¿Cómo Ecuador pasó de ser un paraíso al país más peligroso de Sudamérica?

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Ecuador se mantuvo en las primeras décadas del siglo XXI como un oasis de paz mientras sus vecinos, Colombia y Venezuela, se sumían en conflictos y delitos relacionados con el narcotráfico. Sin embargo, esa paz era frágil y en menos de una década este país de 18 millones de habitantes se convirtió en uno de los más violentos del mundo. El gobierno de este país declaró a principios de 2024 que se encontraba en un conflicto armado interno contra los grupos del narcotráfico. Aunque la estrategia de mano dura del presidente Daniel Noboa, quien ha declarado sucesivos estados de emergencia, logró reducir los homicidios en 2024, la violencia se volvió a disparar este año.

Ecuador cerró el primer semestre de 2025 con 4,619 homicidios, la cifra más alta de su historia en un periodo de medio año, de acuerdo con el Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado (OECO), de la Fundación Panamericana para el Desarrollo (PADF). Esto supone un incremento de 47% en comparación con el mismo periodo del año anterior. Se espera que este año se alcance el nivel más alto jamás registrado de homicidios. La muestra más reciente de este recrudecimiento de la violencia fue una matanza al interior de una prisión en la provincia El Oro, que dejó por lo menos 31 presos muertos el 9 de noviembre.

De paraíso al país más violento Ecuador se mantuvo durante mucho tiempo alejado de los picos de violencia criminal que desangraban a otros países de Latinoamérica. El mayor problema de seguridad de este país era la presencia de pandillas urbanas, pero un programa destinado a pacificar a estos grupos lanzado en 2007 logró reducir las tasas de homicidios en dos tercios, de acuerdo con el International Crisis Group. Sin embargo, la paz ecuatoriana se terminó repentinamente. En 2020, los asesinatos aumentaron drásticamente. En los años siguientes, las tasas de homicidios casi se duplicaron anualmente. Las masacres en las cárceles, como la de noviembre de este año, se volvieron algo habitual.

Para 2023, Ecuador era el país más violento de Sudamérica. Ese mismo año, el candidato presidencial Fernando Villavicencio fue asesinado días antes de las elecciones. Unos meses más tarde, en enero de 2024, grupos criminales acapararon la atención mundial cuando irrumpieron fuertemente armados en un programa de televisión en directo y retuvieron a los periodistas. “Ecuador no estaba preparado para enfrentar la ola de violencia que se extendió por todo el país. Bajo la presidencia de Lenín Moreno (2017-2021), las medidas de austeridad llevaron al desmantelamiento de instituciones clave, incluidos el Ministerio de Coordinación de Seguridad y el Ministerio de Justicia”, indica el Crisis Group. Los centros penitenciarios quedaron vulnerables al control de grupos criminales. Desde entonces, las cárceles se han convertido en centros de operación de bandas de narcotraficantes.

Reconfiguración de las rutas del narcotráfico El aumento de la delincuencia en Ecuador está vinculado, de acuerdo con el informe del International Crisis Group, a una reconfiguración del narcotráfico en Latinoamérica y al aumento de la rivalidad entre grupos criminales. El tráfico de drogas en la región pasó de estar controlado por unos pocos cárteles de estructura jerárquica a una red descentralizada de grupos que operan de forma independiente. Esta cadena de suministro incluye a financieros, traficantes internacionales, operadores nacionales y bandas locales.

Los verdugos locales: Los Choneros y Los Lobos

“Estas unidades más pequeñas y especializadas funcionan de forma autónoma, lo que dificulta que las fuerzas de seguridad estatales las detecten y desmantelen”, indica el análisis. En este contexto, Ecuador emergió como un nodo crucial, principalmente para el mercado de la cocaína. Los grupos criminales locales se vieron rápidamente absorbidos por una red transnacional. Actuando como subcontratistas de narcotraficantes internacionales, gestionan la logística, protegen los cargamentos de droga y ejercen control territorial. La ubicación estratégica de Ecuador en el Pacífico, sus fronteras porosas y la vulnerabilidad institucional en la que el país vivía debido a la austeridad fueron el caldo de cultivo ideal para que el narcotráfico creciera en el país. La infraestructura del país también jugó un papel crucial. Los puertos ecuatorianos del Pacífico, que disfrutan de acceso comercial preferencial a Europa, son un punto de salida privilegiado para los narcóticos destinados a los mercados internacionales. El puerto de Guayaquil, el sexto más grande de la región por volumen de carga, es una importante puerta de salida para las exportaciones de cocaína. A medida que las rutas del narcotráfico cambiaron, los grupos criminales ecuatorianos más grandes fortalecieron sus conexiones con organizaciones internacionales del narcotráfico, incluidas las mafias colombianas y balcánicas, así como los carteles mexicanos.

“[Los grupos criminales mexicanos] empezaron a buscar líderes [locales] de organizaciones fuertes y a duplicar la logística. Ingresó tanta arma y dinero del narco que el joven empezó a enamorarse”, dijo un exintegrante de un grupo criminal al Crisis Group. El crimen organizado en Ecuador actualmente está dominado por dos grupos: Los Choneros y Los Lobos. Los primeros controlaban el narcotráfico nacional hasta 2020 y tienen una fuerte influencia en el sistema penitenciario de Ecuador. Los Lobos son ahora la organización criminal más grande de Ecuador, con una presencia que se extiende por la sierra y la Amazonía, así como por las penitenciarías del país. Los Choneros surgieron en la década de 1990 en la ciudad de Chone, en la provincia de Manabí, bajo el liderazgo de Jorge Bismark Véliz España, alias Teniente España. El grupo ingresó en el narcotráfico ofreciendo servicios de protección y apoyo logístico a organizaciones colombianas. Cuando los carteles mexicanos con sede en el estado de Sinaloa intentaron fortalecer sus operaciones en Suramérica y romper el dominio de larga data de las redes de narcotráfico colombianas, los grupos ecuatorianos se convirtieron en importantes socios, almacenando drogas y gestionando las exportaciones. El control duró poco tras el asesinato de su líder Jorge Luis Zambrano, alias Rasquiña, en 2020. Sin su jefe, la frágil cohesión del grupo se desmoronó, lo que desencadenó una feroz disputa territorial en las calles y dentro de las prisiones. Fue entonces cuando surgieron Los Lobos, un grupo que se escindió de Los Choneros. En los últimos años, han prestado apoyo logístico y de seguridad al Cartel de Jalisco Nueva Generación de México, mientras intentan obtener ganancias más allá del narcotráfico, incluida la minería ilegal de oro, un mercado que ahora dominan. Los Choneros y Los Lobos, así como sus líderes, están sujetos a sanciones estadounidenses y han sido designados como Organizaciones Terroristas Extranjeras.

Alianzas con cárteles mexicanos y la mafia balcánica

De acuerdo con funcionarios y expandilleros citados por el Crisis Group, los carteles mexicanos han jugado un papel decisivo en el aumento de la violencia en Ecuador. A finales de 2020, el Cartel de Jalisco Nueva Generación vio la oportunidad de desafiar el dominio del Cartel de Sinaloa sobre los mercados de drogas de la región e invirtió en fortalecer a Los Lobos, lo que avivó una lucha entre estos y Los Choneros. “Los carteles mexicanos de Sinaloa y Nueva Generación actúan como una empresa al contratar para algún tema logístico a bandas locales”, dijo un policía. “Pagan el 70% en droga y el 30% en armas. Ahí (los grupos criminales locales) tienen que hacer la distribución (de drogas) en consumo interno y luchar por el territorio”. Las mafias balcánicas, en particular los grupos de Albania, también son contratistas destacados. Activas en Ecuador desde la década de 1990, han mantenido un perfil más bajo que sus contrapartes mexicanas, pero han establecido vínculos directos con proveedores colombianos de cocaína y supervisan el transporte de la droga desde Colombia hasta Ecuador, donde utilizan su influencia en el puerto de Guayaquil para gestionar las exportaciones a Europa. Para reducir su visibilidad, recurren a pandillas ecuatorianas que se encargan de sus operaciones cotidianas.

Política de mano dura

Cuando Daniel Noboa asumió la presidencia en noviembre de 2023, prometió actuar con firmeza contra el crimen y la inseguridad durante su breve primer mandato. Su enfoque se centraba en otorgar nuevas responsabilidades en la lucha contra la delincuencia a las fuerzas armadas ecuatorianas, así como en la declaración de constantes estados de excepción, una política que ya había adoptado su predecesor Guillermo Lasso. Noboa fue reelegido para un mandato completo de cuatro años en abril. Asumió el cargo al mes siguiente, prometiendo que “no habrá tregua contra la delincuencia” y reafirmando el compromiso del gobierno con la lucha contra el narcotráfico. El gobierno de Noboa también ha intensificado la cooperación en materia de seguridad con Estados Unidos y la Unión Europea. Noboa se erige ahora como uno de los más fervientes defensores de la administración Trump en la región. Junto con sus homólogos argentino y salvadoreño, Javier Milei y Nayib Bukele, Noboa forma parte del creciente número de políticos latinoamericanos que se alinean con la Casa Blanca. Los resultados iniciales de la campaña de Noboa parecían prometedores. En la segunda mitad de 2024, cuando se encontraba en campaña para ser reelecto, el país registró una fuerte disminución en los homicidios, mientras que se reportaba que las cárceles eran mucho más seguras. Sin embargo, los últimos meses han ensombrecido estas proclamaciones de éxito. El primer semestre de 2025 resultó ser el más violento en la historia de Ecuador. En 19 de las 24 provincias del país, la inseguridad se ha agravado desde enero, con enfrentamientos por el control del territorio que han provocado el aumento de los asesinatos, incluidas varias masacres.

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