Industria del dulce en México: Día de Muertos impulsa un mercado de 68,000 millones de pesos
La temporada ya se fue, pero su aroma —a azúcar, cacao y cempasúchil— aún flota en el aire. Octubre y los primeros días de noviembre son, para México, una coreografía entre lo ancestral y lo lúdico: el Día de Muertos y Halloween conviven en una misma mesa donde los altares se adornan con pan, calaveritas y dulces, mientras las calles se llenan de niños disfrazados y bolsas de caramelos. Dos tradiciones que, aunque distintas, se unen en un mismo lenguaje: el del sabor.
La economía del antojo
Cada año, el país se vuelve más dulce. México cerró la temporada 2025 con un mercado de confitería valuado en más de 68,000 millones de pesos, impulsado por el binomio Halloween–Día de Muertos, de acuerdo con un análisis de mercado de GBM Insight. Solo en octubre, las ventas de dulces repuntaron hasta 50 % en supermercados y tiendas de conveniencia, con un alza particularmente fuerte en productos temáticos y artesanales.
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El fenómeno no es nuevo, pero sí creciente. En Estados Unidos, Halloween representó 7.4 mil millones de dólares en ventas de dulces en 2024 —casi 18 % de toda la facturación anual del sector—, y México sigue esa tendencia con una identidad propia: combina la influencia anglosajona del “trick or treat” con la tradición indígena de ofrecer dulces a los muertos.
En mercados locales, el aumento se sintió con fuerza. Fabricantes de calaveritas de alfeñique reportaron ventas récord; chocolaterías y pastelerías agotaron sus líneas especiales, y los cafés temáticos multiplicaron la demanda de pan de muerto relleno o con coberturas gourmet. Este periodo se ha consolidado como la segunda gran ola de consumo gastronómico del año, solo detrás de la temporada navideña.
Gastronomía de temporada: cuando el azúcar se vuelve cultura
Más allá de la venta por volumen, los dulces de temporada son parte del patrimonio gustativo mexicano. Las calaveritas de azúcar, herederas del arte del alfeñique, representan la dulzura de la memoria; el pan de muerto —con su cruz de huesos y aroma a azahar— actúa como símbolo de reencuentro y ritual. A su alrededor, los restaurantes y panaderías reinterpretan las tradiciones con creatividad: versiones rellenas de nata, chocolate amargo o crema de mezcal, acompañadas con bebidas de temporada como café de olla, champurrado o cocteles de cacao.
En contraste, el lado “Halloween” impulsa el consumo más lúdico y visual: gomitas con forma de ojos, chocolates con calabazas, galletas teñidas de negro o naranja. Marcas nacionales como Ricolino (hoy parte de Mondelez International) aprovecharon el momento con empaques temáticos y lanzamientos limitados, combinando marketing emocional con nostalgia.
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El dulce como refugio económico
En un contexto de incertidumbre global, la industria confitera mantiene su estabilidad. Los dulces son considerados un “lujo accesible”: pequeños placeres que no desaparecen ni en crisis. En ese sentido, empresas como Mondelez, Hershey y Ferrero marcan el pulso del consumo mundial.
Mondelez, por ejemplo, fortaleció su presencia en México tras la compra del negocio de confitería de Grupo Bimbo por 1.3 mil millones de dólares, incorporando marcas locales icónicas a su portafolio global. Hershey, con más de un siglo de historia, mantiene crecimiento constante gracias a su adaptabilidad —desde chocolates sin azúcar hasta líneas premium—, mientras Lindt & Sprüngli representa el rostro gourmet del cacao en mercados de lujo.
Detrás de estos nombres está una industria que no solo vende azúcar: vende emociones, recuerdos, y cada año se reinventa para acompañar las tradiciones gastronómicas más significativas del país.
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