Trump y Putin consolidan su alianza
Para Marius Lazurca, maestro de la diplomacia
Chisináu, Moldavia. En la realidad sin alternativa el presidente de Estados Unidos desarrolla una guerra híbrida en el Caribe. Donald Trump sabe que Venezuela no es el principal hub de drogas en la región, pero el dictador Nicolás Maduro pierde legitimidad minuto a minuto desde que se robó las elecciones presidenciales el año pasado. Maduro es una piñata de barro: un leve golpe y se deshace en pedazos.
La piñata es Maduro, el mensaje es para China: el continente americano es el “continente Trump”.
Me encuentro en Chisináu, capital de Moldavia. Un país que ha experimentado la guerra híbrida rusa.
La diplomacia de Trump ya cuenta con un símbolo potente que lo identificará el resto de su gobierno: la pistola sobre la mesa del Despacho Oval. Así recibió al autor intelectual del cobarde asesinato del periodista Yamal Kashoggi, el príncipe heredero Mohamed bin Salmán. “Son cosas que pasan”, dijo el autócrata inquilino de la sala de fiestas de la Casa Blanca.
A Bin Salmán lo colocaron contra las cuerdas la CIA y la inteligencia turca. Dos, no se pueden equivocar. Tienen el audio de la asfixia y mutilación del columnista del Washington Post.
Trump le ha declarado la guerra a la Unión Europea. Junto al presidente Putin, llevó a Zelenski al menú del Despacho Oval. Bruselas queda herida de muerte. Ucrania, también. La OTAN es una entelequia donde solo se habla de dinero.
Papi ordena, diría una marioneta llamada Mark Rutte.
El acuerdo entre Moscú y Washington fue revelado por Politico y Axios, y todo indica que Putin y Trump lo tendrán listo para su aprobación en cuestión de días.
Zelenski y la Unión Europea serán el postre.
En 28 puntos Trump intentará doblarle el brazo: acepta y Washington lo protegerá. De lo contrario la Casa Blanca dejará de apoyarlo.
Las negociaciones han estado encabezadas por el enviado de Trump, Steve Witkoff, distinguido personaje que a lo largo de sus viajes suele llevar a su hijo para concretar negocios personales, y por el ruso Kiril Dimitriev, de la confianza de Putin.
A Kiev viajaron Dan Driscoll, y dos generales de cuatro estrellas.
Trump se acerca al inicio del segundo año de su gobierno.
Se ha olvidado de las formas.
Esta semana, Trump la inició llamando “cerdita” a una periodista y a otra le dedicó un “fake news”, cuando ella le preguntó sobre el perfil criminal de su invitado, el príncipe heredero Bin Salmán.
También deja sobre la lona a Netanyahu. La Guardia Costera de Estados Unidos dejará de clasificar la esvástica como un símbolo de odio (The Washington Post).
Para gobernar solo se necesita odiar.
Frente al tsunami geopolítico México enarbola los “principios” de no injerencia, pero le abre la puerta a uno de los generadores de odio de Podemos, Pablo Iglesias.
Si Washington fuera Madrid, AMLO se hubiera inclinado; si Estados Unidos fuera Perú, no hubiese roto la relación diplomática. Si Panamá fuera Marco Rubio no hubiera propuesto como embajador a un acosador sexual.
La presidenta Sheinbaum no quiere ver las redadas violentas en contra de mexicanos en Estados Unidos transmitidas en horario prime time.
Perú ya le dijo a México: Al diablo con su Pedro Castillo, corrupto voraz.
El canciller De la Fuente no revela la violación que México hace al artículo 89 de la Constitución que vela por el respeto de los derechos humanos en el exterior.
Una victoria de José Antonio Kast, en Chile, nos llevará a centímetro del abismo en la región.
La diplomacia dogmática de AMLO y de Sheinbaum representa la destrucción de la política exterior mexicana.
