Los aranceles de Trump golpean el corazón de la Alemania exportadora: “Veremos quién sobrevive”
Cuando llegó a Stuttgart, a finales de los años cincuenta, y hubo ahorrado un poco de dinero, el padre de José Miguel Revilla se compró no un Mercedes, que era la empresa para la que había ido a trabajar desde la España autárquica del franquismo, sino un Opel. “Para un Mercedes no le llegaba el dinero”, explica el hijo mientras pasea entre las naves de un complejo de fábricas que se extiende por una decena de kilómetros en el valle del río Neckar, y desde donde salen automóviles hacia todo el mundo. Él, como su padre, su madre y su hermano, entraría en Mercedes, de eso ya hace cuatro décadas, y a los 59 años ahí sigue.