Regreso al infierno de Krivói Rog, la mayor matanza de niños en tres años de barbarie rusa

El relato del infierno podría ser este: el reloj marca las 18.50 de una tarde de abril fría, pero muy soleada, en la ciudad industrial de Krivói Rog, en el centro de Ucrania. Una temperatura suave acompaña a decenas de niños que juegan entre la tierra revuelta y los columpios de un parque rodeado de bloques de viviendas de la calle Spivdruzhnosti. Alerta por posible bombardeo. Hay que huir, pero es tarde. Un estruendo a un puñado de metros detiene el tiempo. Cadáveres esparcidos por el jardín, menores y adultos; gritos de horror ante la muerte, de socorro. Muchas fachadas, agujereadas, han quedado al desnudo; hay coches en llamas con hombres y mujeres quemándose. En el interior de un vehículo, un chaval permanece quieto. La explosión le ha levantado el cuero cabelludo y le ha destrozado la cabeza. Se llama Radislav y tiene siete años. El primer sanitario en llegar ve al niño y corre a asistirle. Oxígeno, transfusión de sangre. Muere poco después.