FÉNIX: La Alquimia de María José Romero

FÉNIX: La Alquimia de María José Romero

Enfrentándose al fuego como fuerza indomable, la creadora María José Romero utiliza la tela como un laboratorio donde el caos, la naturaleza y lo femenino convergen en una alquimia que convierte la experiencia vital —el dolor, la crisis— en un “oro” de conciencia y libertad, ofreciendo un espejo de resiliencia ante los acelerados cambios de nuestro tiempo.

La exposición “FÉNIX” en la galería Le Laboratoire se erige como un testimonio visual de la evolución y la resiliencia. La artista, con una trayectoria que incluye muestras como El hilo de las cosas y Emergencias, profundiza en la pintura como un acto de transmutación, utilizando el arquetipo del ave fénix como guía para un viaje de disolución y renacimiento.

La daga de la luz incandescente: Fuego como experiencia espiritual

Para Romero, abordar el fuego en su proceso creativo fue mucho más que un ejercicio técnico; fue una “intensa experiencia espiritual e intelectual”.

Enfrentarse a este elemento indomable la llevó a un profundo autodescubrimiento.

“Descubrí mi fuerza y unas ganas de penetrar la naturaleza de las cosas para tratar de acceder a sus secretos”, relata la artista, añadiendo que el fuego le obligó a “formular preguntas existenciales con la daga de una luz incandescente, y el secreto fue pintarlas con ardor”.

La creación de cada pieza en “FÉNIX” se concibió como una ceremonia y un ritual, un puente de comunicación entre lo visible y lo invisible. En este proceso, la pintura dejó de ser solo técnica para convertirse en una alquimia.

“La alquimia no ocurre en el lienzo, sino en mí. Yo soy la materia que se transforma”, afirma Romero, explicando que su arte busca transmutar no solo pigmentos, sino también “energía, emoción y conciencia”. La obra final, cargada de color y vitalidad vegetal, es concebida como “un cuerpo que contiene toda la memoria de mi transformación”, un laboratorio donde lo invisible se materializa.

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Exposición “FENIX” de la artista mexicana Maria José Romero.Gabriela Gorab

La naturaleza, el cuerpo femenino y el caos evolutivo

“FÉNIX” se distingue por la prominente presencia del cuerpo femenino entretejido con la naturaleza, un diálogo que la artista vincula directamente con su propia concepción de lo femenino como poder regenerador.

“La fuerza de lo femenino siempre me ha sorprendido, ésta capacidad de concebir y ‘dar a luz’, de regenerar, de nutrir, de darle forma a las cosas, así como de igual manera devorar, destruir, desechar y acabar con todo”, explica Romero, señalando que esta fuerza “responde a ciclos y está en correspondencia con el mundo lunar”.

Obras como Fuerzas Elementales y El triunfo de las semillas ilustran esta dualidad de creación y destrucción, que en la visión de Romero es la esencia misma del cambio. Para ella, el caos es una fuerza evolutiva por excelencia. Distingue que el caos que destruye y el que abre la posibilidad de lo nuevo son “la cara de la misma moneda, dos estaciones de la transformación”.

“Cada final es tan solo el principio de algo nuevo. El caos que destruye es el mismo que abre la posibilidad de lo nuevo”, reflexiona la artista, enfatizando que cualquier cambio profundo es un “viaje de desmoronamiento y reconstrucción”.

A pesar de que el gesto gráfico era más predominante en su trabajo anterior, en “FÉNIX” la pintura cobra un nuevo protagonismo con colores intensos y formas orgánicas. Romero aclara que esta vinculación con la naturaleza no es nueva, sino que “existe una correspondencia visual” continua en su obra, pues su contacto diario con el jardín la “sana, equilibra y enraiza”.

Resistir y renacer: El vuelo del fénix colectivo

El concepto de resiliencia atraviesa toda la serie, llevando a la artista a diferenciar entre dos estados de conciencia: resistir y renacer.

“Resistir es el impulso de sobrevivir. Implica tensión, contención, defensa. Resistir surge del miedo a perder lo que se es”, señala. En contraparte, renacer es “soltar la lucha. Es permitir que algo muera… para dar paso a lo nuevo. No es sobrevivir, es volver a vivir, desde otro lugar. Renacer surge de la confianza en lo que se puede ser”.

La resiliencia, para Romero, integra ambos, siendo la capacidad de transformarse después de la crisis, levantándose con una “conciencia más profunda”. Este mensaje trasciende lo personal y dialoga con el contexto social más amplio. En un mundo cargado de crisis y cambios acelerados, el símbolo del fénix “se vuelve un espejo poderoso de lo que necesitamos como sociedad”, instando a la reconstrucción, la adaptación y la evolución colectiva.

El proceso de creación de la serie requirió soltar “viejas formas de pensar y sentir”, lo que implicó un “vacío radical”. Para habitarlo sin sucumbir, la artista se ancló en lo simple y corporal —yoga, meditación, jardinería— y, sobre todo, en su práctica pictórica diaria, que convirtió ese vacío en la “matriz de lo posible”.

Las cenizas que quedan atrás

Al culminar esta exposición, la artista reflexiona sobre las “cenizas” que quedaron atrás y las “alas” descubiertas.

“Quedó atrás todo aquello que ya no sostenía mi vida… las certezas rígidas, los siempre y los nunca, las verdades absolutas, las ideas que limitaban el vuelo”, confiesa. Lo que sobrevive a ese ardor es la esencia: “la llama que no se apaga”.

El renacimiento trajo consigo una nueva ligereza: “El aire me sostiene porque solté lo que pesaba, ya no hay miedo al vacío: el abismo también me sostiene. El vuelo es ahora un acto de fe, un diálogo con lo divino”. La obra de Romero, que invita al espectador a dejar de lado la mente para acceder al “lenguaje del corazón”, ofrece un regalo transformador. La artista concluye que “la verdadera eternidad no está en no morir, sino en saber renacer una y otra vez”.

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Exposición “FENIX” de la artista mexicana Maria José Romero.Gabriela Gorab

La alquimia: El proceso de transmutación de la sustancia personal

Para María José Romero, la alquimia es el concepto central que eleva su pintura más allá de la mera técnica para convertirla en un verdadero ritual de transformación. La artista explica que este proceso ocurre cuando la obra “nace desde la conciencia”, y su objetivo no es simplemente transformar pigmentos, sino “transmutar energía, emoción y conciencia”.

La clave de esta alquimia es que no se limita al lienzo; es un fenómeno interno y personal: “La alquimia no ocurre en el lienzo, sino en mí. Yo soy la materia que se transforma”, afirma.

En este laboratorio del ser, el arte se convierte en la herramienta para que el creador transmute su “propia sustancia”, convirtiendo el “fuego interior” en forma plástica, es decir, transformando el caos en belleza y el dolor en oro. El resultado de este proceso no es solo un producto estético, sino un cuerpo de obra que contiene toda la “memoria de mi transformación”, donde lo invisible se materializa.

El oro: Metáfora de la esencia incorruptible y la unidad

El oro representa la culminación del viaje alquímico, el estado de depuración alcanzado a través del fuego de la crisis, un camino que el ave fénix ejemplifica. La artista utiliza este término en un sentido puramente metafórico, donde su significado principal es doble. Por un lado, simboliza la unificación del ser, pues la alquimia es un “viaje a la depuración del fuego al oro, del yo fragmentado al ser unificado”. Es el estado de plenitud e integridad que se alcanza tras el desmoronamiento. Por otro lado, y quizás más profundo, el oro es la metáfora de aquello que queda cuando todo lo demás se quema: es “aquello que no podrá ser adulterado; en otras palabras, de aquello que habrá de perseverar en su ser”. Es la verdad esencial que sobrevive a la combustión de las “máscaras” y las “certezas rígidas”.

Así, si la alquimia es el proceso de quemar lo que pesa, el oro es la esencia incorruptible que renace, más liviana y dispuesta, señalando que la vida misma se convierte en: “La gran obra”.

La muestra se presenta en Le Laboratoire hasta el 22 de noviembre.

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