Y dale con los derechos de las audiencias
El miércoles de la semana pasada los comisionados de la nueva Comisión Reguladora de Telecomunicaciones sostuvieron una reunión pública con la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión (CIRT), en la que expusieron sus perspectivas y planes para la regulación del sector de la radiodifusión, y escucharon las preocupaciones y comentarios de algunos representantes de la industria.
La apertura de los comisionados para reunirse con una de las industrias que regularán sin duda es un buen gesto, como también fue una buena señal que la Comisionada Presidenta, Norma Solano, comenzara su presentación expresando claramente que el objetivo de la Comisión no es obstaculizar el crecimiento de la industria, sino fomentarlo. Para un sector sujeto un régimen de sobre-regulación injustificada, y en una clara desventaja competitiva frente a servicios sustitutos no regulados, como los que ofrecen las plataformas de streaming, estas palabras provocaron un optimismo moderado entre los asistentes.
A pesar de lo anterior, conforme fue avanzando la presentación de los comisionados, la mayoría de ellos retomaron una y otra vez uno de los estandartes favoritos del equipo del oficialismo que estuvo a cargo de la nueva Ley en Materia de Telecomunicaciones y Radiodifusión: los derechos de las audiencias. Los comisionados insistieron una y otra vez en lo importantes que son estos derechos y aseguraron que los protegerán cuando emitan los lineamientos para regularlos.
La realidad es que los derechos de las audiencias son un discurso políticamente atractivo, pero constituyen una importante amenaza para la libertad de expresión. Hablar de los derechos de las audiencias es una tentación difícil de resistir, tanto para legisladores, como para funcionarios públicos, e incluso para los académicos que se atribuyen su descubrimiento. El concepto es relativamente fácil de digerir para alguien que tiene que improvisar una exposición abstracta sobre la materia, pues el propio nombre de la figura explica su esencia. Además, el uso del término le da un toque académico-progresista a cualquier exponente, pues se trata de derechos humanos innovadores de “cuarta generación”. Cualquiera pensaría que el discurso está respaldado por tres generaciones previas de derechos fundamentales que la humanidad tiene bajo control. Nada más alejado de la realidad, por lo menos en el México actual.
Los riesgos de tomar una postura a favor de los derechos de las audiencias son pocos, ya que las audiencias son diversas por naturaleza, y difícilmente van a organizar una marcha para que se vuelva a transmitir una telenovela turca, un reality show o una narcoserie. Lo que las audiencias van a hacer, si no les gusta un programa de televisión, es cambiar de canal, o acceder a alguna plataforma de streaming. En todo caso, van a culpar al concesionario, y no al Gobierno que le ha impedido la transmisión de contenidos atractivos para la audiencia.
Y es que, por doloroso que suene para sus impulsores, los derechos de las audiencias no tienen eficacia alguna, si no se regulan también los contenidos audiovisuales disponibles en Internet. Un derecho que no logra proteger un bien jurídico, no solamente es inútil, sino que se puede convertir en una restricción injustificada para otro derecho, como la libertad de expresión.
Por atractivo que parezca el soporte académico de los derechos de las audiencias, su regulación asimétrica, solamente para la radiodifusión, no pasa de ser una carga regulatoria injustificada e ineficaz, que además configura un escondite perfecto para la censura. Hoy, la sociedad mexicana está mucho más preocupada por conservar su libertad de expresión, y la seguridad e integridad de quienes la ejercen, que por acceder a contenidos que reflejen el “pluralismo lingüístico” de la Nación, lo que sea que eso signifique. Ojalá que los nuevos comisionados tengan en mente esta prioridad, cuando trabajen en los lineamientos que emitan sobre esta materia, y se inclinen por un esquema de autoregulación, para ser consistentes con el objetivo de fomentar el crecimiento de la industria de la radiodifusión.
