Tsunami Mamdani

Antes proclamaba que había que “tomar los medios de producción”. Quizá no lo repita jamás. También se le atribuye el apoyo a la arenga de “globalizar la intifada”, aunque es verdad que nunca ha llamado a la violencia y sostiene que busca el respeto a los derechos humanos para todos. El martes en la noche, al calor de su victoria, quizá embriagado por ella, retó a Donald Trump a que se atreviera a meterse con su ciudad.

No obstante, apenas unas horas después, Zohran Mamdani ya estaba rebajando su tono, colocándose como un político serio que ahora debe responderle a los millones que le dieron su confianza en las urnas.

De él se sabía muy poco apenas hace unos meses. Ahora todo el mundo sabe casi todo. Que representa lo que detestan Donald Trump y su movimiento MAGA: es inmigrante, nacido en Uganda y musulmán. Promueve la agenda DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión), que tanta urticaria provoca en la ultraderecha, y defiende los derechos de las minorías. Es hijo de dos intelectuales: el escritor anti-colonialista Mahmood Mamdani y la directora de cine india Mira Nair (soy de la edad suficiente para haber visto y admirado, en el Cine Latino, en una Muestra Internacional de Cine, en aquel lejano 1987, su principal obra, “Salaam Bombay”). Tiene apenas 34 años. Es rapero y hip-hopero. Y es un socialista declarado.

Hoy todo mundo conoce sus planes (que para muchos economistas son una utopía): autobuses gratis; rentas congeladas; supermercados con precios populares, y guarderías para los niños hasta la edad de cinco años. Para ello, había dicho que se necesitaba gravar a los ricos, un clamor de toda su base y que está en el centro del movimiento de Demócratas Socialistas de Estados Unidos (DSA), al que pertenece junto con figuras como Alexandria Ocasio-Cortez, y con el que simpatiza el sempiterno Bernie Sanders. Pero esto no tiene que ver sólo con un tema de redistribución de recursos, sino “con un tema de justicia”, lo que envuelve de ideología a la propuesta.

¿Se correrá al centro?

Al día siguiente de su triunfo, declaró que encontraría formas creativas de financiar sus programas, y que no necesariamente habría que aumentar los impuestos (algo que en gran medida tendría que negociar con la gobernadora del estado, Kathy Hochul, quien es reacia a las alzas impositivas). Afirmó que quizá todo se podía financiar con el presupuesto de la ciudad. Muy distinto a los dichos con toques justicieros.

Ante sí tiene no sólo a la gobernadora, sino a los multimillonarios que se verían afectados. Porque no todos son como Warren Buffet, quien exigió, famosamente, que el tío Sam dejara de consentir a los ultrarricos, diciendo que él pagaba menos impuestos que su secretaria. En realidad, el aumento sería por completo asumible para quienes tienen esos niveles de renta (2% más de impuestos para las grandes fortunas y 3.5% más para las empresas), pero sabemos que en este estadio del capitalismo… no todos tienen la conciencia social de la que es capaz el oráculo de Omaha.

Entre los aludidos, algunos han dicho que se mudarían a lugares como Florida o Texas, donde los impuestos son menores, aunque el gobernador de este último estado ya salió a decir que no quiere demócratas en su entidad, y que les impondría un arancel del 100% (aunque, por supuesto, no tiene potestad legal alguna para hacerlo. Quizá el prístino Greg Abbott no se quiere “contaminar”, como si los neoyorquinos ricos llevaran la peste con ellos. Por su parte, Zohran ha dicho que los milmillonarios ni siquiera deberían de existir. Más bien se tendría que trabajar en redistribuir la riqueza, para disminuir la lacerante desigualdad.

La victoria de este activista obligará a poner el foco de nuevo en la justicia social y en la fiscalidad para quienes pueden aportar mucho más, en un momento en que desde la administración federal se bajan los impuestos a las grandes fortunas, y mientras Estados Unidos se hunde en una espiral de deuda cada vez más peligrosa. Por ello es que su triunfo representa un verdadero huracán para todo el espectro político. Para los republicanos porque, por más que minimicen lo sucedido, vivieron un martes negro que va mucho más allá de Nueva York (ya se está corroborando que un porcentaje significativo de quienes votaron por Trump en 2024 cambiaron a sufragio demócrata por su falta de resultados, sobre todo en lo económico). Para los demócratas también, porque se enfrentan a la dicotomía que definirá el futuro de su partido: ¿deben correr sus posiciones más a la izquierda?

“Se gobierna en prosa”

En realidad, Mamdani no es tan radical como algunos lo quieren presentar. Desde su inicio, el movimiento DSA rechazó explícitamente el marxismo-leninismo y las dictaduras de partido único, como las de la URSS, Corea del Norte o Cuba. Su apuesta ha sido siempre por un socialismo pluralista, democrático y no autoritario, dentro de un marco parlamentario. Y sus propuestas se basan en el sentido común.

Las rentas en Nueva York son impagables. Los niños necesitan un lugar donde puedan ser cuidados mientras sus padres trabajan. Es difícil que a partir de ahora cualquier candidato, de cualquier partido, ignore el clamor de la gente por lo que basó el ahora alcalde electo su campaña: “accesibilidad”. Luchar contra la carestía y poder vivir una vida digna, resumido en una sola palabra.

Pero ahora a Mamdani le tocará gobernar, que no es lo mismo que ser un eterno idealista. Se puede prometer lo que sea, pero todo debe poder financiarse. Existe casi un consenso de que congelar las rentas alivia a los afligidos inquilinos, pero en el largo plazo provoca el efecto contrario: se desincentiva la construcción de más viviendas y, las que se logran edificar, se encarecen enormemente, además de que se contribuye al deterioro de los vecindarios (“después de un bombardeo, el control de rentas parece ser la técnica más eficiente conocida para destruir ciudades”, escribió el presidente del Comité Nobel en 1972, Assar Lindbeck).

Así que, nadie en su sano juicio puede estar en contra de las políticas de Zohran Mamdani, sí, pero falta ver que se puedan aplicar. Si fuera sencillo, todos los políticos prometerían lo mismo (a menudo lo hacen), pero además, lo cumplirían. Incluso aunque fuera por conveniencia pura. Resulta una curiosidad que la frase que explica a la perfección el dilema al que se va a enfrentar el alcalde electo en los próximos meses provenga de Mario Cuomo, el padre de su competidor, Andrew Cuomo. En efecto, se le atribuye a él la multicitada expresión de que “se hace campaña con poesía, pero se gobierna en prosa”.

Es muy posible que Zohran no pueda cumplir con todas sus promesas. Es probable que continúe refrenando su combatividad. Quizá incluso se reúna con su némesis, Donald Trump (y quizá este último salga de esa reunión diciendo algo así como “he’s a terrific person and he’s doing a great job”). O no. Quizá suceda todo lo contrario y Donald y sus adláteres se regocijen un día sí y otro también en la demonización del “comunista” y el “jihadista” que gobierna Nueva York.

No lo sabemos. Pero la cuestión que seguirá por bastante tiempo en el clima político, sobre todo ahora que se prepara la elección de medio término, es si los demócratas deben tomar la lección de Mamdani, de que se ganan elecciones con propuestas más cargadas hacia la izquierda, o si concluyen que eso es un fenómeno particularmente neoyorquino y que se deben decantar por un progresismo centrista. Después de todo, las gobernadoras electas que también triunfaron el martes en Virginia y Nueva Jersey son demócratas moderadas.

¿Cuál será la definición en el Partido Demócrata? ¿Con qué bandera (extremismo o moderación) es con la que tendrán mejores oportunidades de vencer a los republicanos y recuperar la cámara de representantes? ¿Y la de los republicanos que ahora confirman que el propio radicalismo de Trump les ha cobrado factura en las urnas y que lo puede seguir haciendo? Las encuestas que se continúan publicando sobre el día de la elección confirman que muchos electores republicanos cambiaron su voto no sólo por el tema económico y por la afectación inflacionaria de los aranceles, sino por cuestiones como el trato cruel a los migrantes, el caos en que se ha convertido la administración federal y asuntos que incluso podrían parecer menores o anecdóticos, como la destrucción de una parte de la Casa Blanca. Así, es probable que muchos republicanos se den cuenta de las implicaciones que tiene seguir la agenda derechista ultrarradical del presidente.

Los extremos y las posturas centristas se pondrán a examen a partir de lo sucedido el martes. El tsunami que supuso la elección de Mamdani, definitivamente, llegó para redefinir los planteamientos políticos que habremos de atestiguar en los próximos meses.

admin