La Investigación Clínica: El Conocimiento como Eje Estratégico
La narrativa sobre la competitividad de México en el sector salud ha estado dominada, hasta ahora, por dos variables: el costo laboral y la cercanía logística para el nearshoring. Ambas son importantes, sin duda. Sin embargo, estamos pasando por alto uno de los factores para multiplicar la inversión de alta tecnología: la investigación clínica para medicamentos y dispositivos médicos.
No se trata solo a la capacidad de albergar algunos brazos de los ensayos clínicos a nivel global e integrarlos en el resultado general, sino a la habilidad de generar evidencia científica propia en población mexicana, lo que se convierte en la base de la sostenibilidad sanitaria para el sistema nacional de salud, y en el agente catalizador de economías circulares de conocimiento y talento especializado.
El objetivo del Plan México 2030, de atraer más de $2 mil millones de dólares anuales en inversión para este sector no debe ser visto como un indicador de gestión aislado. Es, debidamente implementada, una medida estratégica para asegurar el futuro del capital humano y la calidad de la salud en el país, anclando inversiones que son inherentemente a largo plazo y difíciles de reubicar. Hoy dos de los HUBs más importantes en biotecnología se encuentran en Singapur e Irlanda, con los impactos inherentes en las diferencias horarias, distancia que pueden hacerse más eficientes dada la cercanía y disponibilidad de personal altamente calificado.
El primer y más fundamental objetivo de la investigación clínica en México es la pertinencia epidemiológica. La decisión de invertir en ensayos clínicos no es un lujo científico en países tan diversos como México, sino una estrategia de eficiencia sanitaria y provee de herramientas de planeación presupuestal basadas en la información epidemiológica local.
La evidencia nos obliga a mirar hacia adentro. La alta incidencia de enfermedades crónicas, como la diabetes y la obesidad, y nuestra particular composición genética –que impacta directamente la farmacogenética y la respuesta a los medicamentos— hacen que la evidencia generada en poblaciones extranjeras sea, en el mejor de los casos, incompleta. El costo de no generar evidencia propia es una factura que el Estado paga triplemente: por la ineficacia terapéutica de aplicar protocolos fundamentados en Guías de Tratamiento internacionales que en ocasiones podrían no contar con evidencia local; por el gasto recurrente ineficiente del sistema de salud (IMSS, ISSSTE, etc.) en tratamientos que generan efectos sub-óptimos o requieren ajustes; y por la pérdida de oportunidad al convertirnos en adoptadores tardíos de la innovación.
En este andamiaje estratégico, las Organizaciones de Investigación Clínica (CROs) –como la ACROM, que coordina alrededor del 70% de los ensayos clínicos en el país– son los operadores logísticos esenciales para su desarrollo y ejecución. Actúan como el sistema nervioso central que conecta la ciencia global con el hospital local, asegurando el rigor ético y el cumplimiento normativo (GMPs, GCPs), este tipo de organizaciones garantiza una certeza que puede atraer la inversión de la industria farmacéutica y de dispositivos médicos a México.
Para contribuir en el objetivo de lograr la meta de los $2 mil millones de dólares del Plan México, se debe fomentar la especialización dual de su ecosistema de I+D:
1. Investigación en Medicamentos y Biológicos: La I+D molecular exige una infraestructura hospitalaria robusta y, sobre todo, un manejo de pacientes de alta complejidad. Los hospitales del IMSS y los Institutos Nacionales son el activo central para atraer estos ensayos.
El desafío, reiterado en múltiples análisis, sigue siendo el rezago burocrático de la regulación. La digitalización de procesos en COFEPRIS debe transformarse en una política de Estado para la I+D. La certidumbre temporal y la predictibilidad en la aprobación de protocolos de ensayo son el anclaje de capital que la inversión de I+D requiere. La inversión global es pragmática y poco tolerante a la incertidumbre. La inversión se irá sin dudarlo a competidores como Corea del Sur, Argentina o Brasil si la ruta de aprobación en México no es la más rápida y transparente.
2. Investigación en Dispositivos Médicos (DM): En este campo es donde México tiene la mayor oportunidad de generar una economía circular inmediata. Dado que ya tenemos una base sólida de manufactura de DM (sobre todo en la frontera, como resultado del T-MEC), la investigación clínica de DM requiere ascender en la cadena de valor:
- Integración Academia-Industria: Fomentar la creación de clusters que unan a los ingenieros biomédicos (universidades) con los hospitales y las plantas manufactureras. Esto crea una retroalimentación inmediata donde la evidencia de usabilidad y eficacia generada en el quirófano vuelve en tiempo real al start-up o la fábrica de diseño.
- Protocolos Ágiles y Diferenciados: Los ciclos de vida de los DM son cortos. La regulación de la investigación de dispositivos debe ser ágil y separada de la de fármacos, facilitando la iteración y el ensayo clínico rápido.
La especialización en la investigación de DM no solo sustituye importaciones de tecnología, sino que podría generar propiedad intelectual (patentes) de origen mexicano, consolidando nuestra posición en el T-MEC como un centro de innovación tecnológica, no solo de ensamble.
El impacto más duradero de una estrategia para fomentar el desarrollo de las condiciones para la investigación clínica de medicamentos y/o dispositivos médicos, no está solo en la inversión en capital fijo, sino el capital humano que se desarrolla y retiene. La investigación clínica es el agente integrador que une a la academia con la industria de manera inédita:
i. Activación de los Centros Académicos: Los hospitales, al convertirse en polos de desarrollo, elevan el estándar de la práctica clínica, exigen actualización constante al personal y obligan a la publicación de evidencia referenciable. ii. Rol Estratégico del Profesional de la Salud: La investigación clínica ofrece rutas de especialización y desarrollo profesional bien remuneradas para médicos, enfermeras especializadas, coordinadores de estudio y bioeticistas. Esto reduce la fuga de cerebros y resignifica las carreras científicas, ofreciendo alternativas a la saturación de la atención primaria. iii. Servicios de Alto Valor Agregado (TI y Data): Un ensayo clínico es, esencialmente, un proyecto de gestión de datos masivos y complejos. Esto genera una demanda constante y especializada de profesionales en bioinformática, estadística avanzada, inteligencia artificial y tecnología de la información (TI).
México, al ser un hub de investigación, crearía empleos de alto valor agregado que conectan al sector salud con la vanguardia digital del país.
Como ha destacado la propia Alianza de CROs de México (ACROM), la investigación clínica es el eslabón que convierte el potencial científico en medicinas accesibles para los pacientes mexicanos.
La meta de atraer $2 mil millones de dólares en inversión no se logrará por inercia o por proximidad geográfica. Requiere una rectoría activa e inteligente que vea a la investigación clínica como la infraestructura que es en si misma.
El Gobierno Federal, la COFEPRIS y las instituciones de salud (IMSS y Secretaría de Salud) deben actuar como socios estratégicos en la construcción de esta plataforma científica. Si logramos afinar la especialización de DM y medicamentos, impulsar la tecnología y, sobre todo, garantizar la velocidad regulatoria, estaremos transformando una vulnerabilidad de abasto en una plataforma de desarrollo que beneficia tanto a la salud pública como a la economía nacional.
La investigación clínica puede ser una de las inversiones más rentables para el país: reduce el desperdicio terapéutico, genera riqueza y, fundamentalmente, retiene el talento, completando asíla creación de un ecosistema favorable a la ciencia en México.
Hoy cierro con una frase que se atribuye a Albert Szent-Gyorgyi “La investigación científica es ver lo que todo el mundo ha visto y pensar lo que nadie ha pensado.”
*El autor cuenta con 25 años de experiencia en el sector de la salud en México y Latinoamérica, fue socio fundador de una consultoría enfocada en el análisis de las políticas públicas en salud, salud digital y sostenibilidad. Y actualmente se dedica a la gestión de asuntos corporativos en materia de salud para la industria farmacéutica.
