Lecciones del 'shutdown' para la logística global
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La aviación estadounidense vivió en los últimos días una tensión que no vino del clima ni de fallas técnicas, sino de la política. La amenaza de un recorte de hasta el 10% de vuelos quedó contenida tras la resolución del shutdown, pero el episodio dejó una señal que trasciende cifras y cronologías: incluso el sistema aéreo más avanzado del mundo puede sacudirse cuando se debilita su soporte institucional.
Presión fuera de las pistas Una lección global sobre vulnerabilidad Llamada de atención para México
El cierre gubernamental de los Estados Unidos terminó el 12 de noviembre, frenando la escalada de recortes que la Administración Federal de Aviación (FAA) había previsto. La autoridad decidió mantener la reducción temporal en un 6% en 40 aeropuertos estratégicos, mientras se estabilizan las condiciones operativas del personal de control aéreo. Las aerolíneas comienzan a reacomodar itinerarios, pero la recuperación total tomará tiempo. Para las empresas, los operadores logísticos y los usuarios, el mensaje es inequívoco: el sector aéreo de cualquier país es tan resiliente como la estructura institucional que lo respalda. Durante casi siete semanas, miles de controladores aéreos trabajaron sin salario. El ausentismo creció, los turnos se estrecharon y la carga operativa se volvió insostenible. La FAA se vio obligada a considerar reducciones progresivas para proteger la seguridad, no por una falla técnica, sino por un desgaste humano acumulado. La situación activó planes de contingencia en aerolíneas, operadores de carga y sectores que dependen de la entrega en tiempo: farmacéutico, automotriz, electrónico, aeronáutico y comercio electrónico. Un retraso en los cielos no es un retraso aislado; es un ajuste inmediato en costos, productividad y planeación. El episodio confirma algo que el sector logístico conoce bien: no todas las disrupciones provienen de la operación; muchas se originan en la administración pública. Aunque la reducción se quedó en 6%, esto representa cientos de vuelos menos al día en aeropuertos clave como Nueva York, Chicago, Los Ángeles, Atlanta y Dallas. Para los viajeros significa menos ventanas de conexión, que en esta época de fin de año agrega más estrés a un sector que en los últimos tiempos ya se ha visto comprometido. La FAA optó por priorizar la seguridad sobre la saturación. La decisión fue pragmática: operar menos vuelos era preferible a operar con personal exhausto en un sistema donde cada movimiento exige precisión. La aviación comercial y de carga, que representa cerca del 5% del PIB estadounidense, expuso que incluso su fortaleza depende de la estabilidad institucional, no solo de infraestructura o tecnología. Esta reciente tensión en los Estados Unidos deja una advertencia que va más allá del sector aéreo: aún las economías más sólidas pueden quedar sujetas a dinámicas políticas que interrumpen servicios esenciales. Que un sistema tan avanzado haya enfrentado ajustes operativos por una negociación legislativa demuestra que ninguna nación es inmune a este tipo de vulnerabilidades. Para el resto del mundo, el episodio ofrece un recordatorio claro. Los países y las empresas deben reconocer que su estabilidad depende no solo de infraestructura o tecnología, sino de la capacidad de sus instituciones para sostener el funcionamiento cotidiano sin convertirse en rehenes de disputas políticas. Cuando una decisión administrativa es suficiente para alterar la movilidad, es evidente que el riesgo no está solo en el entorno externo. En un escenario global cada vez más interdependiente, estos eventos invitan a reflexionar sobre la fragilidad de estructuras que dábamos por garantizadas. La pregunta no es si puede volver a ocurrir, sino cómo prepararse para que el impacto no paralice actividades críticas. Para México, cuya competitividad depende en gran medida de su relación con Estados Unidos, este episodio obliga a actualizar la gestión del riesgo, incorporando factores no operativos, anticipando cómo cualquier ajuste en el país vecino reconfigura prioridades en cadenas productivas integradas y fortaleciendo la calidad de la información con la que se toman decisiones públicas y empresariales. También demanda que las compañías eleven su estándar de planeación táctica, pasando de contingencias generales a escenarios que consideren interrupciones administrativas, limitaciones de personal o ajustes regulatorios. Sobre todo, subraya la necesidad de que México impulse una coordinación más consistente con Norteamérica, porque en un entorno económico compartido, una presión en un solo punto termina por mover a todos, afectando tiempos, inversiones y la propia capacidad del país para sostener su atractivo en un momento clave, como el que estamos viviendo durante las negociaciones comerciales regionales.
Ahora que la pausa administrativa en Estados Unidos parece haber quedado atrás, las aerolíneas y los centros de control aéreo avanzan hacia la normalización de itinerarios. Sin embargo, la verdadera reflexión no está solo en los vuelos cancelados o en los retrasos acumulados. Está en la fragilidad que quedó expuesta: un sistema puede tener tecnología, capacidad y experiencia, pero sin estabilidad institucional, su desempeño se compromete. ____ Nota del editor: Bertha Martínez Cisneros es profesora-investigadora en Cadenas de Suministros Sostenibles, Logística Inversa, Comercio Transfronterizo y Economía Circular de CETYS Universidad. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión
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