¿Amor en la oficina? Cuidado si hay jerarquía de por medio

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El verano se ha puesto más entretenido gracias al caso del CEO de Astronomer, Andy Byron, y su relación con la directora de Recursos Humanos, Kristin Cabot. Ese caso tan sonado que ha sido tema en noticieros, redes sociales y, por supuesto, protagonista de memes que ya circulan en todo tipo de chats.

Aunque el chisme nos puede entretener (hay que admitirlo, está bueno), el caso tiene muchas más aristas que vale la pena analizar. No por el morbo, sino porque es una oportunidad de oro para hablar de profesionalismo, género, poder y límites en el lugar de trabajo. Por un lado, mi querida amiga y experta en temas de mujeres en el mercado laboral, Norma Cerros , dio en el clavo al señalar cómo gran parte de la conversación en redes se fue directo contra ella, la directora de Recursos Humanos. Como si ella se le hubiera metido por los ojos al CEO. Como si él, con todo su poder, hubiera sido víctima de su “encanto”. Norma lo resume muy bien: cuando hay una relación de poder, el consentimiento se difumina. No importa que sean adultos. Cuando la subordinada no puede decir “no” sin arriesgar su trabajo, entonces no estamos hablando de igualdad de condiciones. Por otro lado, el problema no es que él fuera hombre y ella mujer. Si fuera al revés —una CEO con un director de su equipo— también estaríamos ante una situación delicada. La diferencia de jerarquía lo complica todo. Como en esa película protagonizada por Nicole Kidman, Babygirl, donde queda claro que el desequilibrio de poder distorsiona cualquier dinámica. Piénsalo así: si la persona subordinada comete un error grave, ¿su jefe o jefa —con quien tiene una relación íntima— realmente podrá tomar una decisión objetiva? Y si se requiere hacer un recorte de personal, si se comete un error sancionable o si hay que promover a alguien, ¿cómo se analizará la situación? ¿Desde la lógica de negocio o la emocional? Por eso en muchas empresas existen políticas que prohíben o regulan las relaciones entre el personal. No porque el amor esté mal, sino porque el conflicto de interés es real y puede volverse un desastre para la empresa. El gran problema es que muchas compañías, sobre todo las más pequeñas o menos instucionalizadas, no tienen reglas claras. Nadie sabe con certeza qué está permitido, qué debe informarse o qué hacer si una situación así se presenta. En el caso de Astronomer, el CEO fue separado de su cargo y se abrió una investigación. No por andar de infiel (eso es tema de su vida privada), sino por cruzar límites profesionales con una subordinada directa. Porque cuando se está en la cima de la estructura organizacional, cualquier relación íntima mal manejada puede costarle caro a toda la empresa.

Así que dejemos a un lado la superficialidad moralista, y concentrémonos en lo que este caso revela sobre profesionalismo. En lo individual, los límites no son anticuados: son herramientas para cuidar el juicio, la objetividad y un entorno laboral sano. En lo organizacional, se necesita establecer reglas claras, canales de denuncia funcionales y liderazgos que sepan actuar con criterio. El amor puede surgir en cualquier lado —es parte de lo humano—, pero en la oficina el poder confunde, desbalancea y puede nublar las decisiones que deben de ser racionales. _____ Nota del editor: Fátima Masse es Economista especializada en temas sociales. Síguela en Twitter como @Fatima_Masse . Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autora. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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