Universidades: El salto de usar la inteligencia a entender la inteligencia

Universidades: El salto de usar la inteligencia a entender la inteligencia

Ha pasado casi inadvertido, pero escenas como esta comienzan a ser comunes en los pasillos de nuestras universidades: dos profesores conversan animadamente sobre las posibilidades de integrar un chatbot a sus cursos de finanzas. 

Este tipo de diálogo, que antes parecía reservado a especialistas en tecnología, hoy forma parte de la vida cotidiana en los campus del Tecnológico de Monterrey y, en realidad, de casi todas las universidades del mundo.

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Cada institución, con su propia identidad y filosofía, ha comenzado a incorporar la inteligencia artificial en su ecosistema educativo. En la mayoría de los casos, se reconoce el enorme potencial de esta tecnología, pero también se avanza con cautela, conscientes de los riesgos y de la necesidad de establecer principios éticos claros. 

El propósito no es sustituir la enseñanza, sino enriquecer las experiencias de aprendizaje y fortalecer las competencias disciplinares que sustentan los distintos modelos educativos.

Algunos ejemplos internacionales ilustran este proceso

En la Universidad de Michigan, se ha desarrollado MiMaizey, un asistente creado a la medida de su modelo educativo que ofrece orientación y apoyo al estudiantado. A partir de información institucional, los alumnos pueden resolver dudas sobre tareas, fechas de entrega o recursos de clase. 

Aunque fue lanzado como una versión beta, los resultados iniciales muestran una evaluación positiva por parte de profesores y estudiantes, quienes valoran su capacidad para personalizar la interacción y reducir las barreras administrativas del aprendizaje.

Por su parte, la Universidad de California Riverside ha experimentado con NotebookLM, una herramienta capaz de debatir con los estudiantes a partir de sus lecturas, promoviendo el contraste de ideas y el razonamiento crítico. 

A través del intercambio con el asistente, los alumnos afinan sus argumentos y desarrollan pensamiento reflexivo, una versión contemporánea del método socrático potenciada por la inteligencia artificial.

Estos casos representan solo una parte del panorama. Junto con las buenas prácticas, también emergen preocupaciones legítimas sobre el uso poco ético de la IA o la dependencia excesiva de estas herramientas. Por ello, muchas universidades han comenzado a elaborar lineamientos y guías de uso responsable, conscientes de que la IA no es un fenómeno pasajero, sino un elemento transformador de los empleos actuales y de la forma en que concebimos la práctica profesional.

A través de estos esfuerzos, las instituciones buscan crear espacios seguros de experimentación que les permitan explorar las capacidades de la IA bajo condiciones controladas. Sin embargo, el reto va más allá de la adopción tecnológica: implica redefinir el papel de la universidad. 

Ya no basta con ser guardianes del conocimiento; debemos convertirnos en mediadores entre la inteligencia humana y la artificial, aprendiendo a dialogar con ella, a comprender sus sesgos y a aprovecharla para potenciar nuestras capacidades creativas, éticas y cognitivas.

En los próximos años —quizá meses— las universidades no solo usarán la inteligencia artificial de forma más intensiva, sino que aprenderán a entenderla. 

Y en ese tránsito tendrán la oportunidad de fortalecer el desarrollo de competencias profesionales, la ética, la innovación y el pensamiento crítico que nos permitan aprovechar esta tecnología al servicio del aprendizaje y del bien común.

*Dr. Héctor Jacobo Ríos Quiroz, Dirección Regional, CEDDIE Monterrey, Tecnológico de Monterrey.

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