Este invierno pide algo más que abrigo
Los inviernos en México suelen ser impredecibles, pero el de este año rompió cualquier referencia previa. El frío llegó más temprano, más intenso y con variaciones bruscas que sorprenden incluso a quienes están acostumbrados a climas severos. Las mañanas inician con un aire que cala en la piel, las noches se adelantan y dentro de casa el ambiente tampoco termina de sentirse cálido. Con un clima así aumenta el riesgo de sufrir infecciones respiratorias por lo que cuidarnos deja de ser una recomendación; se vuelve una verdadera necesidad.
Protegernos implica más que abrigarnos. El cuerpo realiza un esfuerzo constante para mantener su temperatura interna estable y para pelear contra los organismos que pueden enfermarnos, estas tareas demandan energía. En niñas, niños y adultos mayores, ese equilibrio se altera con mayor facilidad porque sus defensas son más débiles y reaccionan más lento o requieren apoyo adicional para adaptarse. Adicionalmente, la mezcla de aire seco, cambios repentinos de temperatura y mayor convivencia en interiores nos pone aún en mayor riesgo.
En esta temporada, el sistema inmune incrementa su actividad para compensar este riesgo y mantenernos sanos, no obstante en ocasiones podemos comenzar a ver señales como cansancio inesperado, dolor de cabeza recurrente, irritación de garganta, escurrimiento nasal, sensación de frío que no cede o un repunte de alergias. Son avisos tempranos de que algo podría complicarse si no actuamos a tiempo.
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La Dra. Tania Stephenson, gerente médica de Bayer, explica: “Durante el invierno, el sistema inmune necesita más apoyo porque su capacidad de respuesta se encuentra bajo mayor presión. Las temperaturas bajas alteran la función de la mucosa respiratoria, que es nuestra primera barrera de defensa. Si a eso sumamos el aumento de convivencia en interiores, las probabilidades de contagio se elevan de forma significativa. Por eso siempre recomendamos actuar a tiempo: la atención oportuna y la prevención constante pueden ayudar a que no nos enfermemos y, si ya lo hicimos, reducen complicaciones y fortalecen la recuperación.”
Abrigarnos bien ayuda. Cubrir cabeza, cuello y manos evita pérdidas rápidas de calor y reduce el impacto de pasar de un ambiente cálido a uno helado en segundos. Para los niños, que nunca paran de moverse, estos cuidados ayudan a mantener el equilibrio de temperatura y prevenir resequedad y congestión de la mucosa nasal. Para los adultos mayores, que regulan la temperatura con más dificultad, pueden ser la diferencia entre un día estable y una descompensación inesperada.
El impacto también es emocional. El cierre de año trae celebraciones y reencuentros, pero también puede venir acompañado de estrés, nostalgia o silencios que pesan. Los pequeños pueden sentirse sobreestimulados por los cambios de rutina; los adultos mayores, por el contrario, pueden enfrentar días más solitarios. Acompañarnos, escuchar y estar presentes es tan importante como mantenernos cálidos. La salud emocional también influye en la capacidad del cuerpo para responder ante los desafíos de la temporada.
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El clima también modifica la convivencia. Pasamos más horas en espacios cerrados y ventilamos menos, lo que facilita la circulación de virus. Aquí entran acciones sencillas pero efectivas, como abrir ventanas y puertas, de preferencia durante el día que hace más calor y el aire es menos frío.
Adicionalmente, asegurarnos de dormir bien, mantenernos hidratados y llevar una dieta balanceada es clave para disminuir el riesgo de enfermarnos, así como evitar complicaciones. Las vitaminas y minerales —como la C, la D o el zinc— pueden aportar un apoyo adicional para nuestro sistema inmune, aunque la prevención real se construye con hábitos constantes.
No obstante, a pesar de tomar todas estas medidas y acciones hay veces que las infecciones respiratorias llegan y prepararse también significa tener lo necesario en casa para cuando aparezcan los primeros síntomas. Un analgésico y antipirético para aliviar los dolores o la fiebre, un antigripal para los primeros signos como secreción o estornudos y soluciones para la congestión o resequedad nasal, pueden ayudarnos a que los resfriados no nos peguen tan fuerte, así como a favorecer un descanso adecuado que nos permita recuperarnos mejor. No se trata de llenar un botiquín, sino de contar con lo indispensable para actuar sin demora. Así mismo, es muy importante poder reconocer cuándo es momento de buscar atención médica, por ejemplo una fiebre que lleva más de 3 días y no cede, si comienza a haber dificultad para respirar, o dolor o síntomas intensos que empeoran rápido, son señales de que requerimos valoración profesional.
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En una temporada tan cambiante, cada gesto importa. Protegernos del frío, escuchar lo que el cuerpo intenta advertir, acompañarnos emocionalmente y estar preparados para responder a tiempo nos permite atravesar estos días con menos riesgos y más tranquilidad. No podemos controlar el clima, pero sí la manera en que respondemos ante él. Y este año, más que nunca, hacerlo marca la diferencia.
Más allá del clima, vale la pena recordar que el bienestar comienza con nosotros. El autocuidado no es una moda ni un concepto abstracto, es la capacidad de tomar decisiones informadas, reconocer lo que el cuerpo y las emociones nos están diciendo y actuar a tiempo para evitar complicaciones. Implica prevención, responsabilidad cotidiana y entender que las pequeñas acciones tienen un impacto enorme en la salud propia y de nuestra comunidad. Cuando cuidamos nuestro descanso, gestionamos el estrés, atendemos señales tempranas, consultamos a un profesional cuando es necesario y contamos con herramientas básicas en casa, contribuimos a un entorno más saludable nosotros mismo y los que nos rodean.
Como señala la Dra. Stephenson, “cuidarnos no empieza con un síntoma, empieza con la atención que nos damos cada día y con las pequeñas decisiones que tomamos de manera diaria, pero que tienen un gran impacto sobre nuestra salud.” Su visión recuerda que una temporada retadora también es la oportunidad perfecta para fortalecer hábitos, mirarnos con más atención y prepararnos mejor, marcando una diferencia real en nuestra salud y en la de quienes nos rodean.
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