¿Celebrar?

¿Celebrar?

La presidente Claudia Sheinbaum convocó para el próximo 6 de diciembre a una concentración en el Zócalo capitalino para celebrar el séptimo aniversario de la llegada de López al poder y el inicio de eso que llaman la “cuarta transformación”.

La celebración, supongo, se centrará en lo que desde su perspectiva son los logros alcanzados por el régimen iniciado por López, empezando con el desmantelamiento de las instituciones neoliberales que “nos fueran impuestas desde el exterior y que son incompatibles con la idiosincrasia del pueblo mexicano y de la cultura heredada de los pueblos originarios”. Celebrarán, asimismo, el renacimiento, cual ave Fénix, del nacionalismo revolucionario sustentado en la “soberanía energética”, honrando el legado de Cárdenas y López Mateos. El espíritu de la “tercera transformación” vuelve a vivir después de todos esos años de oscuridad neoliberal.

Un punto central en la celebración deberá ser haber revivido en pleno siglo XXI la figura del Gran Tlatoani, encarnada ahora en la figura presidencial, quien ahora tiene al servicio del Poder Ejecutivo a los otros dos poderes del Estado mexicano y cuya voluntad no solo no se cuestiona, sino que se trata de cumplir a cabalidad, no importan los costos ni las consecuencias. Al moderno Tlatoani se le rinde pleitesía y se le lanzan loas por ser “lo mejor que le pudo ocurrir al pueblo bueno”.

En la magna concentración no podrá faltar el discurso de quien, gracias al pueblo, dirige con sabiduría los destinos de la Patria. Afirmará que con la llegada de López y su cuatroté se abrió un nuevo y brillante horizonte para los mexicano (para prevenir la ceguera se le repartirán al pueblo bueno los nuevos lentes oscuros del bienestar). Dirá que con trabajo y mucha paciencia y mientras no se pierda el rumbo trazado por el Tlatoani, en algún lejano futuro, los mexicanos habrán alcanzado el paraíso florido de los aztecas y los mayas.

Como no es deseable que salgan a la luz unos pequeños detalles negativos que opaquen la fiesta, será mejor ocultarlos en el diván. Veamos solo algunos de estos detallitos.

En el cuarto trimestre de 2018, cuando López llegó al poder, el valor del PIB real (con cifras ajustadas por estacionalidad) fue de 24,187 miles de millones de pesos; después de 27 trimestres de la cuatroté este llegó a 25,415 miles de millones de pesos. Esto significa que durante este periodo el crecimiento acumulado fue de 5.1%. Mientras tanto, en estos mismos 27 trimestres la población aumentó en 8.4%, por lo que el PIB real por habitante cayó en 3.1%. Para este año se espera, en el mejor de los casos, un crecimiento de apenas 0.3%, por lo que el PIB por habitante seguirá disminuyendo. Nada que celebrar.

La destrucción institucional que encabezó López y que mermó la certeza jurídica, destrucción coronada con la reforma judicial, prácticamente mató el incentivo para invertir en México. Así, mientras que el índice de Formación Bruta de Capital Fijo se ubicó en un valor de 100 puntos en noviembre de 2018, para el mes de agosto de este año registró un valor de 101.4. Sin inversión no habrá crecimiento futuro y habremos llegado a la docena de años con estancamiento. Nada que celebrar.

Mientras que en 2018 el 16.2% de la población no tenía acceso a los servicios de salud, para 2024, después de 24 trimestres dedicados a destruir el sistema de salud pública, empezando con la desaparición del Seguro Popular seguida del fracaso del engendro llamado INSABI y un desabasto criminal de medicamentos en los centros de salud gubernamentales, el 34.2% de la población no contaba con estos servicios. Nada que celebrar.

Más de dos billones de pesos inyectados a Pemex y la empresa sigue quebrada, con un capital negativo de 1.7 billones de pesos. A pesar de estos apoyos, la producción de petróleo crudo (sin condensados) fue, en septiembre de 2025, casi 20% inferior que la producción en diciembre de 2018. Por otra parte, las importaciones de gas natural que en el 2018 cubrían el 63% del consumo nacional, para 2024 esta dependencia del exterior subió a 75%, misma que siguió aumentando durante este año ante la continua caída de la producción nacional y la negativa a explotar, mediante la fractura hidráulica, los campos terrestres de este combustible. México está cada vez más lejos de lograr la seguridad energética. Nada que celebrar.

La inseguridad pública ha aumentado notoriamente a partir de la decisión tomada por López de ofrecer “abrazos y no balazos” a la delincuencia. 230 mil homicidios en los últimos 27 trimestres, a lo cual hay que agregar las decenas de miles de desaparecidos cada año y los otros delitos de alto impacto, como las extorsiones y cobros de piso. De acuerdo con el INEGI, casi el 60% de los mexicanos consideran insegura la localidad en la que vive. Nada que celebrar.

Podemos seguir con más casos que muestran que no hay nada que celebrar. La destrucción de las instituciones, de la democracia y del Estado de derecho ameritan un velorio, no una fiesta.

X: @econoclasta

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