Las veces que he tenido que usar mi fondo para emergencias

Siempre he tenido, de manera inconsciente, un fondo para emergencias. Como conté en mi columna anterior, desde pequeño me acostumbré a guardar una parte del dinero que recibía por si llegaba a necesitarlo. Nunca me ha gustado gastarme todo y quedarme sin nada.

Por eso, desde que empecé a trabajar, me enfoqué en crear una pequeña reserva, a pesar de que lo que ganaba apenas cubría mis necesidades básicas. Eso me ha dado mucha tranquilidad.

He usado mi fondo para emergencias muchas veces. Algunas para pagar cosas relativamente pequeñas, como reemplazar un neumático del coche, arreglar una filtración en la terraza de mi casa o pagar un estudio médico.

El tener ese dinero ahorrado evitó que todas estas cosas causaran un desequilibrio en mis finanzas personales y tener que pedir prestado para enfrentarlas.

Esa es, precisamente, la importancia del fondo para emergencias: la estabilidad, que se traduce en tranquilidad y evita el estrés de andar viendo de dónde sacamos dinero para poder sufragar algún imprevisto importante.

La primera vez que realmente agradecí tenerlo fue cuando perdí mi empleo. Esa es una situación que genera mucha incertidumbre, porque uno no sabe cuánto tiempo se tardará en colocarse nuevamente. No tenía deudas de consumo, pero todavía estaba pagando mi hipoteca (afortunadamente tenía un seguro de desempleo que cubría hasta tres mensualidades).

La empresa para la cual trabajaba era muy seria y me dieron mi indemnización legal completa, cartas de recomendación e incluso me pagaron un servicio de outplacement para ayudarme con ese proceso.

Afortunadamente, encontré un nuevo empleo, incluso mejor pagado, en pocos meses y no tuve que tocar mi fondo para emergencias. El saber que estaba ahí me ayudó mucho: hice mi búsqueda con estrategia, con paciencia, no con desesperación.

La segunda vez que agradecí tener mi fondo para emergencias completo fue cuando se me rompió un diente y no se pudo salvar. Me lo tuvieron que extraer, colocar un implante y una corona. Todo eso es bastante caro.

Si no hubiera tenido ese dinero en mano, habría tenido que usar mi tarjeta de crédito para pagar, con las consecuencias financieras y el costo de oportunidad que eso implica.

Es cierto: cuando uso mi fondo para emergencias, tengo que reponer ese dinero. Es, en ese sentido, como pedirme prestado a mí mismo. Pero lo puedo “pagar” en mis propios términos, al ritmo que me acomode y con total flexibilidad financiera.

¿De qué tamaño debe ser el fondo para emergencias?

Casi todos los expertos sugieren al menos tres meses de gasto familiar corriente. De manera general coincido, pero cada caso es distinto y hay gente que necesita tener una reserva mayor.

Por ejemplo: un profesionista independiente que tiene varios clientes, pero uno de ellos representa el 75% de sus ingresos. Si llegara a perderlo, no sería fácil reemplazarlo (seguramente tomaría más de tres meses).

¿Dónde guardar el fondo para emergencias?

Debe estar separado del dinero que usamos para nuestro gasto corriente, pero debe estar disponible en cualquier momento (es decir, tener mucha liquidez). Pero también debemos tratar de proteger su poder adquisitivo en la medida de lo posible.

Yo lo mantengo en Cetes Directo. En mi caso particular, la mitad está en BONDDIA que es el fondo de liquidez diaria (al menos 90 días -mes y medio- de gastos). El resto lo pongo en Cetes a 28 días, pero de manera escalonada (con distintos vencimientos). De esta manera, cada 7 días tengo disponibilidad de la cuarta parte de ese dinero.

Esta estrategia, sin embargo, no es recomendable para las personas que apenas lo están construyendo o que no lo tienen completo porque han tenido que utilizar una parte. En esos casos, hay que tener disponibilidad inmediata total.

¿Cómo construirlo?

Como todo: poco a poco, con paciencia y disciplina. Roma no se construyó en un día. A mí me tomó bastante más de un año tenerlo completo.

Mi sugerencia es que lo pongas como prioridad en tu plan de gastos y te “pagues primero a ti mismo” hasta que cumplas tu meta.

Si tienes deudas de consumo (tarjetas de crédito, préstamos de nómina) ellas deberían ser tu prioridad. Aún así, es recomendable construir un pequeño colchón (por ejemplo, diez mil pesos) para que si surge un imprevisto pequeño, no tengas que endeudarte más.

Una vez que termines de pagar esas deudas, mi sugerencia es que ese dinero que le pagabas antes al banco, ahora te lo pagues a ti mismo.

No te detengas en el fondo para emergencias: una vez que lo tengas completo, sigue por ese camino. Así podrás alcanzar otras metas y construir patrimonio a largo plazo.

admin