El puente que une a Italia y divide a los italianos
Cuando Cettina Lupoi compró su casa hace 23 años junto a su marido creía haber realizado por fin un sueño: vivir en un pequeño chalet de un tranquilo y nuevo complejo residencial en una de las zonas más bellas de Messina, Torre Faro, un antiguo pueblo pesquero a 10 kilómetros al norte del centro de la ciudad siciliana, con una vista privilegiada sobre el Estrecho, el brazo de mar de poco más de tres kilómetros que separa la isla del continente. La alegría de Lupoi duró poco. “No había pasado ni un día desde que firmé ante el notario, cuando me enteré de que toda la zona entraba en las expropiaciones planeadas para la construcción del puente sobre el Estrecho”, cuenta esta profesora de letras jubilada, sentada en el salón donde desde entonces se han ido acumulando fotos y recuerdos de familia a pesar de la espada de Damocles con la que han convivido durante casi un cuarto de siglo.
