Innovar desde la emoción: redefinir la conexión humana en redes sociales
En un mundo hiperconectado, donde todo parece medirse en likes, views o seguidores, los jóvenes están empezando a replantear el verdadero sentido de la conexión digital. ¿De qué sirve tener miles de interacciones si ninguna genera confianza, pertenencia o emoción? Esa es la pregunta que plantea Descifrando La Yósfera: cómo se construyen las conexiones en la era digital, un estudio desarrollado por Gerundio que propone mirar más allá de los algoritmos y entender cómo las emociones dan forma a las relaciones en línea.
La Yósfera es ese espacio personal donde se entrelazan identidad, expresión y vínculos sociales. Ahí se define cómo mostramos quiénes somos, qué compartimos y con quién nos relacionamos. En este entorno, cada historia, cada post o cada botón de “me gusta” moldea nuestra manera de conectar con el mundo.
En entrevista con El Economista, Elena Benítez, directora general de Gerundio, explica: “Lo digital ya no es solo un canal para comunicarse, sino el espacio donde diseñamos emociones y relaciones”. El estudio demuestra que en el contexto actual —marcado por la inmediatez y la sobreexposición— las personas, especialmente los jóvenes, buscan vínculos auténticos. No se trata solo de compartir contenido, sino de generar experiencias digitales que respondan a necesidades emocionales profundas.
Motores emocionales
Gerundio identifica seis motores emocionales que guían el comportamiento digital y explican por qué un usuario confía, participa o abandona una plataforma o marca:
- Cautela: la necesidad de sentirse seguro y en control de lo que se comparte.
- Personalización: la expectativa de recibir experiencias y contenidos hechos a la medida.
- Comodidad: la búsqueda de procesos simples, ágiles y sin fricciones.
- Nostalgia: la conexión con recuerdos y sensaciones positivas del pasado.
- Curiosidad: el impulso por descubrir algo nuevo, inspirador o inesperado.
- Reciprocidad: el deseo de ser escuchado y reconocido.
Benítez explica que estos seis motores permiten comprender por qué los jóvenes ya no se conforman con la superficialidad del scroll infinito. Quieren espacios digitales donde puedan expresarse sin miedo, aprender, colaborar y ser parte de comunidades con propósito.
De acuerdo con datos de Salesforce, el 73% de los consumidores espera que las marcas comprendan sus necesidades y expectativas únicas, lo que refuerza la importancia de conectar con la parte emocional del usuario. Esto es particularmente relevante para los universitarios y jóvenes profesionales que inician su vida laboral: en un entorno competitivo, las conexiones humanas se han convertido en un valor estratégico.
El estudio también ofrece aprendizajes prácticos para marcas, instituciones y creadores:
- Diseñar experiencias digitales seguras y transparentes, que respondan a la cautela de los usuarios.
- Fomentar la co-creación y el reconocimiento mutuo, fortaleciendo la reciprocidad.
- Aprovechar la nostalgia y la curiosidad, generando momentos memorables que inspiren descubrimiento.
- Apostar por la comodidad y la personalización, ofreciendo interacciones simples y centradas en la persona.
Para los jóvenes, comprender la lógica de La Yósfera no solo sirve para manejar mejor sus redes, sino también para proyectar su identidad profesional. Las universidades y organizaciones que logren traducir estas dinámicas emocionales en estrategias de comunicación e innovación estarán más cerca de construir comunidades sólidas y confiables.
Innovar hoy es diseñar vínculos, no solo interfaces. En un mundo digital saturado de información, las emociones se han convertido en la nueva moneda de valor”, dijo Elena Benítez, directora general de Gerundio.
“En la Yósfera, crecer no significa llegar a más personas, sino conectar mejor con ellas. Porque detrás de cada clic, hay alguien buscando pertenecer, aprender y ser escuchado. Y ese es el verdadero reto para la nueva generación digital: transformar la conexión en relación, la visibilidad en confianza, y la emoción en comunidad”, concluye Benítez.
