Los mercados ya no solo surten la despensa: Así se transforman en comederos urbanos en la CDMX

Los mercados ya no solo surten la despensa: Así se transforman en comederos urbanos en la CDMX

Los mercados públicos de la Ciudad de México están dejando de ser lo que fueron durante décadas: el corazón de la despensa familiar. Lo que antes eran pasillos repletos de frutas, verduras, carnes y especias, hoy se han convertido en auténticos corredores gastronómicos donde lo que domina no son los víveres, sino las cazuelas humeantes, los comales encendidos y las sillas ocupadas por comensales que buscan comer ahí y ahora. La tendencia es tan evidente, tan acelerada y tan generalizada, que los propios locatarios reconocen que estamos frente a un cambio generacional sin retorno.

En el Mercado de San Pedro de los Pinos, ubicado en la alcaldía Benito Juárez, el cambio es casi total. Ahí, donde antes las familias podían surtir carne fresca o elegir entre varios puestos de verduras, hoy solo sobreviven dos o tres. El resto del mercado se ha convertido en un clúster gastronómico donde mandan los mariscos y las cocinas corridas. Uno de los locatarios nos lo dijo directo: “Aquí ya nadie viene a comprar jitomates o bistec; vienen a comer. Lo demás ya no se mueve”.

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Algo muy similar ocurre en el Mercado Santa Cruz Atoyac, también en Benito Juárez. Durante nuestro recorrido, constatamos que solo queda un puesto de frutas y verduras —y en condiciones lejos de la calidad de antes—. Todo lo demás son restaurantes de antojos, garnachas, cafés y pequeños locales con propuestas culinarias recientes. Ahí platicamos con Doña Carmen Ramírez, quien hoy tiene una cocina económica, pero cuya familia fue fundadora del mercado. Con nostalgia, nos contó: “Cuando nació este mercado, aquí había de todo: fruta, verdura, carne… mi familia vendía eso. Pero hace como 20 años ya no se vendía nada. La gente dejó de comprar para cocinar. Por eso nos pasamos a las garnachas”.

Carmen también resume otro fenómeno que está acelerando la transformación: “Los jóvenes ya no vienen a comprar. Todo lo piden por internet: su mercado, su despensa, hasta lo más básico. Aquí llegan directo a comer y ya”. Su frase retrata el estilo de vida de una generación que cocina menos, vive con más prisa y ha normalizado que el súper llegue a la puerta de la casa.

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Los productos agropecuarios –especialmente frutas y verduras– retomaron su tendencia alcista, interrumpida entre agosto y septiembre y exhibieron variaciones de doble dígito.foto: cuartoscuro Daniel Augusto

El Mercado Lázaro Cárdenas, en la Colonia del Valle, confirma la tendencia, aunque a una escala distinta. Es un mercado grande, con tradición y espacio de sobra, por lo que aún alberga una buena cantidad de puestos de abarrotes, frutas y verduras. Pero incluso ahí, los pasillos se están reconfigurando. Locatarios que antes vendían insumos cuentan que han tenido que reconvertirse o rentar sus locales a nuevos proyectos culinarios. “La gente ya casi no compra. La mayoría llega preguntando dónde comer, no dónde hay mejor jitomate”, nos relató uno de ellos.

En la alcaldía Cuauhtémoc, el fenómeno es aún más intenso. Mercados históricos como Isabela Católica, Juárez o los que rodean la zona de la Guerrero, han visto cómo los locales tradicionales se traspasan para abrir cafeterías, minis restaurantes o cocinas económicas renovadas. Lo confirma un Don Joaquín García del Mercado Juárez: “A nosotros nos vienen a preguntar por el menú del día, no por la fruta. Y muchos chavos que heredaron locales no quieren seguir vendiendo insumos. Prefieren rentarlo y que alguien ponga un restaurante. Sale mejor”.

El Mercado Hidalgo, uno de los más emblemáticos de la zona, todavía mantiene gran parte de su identidad tradicional: hay abundancia de verduras, frutas, insumos frescos y productos básicos. Pero incluso ahí la reconversión avanza. Conversamos con David, quien lleva años vendiendo gorditas en el mercado: “Cada vez abren más de comida. Nosotros seguimos aquí, pero sí vemos que la competencia crece. ¿Por qué? Porque la gente ya no quiere comprar para cocinar, quiere sentarse a comer”.

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Mercado CDMX

Además, David apunta a otra realidad que explica la transición: “Mucha gente de ahora no cocina. De plano ya no. O compran todo en el súper grande, o ni eso: lo piden por internet y se los llevan a su casa. El mercado ya lo ven como lugar para comer, no para surtirse”.

Lo que vemos no es únicamente una modificación comercial; es un cambio cultural en la relación entre las personas y su alimentación. Los mercados, que durante décadas fueron los centros de abastecimiento natural de cada barrio, hoy luchan por mantener esa función. La inercia apunta hacia otro destino: convertirse en pequeños distritos culinarios donde se privilegia la inmediatez, la comida lista, la variedad y el confort.

Las nuevas generaciones ya no caminan con una lista de víveres bajo el brazo; lo que buscan es una comida rápida, económica y con sabor casero sin tener que encender la estufa. Y, a la par, ven más práctico surtir la despensa en grandes cadenas, apps o servicios a domicilio. Mientras tanto, los mercados se reinventan para sobrevivir, adaptándose a un consumidor que cocina menos y vive con más prisa.

La transformación está en marcha. Y aunque aún quedan mercados tradicionales llenos de vida fresca, lo que domina —cada día más— es la olla que burbujea, el comal que no descansa y los locales que descubren que, para mantenerse vivos, hay que servir comida y no solo vender ingredientes. Los mercados de la CDMX ya no solo venden víveres: se han convertido en la gastronomía cotidiana de una ciudad que ya casi no cocina en casa.

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