China, paciencia y resiliencia frente a Trump
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En los primeros 100 días de su Administración y luego de la peor ofensiva contra el comercio mundial de las últimas décadas, se ha desvelado la verdadera estrategia de Donald Trump y su corte: frenar y contrarrestar la creciente influencia de China en la geopolítica y la economía mundial. Un poderío que no se circunscribe solo al comercio también a la superioridad tecnológica y militar.
China es una civilización milenaria. Desde que asumió el cargo como séptimo presidente de la República Popular China, Xi Jinping repite que su país tiene “5,000 años de historia”. Orgullosos de su pasado histórico, en los últimos 50 han empeñado sus esfuerzos a modelar un futuro próspero con la paciencia heredada por sus 13 Dinastías. Estados Unidos en cambio, conmemorará 250 años de su fundación en 2026. El gigante asiático es eso, una superpotencia emergente; cabeza de un gran bloque económico de naciones, los BRICS; cuenta con el segundo presupuesto militar del planeta; la segunda población mundial (India la superó en 2023) y a juzgar por su posición reciente en los actuales conflictos bélicos, se asume como garante y factor de paz en el mundo. Su crecimiento promedio anual registra 8% en los últimos 25 años. Con ese arsenal enfrenta la guerra comercial desatada por la Casa Blanca, un desencuentro para el que se preparó durante decenios con una dosis de paciencia y estrategia indescifrables para los norteamericanos. Trump asumió su segundo periodo como presidente sin disimular sus afanes de pelea y venganza. La escalada comercial comenzó pronto: el 1 de febrero firmó un decreto para imponer aranceles del 10% a las importaciones de productos de China y del 25% a los de México y Canadá. El 2 de abril en el llamado “Día de la Liberación” cuando anunció la imposición de “aranceles recíprocos” a más de 70 naciones, incrementó al 34% la tasa a las importaciones provenientes de China, país que respondió con tres rondas de gravámenes con un porcentaje similar al aplicado por la Casa Blanca. Desde el primer momento Beijing no ha ahorrado calificativos ante la política arancelaria de Trump; sostiene que es una práctica de intimidación unilateral y aseguraba que lucharía hasta el final. Y justo eso está ocurriendo. El 9 de abril la Administración Trump aumentó las tarifas contra la República Popular hasta el 145% y la réplica no se hizo esperar; dos días después China subió los impuestos a las importaciones hasta el 125%. Desde entonces así se mantienen las tasas. El presidente Xi advirtió que en una guerra arancelaria no hay vencedores y que oponerse al mundo solo lleva al aislamiento. Luchar hasta el final se ha vuelto una consigna para China que está plenamente convencida de que ganará esta batalla. Además, ha puesto restricciones a la exportación de minerales críticos y tierras raras que afecta sensiblemente al sector tecnológico y militar estadunidense que precisa de esos materiales. Desde 2023 México superó a la nación asiática como principal proveedor de Estados Unidos a donde exportamos productos, bienes y servicios por un monto de 475,216 millones de dólares (mdd) en ese año y 505,851 mdd en 2024. Pero EU tiene el mayor déficit comercial con China, 295,402 mdd. Ahí radica el origen de la beligerancia y animosidad del presidente norteamericano contra un rival con el que está obsesionado. En el último capítulo de esta saga, el 10 de mayo el secretario del Tesoro, Scott Bessent, se reunió en Suiza con He Lifeng, viceprimer ministro chino para iniciar conversaciones dirigidas a desescalar la guerra comercial. Trump insistió la víspera en su red social que China debería abrir su mercado a Estados Unidos y que una rebaja arancelaria del 145 al 80% a los productos chinos, le “suena bien”.
Las potencias se baten en un tablero de ajedrez. Estados Unidos ha amenazado a los países que se integren a la iniciativa de la Franja y la Ruta, un plan de infraestructura chino que tiene como objetivo invertir en Asia, África y América Latina para crear rutas terrestres y marítimas. Panamá anunció que no renovará el acuerdo de entendimiento suscrito con China en 2017 y además aceptó no cobrar el paso de buques estadunidenses por el Canal. El gigante asiático movió pieza: advirtió a los países que si deciden negociar privilegios comerciales con la Administración Trump a costa de sus intereses, tomará represalias. Los bandazos de Trump son infinitos; dio un manotazo al tablero geopolítico, pero nunca imaginó la respuesta firme del otro lado del mundo que no se amainó. Trump simplemente, ya no asusta tanto a China. ____ Nota del editor: La autora es titular de la Unidad de Igualdad de Género y Cultura de la Fiscalización de la ASF. Las opiniones de este artículo son responsabilidad única de la autora.
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