Carta a Philips México

Estimados ejecutivos de Philips en México: no tengo ninguna duda de su profesionalismo y seriedad. Estoy segura de que conocen las reglas sobre reembolsos o cambios de mercancía. Estoy segura de que conocen cómo funciona en el mundo el cambio de zapatos y el reemplazo de aparatos defectuosos. Es muy probable que ustedes mismos hayan usado los servicios de Amazon para reemplazar cortinas o asadores que no cumplieron sus expectativas. Y segura como estoy de que tienen ese conocimiento y esa seriedad con sus propios equipos, me pregunto por qué en México hacen cosas que nunca harían en Estados Unidos o Europa.

De inmediato me respondo: porque aquí el Estado mexicano se los permite. Hace unas semanas publiqué en este espacio una columna sobre sus ventiladores modelo E30, distribuidos en al menos 255 hospitales públicos en México. Esos ventiladores que resultaron tóxicos y que pueden incluso provocar cáncer. Esos ventiladores que ustedes, responsablemente, están retirando de hospitales y casas en Estados Unidos. Expuse entonces la omisión criminal del gobierno mexicano, al no exigir el retiro también en México, pero también señalé su responsabilidad como empresa. Ahora hay nueva información: ustedes sí están retirando ventiladores en México, pero sin reponerlos. Los recogen como basura, sin responder por el defecto.

Tuve acceso a una investigación de la periodista Frida Mendoza, de emeequis, y leo testimonios directos de personal médico del Instituto Nacional de Nutrición y de hospitales del Estado de México, que confirman que su empresa está llamando directamente a los nosocomios para recoger los equipos defectuosos. ¡Eso está muy bien! Pero ¿por qué lo hacen así? Sin presentar una carta formal, sin protocolo alguno y, lo más grave, sin ofrecer un reemplazo. A veces ni siquiera admiten que hay un problema. Solo los quieren destruir.

¿Ustedes operarían así en Estados Unidos? No. Porque allá no los dejan. Acá el gobierno de Claudia Sheinbaum no parece inmutarse ante el problema. Allá, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) clasificó el caso como recall de Clase I, el más serio. El gobierno federal firmó un Consent Decree con su compañía para obligarlos a reparar, sustituir o reembolsar cada unidad defectuosa. Veo con admiración que no es nada complicado: cualquier individuo que tenga un ventilador E30 contacta a su vendedor, y ustedes envían uno nuevo o remediado, y recogen el viejo con una etiqueta de devolución prepagada. Ni siquiera hay que pagar el costo del envío por paquetería. ¡Una maravilla!

Entiendo que aquí el gobierno no los obliga y no espero mucho de este gobierno, pero ustedes saben que lo que se está haciendo aquí es deleznable. Aprovecharse del silencio cómplice de las inútiles autoridades sanitarias mexicanas para recoger equipos de hospitales públicos —sin actas, sin protocolos, sin reposición— es una canallada.

Philips es una empresa privada, con intereses que proteger y ciertamente nadie espera que sean héroes, pero podríamos esperar que se comportaran como Philips. Usen los protocolos que ya tienen en Estados Unidos, no es preciso más. Aquí el Estado se esconde, es inútil y es cómplice de criminales, pero podemos esperar más de Philips. La impunidad, la corrupción y la criminalidad pueden llevar, si ustedes así lo deciden, su logo corporativo. O no.

Atentamente, una periodista que cree en la responsabilidad corporativa y desconfía del Estado.

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