China quiere que lo sepan

China es un fenómeno industrial y lo que ahora quieren es que el mundo reconozca su liderazgo global en esa materia.

Más allá de la ya tan platicada historia del país que pasó del auto consumo y las maquilas hasta la alta tecnología y la Inteligencia Artificial, quieren ganar dos etiquetas.

La de un productor de manufacturas confiable, de calidad, y la del país líder mundial en lugar de Estados Unidos, aprovechando que Donald Trump parece que se empeña en opacar a su propio país.

El poder de China es industrial y también militar, con eso le sobra para que no le importe que el mundo tenga como un hecho entendido que no son un país democrático y que no les interesa serlo.

No buscan un liderazgo en libertades y derechos ciudadanos, tampoco pueden, por ahora, ser un atractivo mercado financiero, porque la intervención discrecional del Estado es permanente.

Básicamente no buscan una apertura con el mundo, quieren que los consumidores los prefieran y compren sus productos.

En eso están, en la búsqueda de ampliar sus mercados como proveedores de toda clase de bienes de capital, intermedios y de consumo. Y lo hacen aprovechando el hueco que les abre la administración republicana de Donald Trump en Estados Unidos.

La estrategia de Trump de corrección fiscal y disminución de los impuestos locales a través de un populismo nacionalista es el mejor complemento para la expansión china, porque los espacios que deja vacíos Estados Unidos, los ocupa esa potencia.

China dobló a Estados Unidos en su guerra arancelaria, simplemente La Casa Blanca reculó con ese país, mientras amenaza y castiga a los que deberían ser sus permanentes socios estratégicos para fortalecer un bloque industrial fuerte.

Mientras Trump se pelea con sus universidades y rompe relaciones con las organizaciones mundiales, China hace todo lo contrario.

Nadie le va a lavar la cara de los abusos antidemocráticos internos, pero su dinero ayuda a que todos volteen a otro lado.

Hasta el año pasado su plan de “La Franja y la Ruta” había comprometido 71,000 millones de dólares en contratos de infraestructura y más de 50,000 millones de dólares en inversiones diversas.

Son 140 países inscritos en su plan de La Nueva Ruta de la Seda y muchos de ellos están en América Latina y en el Medio Oriente, que ven como Estados Unidos los castiga y los chinos abren la cartera.

Entonces, hacia afuera, cartera abierta y a su interior, con el plan MIC 2025 (Made In China 2025) buscan, elevar a 70% la proveeduría local, la independencia tecnológica del extranjero y el liderazgo en productos de alta tecnología.

Y claramente su promotor del año también despacha como presidente de Estados Unidos. Lejos de ayudar a sus empresas, Trump impone aranceles a Apple y permite que Elon Musk se retrate de cuerpo entero como un radical.

Eso abre huecos para que coreanos y chinos llenen con sus productos ese mercado que dejan los productores estadounidenses autosaboteados.

Así, el trabajo que calladamente hacía China de ocupar los lugares vacíos, hoy lo quiere presumir y se están haciendo notar.

El poder de China es industrial y militar, con eso le sobra para que no le importe que el mundo tenga como un hecho entendido que no son un país democrático y que no les interesa serlo.

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