Astrónoma, neurocirujana y veterinaria: ¿Qué quieres ser de grande?

“¿Y ustedes qué quieren estudiar cuando sean grandes?”, preguntó el niño en la mesa. La interrogante lanzada a las tres niñas con las que él compartía el desayuno captó inmediatamente mi atención.

—Yo quiero ser astrónoma —contestó la primera niña.

—Yo, doctora —agregó la segunda, y más tarde aclaró: neurocirujana.

—Yo, veterinaria —se sumó la tercera, la más pequeña de los cuatro.

Las respuestas me tomaron por sorpresa. Honestamente, pensaba que las opciones de influencer o youtuber estarían entre las planteadas entre las tostadas francesas y los hot cakes. “Todas quieren carreras STEM, quieren ser mujeres STEM”, pensé… y me sumé a la conversación.

La interacción entre este cuarteto de un niño y tres niñas de entre 9 y 12 años fue más que entrañable: fue reveladora. En un país donde sólo tres de cada diez estudiantes de ingeniería, tecnología o matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés) son mujeres, escuchar a una niña decir que quiere ser astrónoma no es menor. Tampoco lo es que una futura neurocirujana se tome la molestia de especificar su especialidad, o que una pequeña de nueve años sueñe con cuidar animales, no desde una fantasía de ternura, sino desde una vocación técnica.

Las cifras no son alentadoras. Según el IMCO, en México, apenas el 35% de los profesionistas en campos STEM son mujeres. Las barreras son conocidas: falta de referentes femeninos, estereotipos desde la infancia, entornos escolares que no impulsan ese tipo de intereses. Un estudio de Microsoft en América Latina muestra que las niñas que han tenido contacto con una mentora científica tienen el doble de probabilidades de considerar ese camino. Pero sólo una minoría de niñas mexicanas ha conocido a una.

Y eso es sólo el principio. Del entusiasmo infantil a la realidad profesional, el camino está lleno de brechas. La participación de las mujeres en el mercado laboral sigue estancada en niveles de 46%, y quienes sí acceden al empleo lo hacen en condiciones desiguales: brechas salariales de hasta 15%, escasa representación en puestos de liderazgo y una fuerte concentración en sectores tradicionalmente feminizados. Incluso en las áreas científicas, muchas mujeres terminan relegadas a tareas de apoyo técnico o gestión, y no a la investigación o desarrollo.

Frente a eso, ¿qué tanto estamos haciendo para acompañar esos sueños como sociedad? Existen esfuerzos —la mayoría impulsados desde la iniciativa privada y la academia—, pero no hay una estrategia nacional consistente que conecte desde la primaria hasta la inserción laboral. En su discurso, la presidenta Sheinbaum ha puesto énfasis en la formación técnica y científica, e incluso ha planteado una meta de 150,000 nuevos técnicos e ingenieros al año como parte del Plan México. El reto será lograr que esa cifra no excluya a las niñas que hoy desayunan hablando de medicina y estrellas.

Nos corresponde a los adultos —padres, docentes, empleadores, autoridades, familiares y amigos— no traicionar esas aspiraciones. No minimizar lo que parecen juegos de vocación, porque no lo son. Porque más allá de rankings de empleabilidad o de cifras de productividad, tal vez el futuro del trabajo no esté en manos de quienes elaboran los planes estratégicos, sino en esas niñas que entre hot cakes y jugo de naranja imaginan nuevos mundos, con telescopios, bisturís o estetoscopios.

—¿Y tú qué quieres estudiar cuando seas grande? —le pregunté al niño, para seguir la conversación.

—Yo también antes quería ser astronauta —me dijo, con una sonrisa breve—, pero ahora quiero ser diseñador de modas.

admin