Bianca Castro-Cerio: la repostera que convirtió el asador en un altar para los postres

Bianca Castro-Cerio: la repostera que convirtió el asador en un altar para los postres

En una industria en la que la repostería se asocia con precisión milimétrica, hornos controlados y técnicas europeas, la chef Bianca Castro-Cerio Trenti decidió prender el carbón y darle a los postres una vida distinta: la del fuego directo, la leña, el humo, y la sorpresa. Desde Mexicali, esta repostera —que también es historiadora, diseñadora y heredera de una tradición ítalo-mexicana— ha conquistado México y el extranjero con postres cocinados en la parrilla.

“Mi abuela fue mi maestra y mi inspiración”, dice Bianca, en referencia a la mujer con la que trabajó por 20 años, incluso cuando ya tenía más de 90 años. Juntas, crearon una línea de postres artesanales con recetas que datan de 1905, y que han evolucionado sin perder su raíz. Esa conexión con la tradición familiar es el núcleo de una carrera que ha llevado a Bianca desde la Sociedad Mexicana de Parrilleros en Monterrey hasta cocinar en el Vaticano, literalmente.

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Del rancho en Tecate a la misa mexicana con el Papa

Crecida entre viñedos, vacas, conservas y hornos rústicos, Bianca aprendió desde niña que la comida es un acto colectivo y ritual. “En los 80, cada fin de semana nos reuníamos 30 o 40 personas a comer en el rancho de mi bisabuela. Los niños cocinábamos, ayudábamos… ahí nació todo”.

La vida la llevó a probar varias carreras, hasta que una caja de regalo con teclas y una carta de su madre le dijeron que era momento de ser autosuficiente. ¿La solución? Volver a hornear, como la abuela. Desde entonces, no ha parado. Con el Hotel Araiza como su primer cliente, su cocina ha crecido al punto de servir postres para 7,000 personas, cocinados en ataúd y caja china, durante 12 horas bajo 57 grados centígrados.

Pero nada la había preparado para lo que vendría después: ser invitada a cocinar para 850 personas en el Vaticano y luego, entregar postres directamente en la Casa de Santa Marta, donde vivió el Papa Francisco. “Pasé la Guardia Suiza sin saber que ahí vivía el Papa. Me lo dijeron después. Llevé dátiles y aceitunas negras dulces. Fue una experiencia transformadora”.

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Chef Bianca Castro CerioCortesía

La alquimia del humo: postres que desafían lo dulce

Los postres de Bianca no son lo que uno espera. En vez de azúcar refinada, usa jarabes de alga marina o algún otro endulzante; en lugar de merengues convencionales, espuma de erizo dulce. ¿Un cheesecake de nopal? Ya lo hizo. ¿Una piña marinada con sal y humo de chicatana? También. Para ella, cocinar es un ejercicio de improvisación: “Cada ciudad me da ingredientes distintos. Uso quesos, frutas, flores, todo lo que haya. No replico recetas: cada postre es único e irrepetible”.

Su creatividad encontró un espacio ideal en los maridajes. En el Valle de Guadalupe, por ejemplo, sirvió un nicuatole de limón con mascarpone, piña ahumada y alga, acompañado de un vino blanco que acentuaba la explosión acuosa de las algas en la boca. “Para mí, la repostería es diseño, dibujo, montaje. Es jugar”.

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Chef Bianca CastroCortesía

Una llama que no se apaga

A pesar de competir en campeonatos nacionales e internacionales de BBQ —donde fue la única mujer mexicana entre parrilleros hombres— Bianca sigue siendo fiel a la cocina hecha en casa, al aprendizaje autodidacta y a la memoria de su abuela. “Ella no quería colaboradores. Hacíamos todo entre las dos. Me dejó no solo recetas, sino una manera de vivir la cocina”.

Hoy, su trabajo se ha vuelto un puente entre generaciones, territorios e ingredientes. Y aunque tiene postres favoritos —el tiramisù, el pie de merengue de los 70 y el flan— su mayor deleite está en crear sabores que nadie haya probado antes.

“Soy chaparrita”, dice riendo. “Cuando cocino en el asador, me tengo que subir en costales de carbón para alcanzar. Pero siempre llevo un uniforme con el nombre de México. Porque me siento orgullosa de representar a mi país, incluso desde lo más dulce”, concluye.

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