Alimentos enlatados: mitos, realidades y recomendaciones de consumo

Los alimentos enlatados han acompañado a la humanidad por más de dos siglos. Inventados a inicios del siglo XIX como una solución militar en Francia, hoy son parte de la despensa cotidiana en todo el mundo. Sin embargo, su consumo sigue envuelto en mitos: ¿son realmente dañinos?, ¿aportan beneficios?, ¿en qué casos conviene comerlos y qué precauciones debemos tomar?
Diversos estudios, incluido un informe del Journal of the Science of Food and Agriculture, confirman que los procesos de enlatado preservan vitaminas y minerales en niveles similares a los de los alimentos frescos o congelados. El calor empleado elimina bacterias y prolonga la vida útil sin necesidad de conservadores químicos adicionales.
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Por ejemplo, los jitomates enlatados mantienen un alto nivel de licopeno, un antioxidante asociado a la salud cardiovascular. El atún conserva proteínas y ácidos grasos omega-3, esenciales para el cerebro y el corazón. En muchos casos, el enlatado incluso mejora la biodisponibilidad de ciertos nutrientes.
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Los riesgos a considerar
No todo es positivo. El principal riesgo señalado por la Food and Drug Administration (FDA) y la European Food Safety Authority (EFSA) es la presencia de bisfenol A (BPA) en los recubrimientos internos de algunas latas, un químico asociado a alteraciones hormonales. Aunque la industria ha avanzado hacia recubrimientos libres de BPA, aún es recomendable verificar etiquetas o preferir marcas que lo especifiquen.
Otro punto a vigilar es el exceso de sodio y azúcares añadidos. Muchos vegetales enlatados contienen sal para prolongar el sabor, y las frutas suelen venir en almíbar. Consumidos en exceso, estos pueden contribuir a hipertensión, sobrepeso y diabetes.
Cuándo son una buena opción
En emergencias o viajes: por su larga duración y facilidad de transporte.
Para asegurar consumo de pescado: la FAO destaca que el atún, sardina y salmón enlatados son clave para aportar omega-3 a poblaciones sin acceso frecuente a pescado fresco.
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En la cocina práctica: legumbres enlatadas (frijoles, garbanzos, lentejas) son una fuente rápida de proteína vegetal y fibra, con mínima pérdida nutricional.
Recomendaciones de consumo responsable
Revisar la etiqueta: elegir productos bajos en sodio y azúcares.
Escurrir y enjuagar: en el caso de legumbres o verduras, reduce hasta un 40% el sodio.
Verificar la integridad del envase: no consumir latas abolladas, oxidadas o infladas, ya que podrían contener bacterias como Clostridium botulinum.
Rotar el almacenamiento: aunque duren años, lo ideal es consumirlos antes de la fecha de caducidad para asegurar sabor y textura óptimos.
Diversificar la dieta: los enlatados complementan, pero no sustituyen, el consumo de alimentos frescos.
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