlos en decisiones que salvan vidas. ¿De qué sirve ganar tiempo si no lo usamos bien? La IA no solo nos ayuda a predecir desastres, sino que también nos da la oportunidad de usar el tiempo ganado de forma más eficiente, cambiando por completo la forma en que respondemos a las emergencias. Tomemos el caso del ciclón Freddy en Mozambique (2023), donde drones autónomos mapearon más de 500 km² de áreas afectadas en menos de 48 horas, 40% más rápido que las técnicas tradicionales. Este tipo de rapidez es esencial cuando el tiempo es un recurso limitado. En Filipinas, el chatbot REACH de la Cruz Roja, guió a las personas durante las inundaciones, proporcionando instrucciones en 8 idiomas locales y beneficiando a más de 200,000 personas. También existen ejemplos como el algoritmo AIDR en el terremoto de México de 2017, que procesó 300,000 tuits en solo 72 horas, ayudando a identificar 1,200 puntos críticos donde los rescatistas debían concentrar esfuerzos. Estas herramientas no reemplazan a los equipos de rescate, pero les dan la información que necesitan de forma más rápida y precisa, ayudándoles a salvar más vidas. Al final, la diferencia está en cómo usamos el tiempo que la IA nos da. ¿Nos quedamos quietos o lo aprovechamos para actuar mejor?
Recuperación. Reconstruir con datos
Cuando pasa la emergencia, empieza otro reto igual de complejo: reconstruir. Hoy, la inteligencia artificial también juega un papel clave en esa fase. Plataformas como IBM Watson analizan imágenes satelitales para calcular los daños en infraestructuras con una precisión que permite priorizar recursos y acelerar la ayuda. Esta tecnología ya se usó tras el huracán Fiona en 2022, ayudando a identificar las zonas más afectadas en tiempo récord. Pero la IA no solo observa el pasado: también proyecta el futuro. En Puerto Rico, por ejemplo, se está implementando un proyecto piloto con IA generativa para diseñar planes de reconstrucción más resilientes, aprendiendo de errores anteriores y adaptándose a posibles escenarios futuros. En vez de levantar lo mismo que se vino abajo, la tecnología permite imaginar ciudades más fuertes, sostenibles y preparadas para lo que venga. Myanmar nos recordó lo frágil que puede ser una comunidad ante lo inesperado. Pero también nos muestra por qué no podemos seguir gestionando emergencias con herramientas del pasado. La IA no elimina los desastres, pero sí puede ayudarnos a anticiparlos, responder mejor y reconstruir con más inteligencia y humanidad. En un mundo donde la mayoría de la población vive en zonas de alto riesgo, no se trata de si vamos a enfrentar otra catástrofe, sino de cómo vamos a hacerlo. Y ahí, la diferencia entre el caos y la resiliencia puede estar en una alerta que llegó a tiempo, en un dron que trazó el camino, o en un chatbot que habló en el idioma correcto. Porque al final, innovar no es solo una cuestión de tecnología, sino de salvar vidas. En la carrera contra el cambio climático y las placas tectónicas, la humanidad tiene una nueva aliada. Y su nombre es IA. ____ Nota del editor: Ana Peña es directora de comunicación para Intel Américas. Síguela en LinkedIn. Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión
]]>