50 segundos infernales en el funicular de la Gloria

Solo un país como Portugal, tan atravesado de sorna como de poesía, puede bautizar un lugar donde se entierran los muertos como el cementerio de los Placeres. Frente a su portón de entrada, en Campo de Ourique, se localiza el inicio de la carrera del tranvía 28, el más popular de todos los que recorren la vieja Lisboa aferrados a cables aéreos que serpentean salvando ramas de árboles y recodos imposibles. Como guardafrenos, André Marques se hartó durante años de hacer esta carrera, larga, enrevesada y adorada por los turistas, antes de encargarse del funicular que ha pasado a la historia de Portugal como el más trágico de siempre por el descarrilamiento en el que el pasado miércoles murieron 16 personas y sufrieron heridas otras 22.

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