Aún con elecciones, la población LGBT+ seguirá invisible en el Poder Judicial

Tuvimos elecciones, el 1 de junio de 2025, México “eligió” mediante voto popular a quienes integrarán parte del Poder Judicial Federal y poderes judiciales locales. Un total de 2,761 personas fueron electas para dirigir el tercer poder de la unión y encabezar la administración de justicia. El resultado no sorprende, solo duele y refuerza lo que ya sabemos: las poblaciones LGBT+ no somos prioridad.

A propósito de la visibilidad del orgullo, es importante recordar que, con datos del INEGI en 2021, con el resultado de la ENDISEG , en México existimos un 5.1% de personas mayores de 15 años que nos adscribimos a las poblaciones LGBT+, número que solo se aproxima a la realidad, por todas aquellas personas que no pudieron contestar la encuesta, que no eran libres de hacerlo o que recién se reconocieron como parte de esta colectividad.

En un artículo diverso, hice notar que el Poder Judicial ha sido una de las instituciones más cerradas y con menor representación de sectores históricamente excluidos, como las personas LGBT+, lo que resulta sumamente conflictivo si consideramos que, en una gran medida, es a través de decisiones judiciales que se han logrado y/o buscado reconocimientos y garantía de derechos que nos pertenecen y nos han sido sistemáticamente negados y violentados.

Las personas LGBT+ no hemos sido visibles, representadas y tampoco escuchadas en este proceso electoral, al igual que suele excluirse de otras tantas decisiones gubernamentales y decisiones políticas. La gobernanza sigue siendo hegemónica.

Una elección, fiesta de la democracia, que no visibiliza q las poblaciones disidentes, es -sin lugar a dudas- un fracaso. Es una nueva estructura que, recién salida del horno, reproduce los vicios del patriarcado y nos relega a un espacio invisible, sin derechos político-electorales claros.

La elección judicial de 2025 fue una oportunidad única para reconfigurar el Poder Judicial con miradas nuevas, sensibles a las realidades múltiples de la sociedad mexicana, esa oportunidad fue claramente desaprovechada por el electorado, pero especialmente por el gobierno.

No necesitamos vernos a través de la creación de la bandera del orgullo más grande del mundo, necesitamos vernos y ser reconocides como integrantes de la sociedad, como ciudadanía, como personas con derechos y obligaciones a las que la autoridad tiene el deber de proteger y procurar.

El mecanismo ya no fue útil; la resistencia y la exigencia son la única alternativa de nuestras poblaciones para hacer valer lo que siempre nos perteneció.

Reitero y me auto-cito: Una justicia diversa no solo es más representativa: es más justa.

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