De vuelta al pasado
Como si nos hubiéramos transportado en el túnel del tiempo hacia la década de los 30’s del siglo pasado, los mexicanos vemos como el régimen de un solo hombre y de un único partido se consolidan día con día, haciendo desaparecer todo aquello que a partir de los gobiernos de Echeverría y López Portillo se comenzó a vislumbrar como el inicio de una transición a la democracia representativa. Revivimos en la figura de López Obrador a Calles y en Morena al PNR de los caudillos.
Pero al mismo tiempo nos miramos en el mismo espejo de la violencia sin límites y de la no existencia de un Estado de derecho. Lo que poco a poco se fue construyendo durante décadas, fue prácticamente derribado por la llamada Cuarta Transformación. Desde la legitimidad de la pluralidad política, hasta la institucionalización de la democracia por la vía de los organismos autónomos, pasando por un sistema judicial que, aunque con defectos, iba paulatinamente creando un país de leyes que podría haber llegado a ser funcional para millones de ciudadanos.
Este desencanto por el fracaso de la transición democrática mexicana ha llevado consigo no únicamente a la añoranza por un gobierno autoritario, sino también a la reconstrucción del nacionalismo revolucionario con todos sus excesos, abusos y falsas reconstrucciones históricas. Sin embargo, a diferencia del modelo original de los caudillos de la Revolución Mexicana, la 4T carece de la más mínima idea sobre hacia dónde dirigir a la nación.
Con una economía prácticamente paralizada y sobreviviendo únicamente del motor exportador, es imposible contar con recursos suficientes para la inversión, la creación de empleos, e incluso para regalar dinero a diestra y siniestra con fines de control social y electoral, lo que a su vez fomenta la informalidad y la economía subterránea. Se trata entonces de apoderarse de todos los activos posibles en un intento por perpetuar en el poder a la clase política morenista.
Y no es que sus antecesores priistas tuviesen alguna convicción democrática. Pero su racionalidad se basaba en ser ellos los que junto con empresarios y socios se beneficiasen de un desarrollo que dependía del éxito económico del modelo. Era esta una cleptocracia con límites y reglas. Lo que tenemos hoy es un retorno irracional a un pasado que sólo busca disfrutar del privilegio de mandar por el mayor tiempo posible y sin dirección alguna, ni control sobre aquellos que pueden enriquecerse ilegalmente con impunidad y con protección propia.
Parte de este problema es originado por la carencia de cuadros profesionales en la burocracia, los cuales fueron despedidos desde 2018 y hasta la fecha por parte de AMLO y su obsesión por deshacerse de personas con capacidad, para sustituirlas con militantes de Morena totalmente leales, pero profundamente ignorantes de su trabajo.
El autoritarismo priista terminó por desaparecer debido a sus diferencias internas que fracturaron el sistema. La cleptocracia morenista se aproxima rápidamente a ese destino.
