Casa ácida: “el instante en que la felicidad se vuelve ruido”
Un nuevo espacio expositivo en la colonia San Rafael dedicada al arte oscuro, muy cerca de la bulliciosa avenida Paseo de la Reforma, se llena de color en estos días para albergar la exposición Casa ácida: euforia sintética, de Emmanuel Ramírez Raya, cuyo estilo reconocemos, trazos gruesos, caprichosos, grotescos, deliberadamente desaliñados, una paleta donde abundan los colores vibrantes como amarillo, rojo e índigo, y personajes transgresores y rebosantes de humor negro.
Es allí donde su obra encuentra el punto de convergencia con la vocación de OL Studio, dice Mirna Aguilar, artista visual y copropietaria y curadora de la galería.
“Aunque Raya es un artista más colorido, sus piezas son muy cercanas a lo transgresor y no deja de ser un poco oscuro, un poco atrevido conceptualmente, incluso el título de la colección nos da estos guiños de lo que íbamos a ver”, dice Mirna, quien junto con Marcel Mendoza, copropietario de OL Studio, acompaña el recorrido para El Economista.
Casa ácida: euforia sintética es una muestra expositiva que recurre a la nostalgia por la fiesta rave de los años noventa, con su estética kitsch, el uso de drogas sintéticas como el LSD, la música de vinilos y la omnipresencia de la “carita feliz”, como simbolo de una época que buscaba enmascarar las frustraciones, y de ese modo nos recuerda que el pasado no se ha ido.
“Es una mirada nueva pero, ciertamente, tratando de mantener como el espíritu de una época trayéndolo al presente”, reflexiona Mirna.
Paola Talavera, Kuratrix, curadora de la exposición, lo define de esta manera: “Emmanuel Ramírez, Raya, examina la herencia emocional y estética de la cultura rave para traducirla en una reflexión sobre la alienación contemporánea. Inspirado en los orígenes del acid house —aquella utopía de comunión y exceso corporal—, el artista desplaza su imaginario hacia el presente: un tiempo donde la euforia se fabrica, se vende y se consume como un producto digital”.
En la mayoría de los cuadros, óleos y acuarelas básicamente, una sonrisa grotesca, irradia desde el fondo del lienzo inquietando al espectador.
“Vemos todos estos personajes que te están sonriendo, y si te fijas, formas parte de este mismo espectáculo, no es que lo estés admirando, realmente formas parte de una función activa con estas piezas, no eres únicamente un espectador, todas las piezas te invitan a interactuar porque todos los personajes te están observando directamente y te hacen partícipe en esta dinámica del festejo”, dice Aguilar.
“Sus pinturas funcionan como espejos deformantes del goce moderno. Entre el ruido cromático y la ironía gestual, las figuras sonríen con una intensidad inquietante: rostros que celebran sin saber qué celebran, íconos de una felicidad prefabricada”, resume Kuratrix.
“Casa ácida: euforia sintética es una alegoría del presente, donde la experiencia humana se ha vuelto luz intermitente. Raya pinta la emoción en su punto de saturación: el instante exacto en que la felicidad se vuelve ruido”, concluye.
