Barcelona y la Ciudad de México, dos mundos

La Ciudad de los Prodigios (Eduardo Mendoza) o el espacio que inspiró a Juan Marsé para relatar su novela Últimas tardes con Teresa, no es la Ciudad de México.

Si Ada Colau y Clara Brugada creen que se puede aplicar política pública comparada entre ambas ciudades, cometen un error. Entendible en Colau porque cobra por sus servicios, pero no así en Brugada.

El nuevo rostro de Barcelona cumple 33 años este verano. El Puerto Olímpico sustituyó a la vieja zona industrial de Barcelona para regenerar su estética y sorprender a los visitantes que estuvimos durante los Juegos Olímpicos de 1992.

Las torres mellizas, es decir, el Hotel Arts y la Torre Mapfre, le dieron una dimensión aérea a la ciudad; el acuario y la llegada de restaurantes a la Barceloneta, una dimensión modernista. Por fin, Colón vio crecer las Ramblas.

El viejo Barrio Chino y la zona de prostitución en la orilla de las Ramblas se convirtieron en una zona de elevada gentrificación, el Raval. En la zona se encuentra Casa Leopoldo, el restaurante favorito de Manuel Vázquez Montalbán, pero también La Central, una estupenda librería ubicada junto al think tank Barcelona Centre for International Affairs (Cidob), en la calle Elisabets.

Para muchos, los cambios en la estructura urbanística del Raval, apoyados por Ada Colau, degradaron la zona, y no tardará mucho tiempo en regresar a lo que fue antes de 1992.

El Barrio Gótico, con su Catedral del Mar, representa otra zona con elevado turismo. Lo es, prácticamente hasta la Plaza Urquinaona, a espaldas del Corte Inglés de Plaza Cataluña. Todo rodeando a las Ramblas, sinónimo de turismo masivo. Todo en el interior del Eixample.

Pero los barrios de Sarria, Pedralbes y San Gervasi, al norte, también resultan difíciles de habitar para turistas de bajo costo y barceloneses mileuristas.

Más de 80 mil extranjeros (5% de la población que vive en Barcelona) se concentran en el Eixample.

Los últimos 33 años de la Ciudad de México tienen un recorrido diferente al de Barcelona. La capital del país forma parte de un territorio cuyo control lo han ido perdiendo a manos de la delincuencia organizada los diversos gobiernos federales (PRI, PAN y Morena) y estatales (PRD y Movimiento Ciudadano).

Todos los partidos políticos han fallado a la ciudadanía en uno de los mandatos fundamentales de la Constitución: proporcionar seguridad.

En la Ciudad de México, las colonias Roma y Condesa representan pequeños oasis en medio de lo que parece ser un desierto apocalíptico (Sinaloa, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, y un largo etcétera).

En lugar de comparar la Ciudad de México con Barcelona, la gobernante Clara Brugada debería de estar preocupada por mejorar las condiciones económicas, de infraestructura y estéticas en el resto de las colonias de la ciudad.

En Barcelona viven 1.7 millones de personas y los desplazamientos en metro cubren toda la ciudad. En la Ciudad de México viven más de 9.2 millones (Inegi) y el metro no cubre todo el territorio. La extensión de la ciudad de México es 15 veces mayor que la de Barcelona (1,485 km2 y 101 km2, respectivamente).

La gentrificación en el Eixample es asfixiante respecto a la Roma y Condesa.

Para los turistas extranjeros, son más las externalidades negativas que implica viajar a México que a España, particularmente las que tienen que ver con su seguridad.

Lo ocurrido el viernes pasado en la Condesa y Roma nada tiene que ver con la gentrificación. Tiene que ver con grupos políticos que sueñan por cubanizar el país, y lo hacen lanzando odio a los estadounidenses.

No toquen el oasis de la Ciudad de México.

admin