El salario mínimo ya es mayor que el de profesionistas, y eso tiene consecuencias
La política de incrementos del salario mínimo en magnitudes superiores a las de la inflación, adoptada desde el primer año de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, que al cierre de 2025 ya representa un incremento acumulado de 215.5 por ciento respecto al salario mínimo vigente al cierre de 2018, era un imperativo aceptado por todos al grado que para su instrumentación, durante el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, el Poder Reformador de la Constitución aprobó la reforma constitucional en materia de desindexación de salario mínimo, cuyo decreto fue publicado en el Diario Oficial de la Federación en enero del 2016.
Si bien nadie puede oponerse a la recuperación del salario mínimo, resulta necesario no perder de vista que los incrementos no deberían ser producto de una decisión caprichosa, tomada sin incorporar en el análisis otras variables relevantes.
Me refiero concretamente a los efectos que en el mediano y largo plazos puede llegar a provocar un incremento sostenido del salario mínimo que no repara en lo que ocurre en el mercado laboral de nuestro país ni en lo que ocurre con la actividad económica en general.
Por ejemplo, la evolución del salario mínimo y el salario promedio para profesionistas y técnicos entre el 2018 y el 2025 nos debería poner a reflexionar sobre este asunto. En el 2018, el salario promedio mensual para profesionistas y técnicos era equivalente al doble del salario mínimo.
Al cierre del primer trimestre de este año, no solo se había cerrado la brecha entre ambos niveles salariales, sino que ocurrió algo que ya se preveía: el salario mínimo rebasó el salario promedio mensual que reciben los profesionistas y técnicos en país, y al cierre del primer trimestre de 2025 era 11.1 por ciento mayor al que hace siete años lo duplicaba en magnitud.
Más de uno seguramente opinará que qué bueno que se haya cerrado la brecha entre ambos tipos de salario, pero estarán pasando por alto o subestimando el impacto de ello. Para empezar, ha llevado al mercado laboral a una situación tal que se presionarán necesariamente al alza los salarios de las demás ramas de especialidad laboral, porque el salario mínimo sirve como base en el mercado. Ello a su vez impactará de manera directa el costo laboral de las empresas, lo que muy probablemente reforzará el estado anémico de la economía.
A reserva de estudiar a profundidad los distintos efectos de los incrementos del salario mínimo, hay indicios relevantes que no se pueden soslayar, como el hecho de que la inflación del sector servicios, uno notoriamente intensivo en mano de obra, no cede, o que la creación de empleo formal ocurre a una tasa cada vez menor, particularmente entre las PYMES, que además de no crear más empleos, transitan a la informalidad.
Bajo este contexto, tampoco se puede pasar por alto que la actividad económica se encuentra en un estado francamente anémico, mostrando tasas de crecimiento muy bajas si tomamos en cuenta las aspiraciones de desarrollo de nuestra nación.
Este escenario se ha estado presentado en virtud de que la productividad laboral por hora trabajada, de acuerdo con las estadísticas del Inegi, no solo no se ha incrementado, sino peor aún, se ha deteriorado respecto a lo observado al cierre de 2018, tanto a nivel general, como en las actividades secundarias (manufactura) y terciarias (sector servicios).
