Leyenda viviente del Sound System toma el Cervantino

Imagine la siguiente escena: un hombre y sus compinches, en Kingston, en Londres en México o dondequiera, cargan la planta de energía móvil a su camioneta, también se arman con al menos un par de altavoces, su tornamesa, una cuidadosa selección de vinilos y, por supuesto, un micrófono. Arranca el automóvil y se marchan con la premisa de tomar la calle para montar en ella una especie de club social efímero y hacerlo retumbar de música. ¿Esta imagen te parece conocida?
Jamaica, cuánto le has dado al mundo y no nos detuvimos a pensar si te hemos agradecido lo suficiente.
Los sound systems tuvieron su gestación y sus años de mocedad entre las décadas de los 40 y 50, primero en Jamaica y no mucho tiempo después, durante los primeros años de la posguerra, en Reino Unido. Fue una manera para ejercer la desobediencia, como lo hicieron muchas de las expresiones culturales que se vieron debilitadas por la marginación, el recrudecimiento de los escalafones sociales y el acceso a la cultura en Occidente.
El movimiento se montó en hombros del furor por el rhythm & blues (R&B) que era reinante para la época en Estados Unidos. Por supuesto, hubo años de bonanza, y a Jamaica no paraban de llegar discos con las novedades del R&B; pero también hubo años de frugalidad, quizás por el recrudecimiento de la Guerra Fría, durante los cuales llegaban escasos materiales originales. Tal exigüidad disparó un montón de iniciativas locales empeñadas en la creación de ritmos novedosos y en no renunciar a la creciente popularidad de los sound systems en Jamaica.
Por estas condiciones, los artistas locales tomaron micrófonos y empezaron a improvisar o bien a grabar fusiones de ritmos como el calipso, el jazz, el soul y el doo wop –una variante vocal del R&B y el góspel nacida a finales de los cincuenta–. De esta mezcolanza estallaron géneros como el ska, el rocksteady, el reggae y el dub en Jamaica; más adelante el dubstep en Reino Unido.
Todo este torbellino no hizo más que aumentar de categoría, cruzar el Atlántico sin debilitarse e inundar el Reino Unido, país que a partir de los 40 atrajo mano de obra de sus colonias –entre ellas Jamaica hasta 1962– para redoblar el plan de reconstrucción tras la infame Segunda Guerra Mundial.
En fin, que toda esta perorata, con afán de ofrecer un contexto sobre la fiesta que la noche de este martes organizó el proyecto británico Channel One Sound System en la Explanada de la Alhóndiga de Granaditas, como parte de la delegación de Reino Unido como Invitado de Honor de la edición 53 del Festival Internacional Cervantino.

Channel One Sound System en la Explanada de la Alhóndiga de Granaditas. Foto: Cortesía Festival Internacional Cervantino
Round one to seven
“¡Que levante la mano el que ama el reggae! ¡Que levante la mano el que ama el reggae!”. Esto pedían dos de las leyendas vivientes del root reggae y del dub a nivel mundial, embajadores de la idiosincrasia rastafari en el mundo, los hermanos Mikey Dread y Jah-T –hijos de uno de los padres fundadores de sound system, Mikey Dread padre, de quienes heredaron equipo, discos y principios.
Los hermanos Dread se presentaron ante una explanada guanajuatense repleta de amantes del reggae, ataviados con rastas o sin ellas, portando consigo banderas o prendas impresas con los colores de la cultura rasta e imágenes del león rastafari, símbolo que adoptó el gobernante etíope Haile Selassie, quien fue el último monarca en ocupar el trono real del país africano y quien hoy en día es evocado por la fe rastafari como una figura mesiánica, consolidada principalmente así por su profunda relación con el país caribeño y por habitar las letras de otra leyenda del género, un tal Bob Marley.
Toda esa simbología reunida en un solo lugar, cuyos asistentes no se atribularon por los aironazos del Bajío, en parte por estar bailando esos ritmos de altísimas frecuencias de bajos y herederos de todas las hibridaciones musicales listadas arriba. Bailaban los que pagaron 280 pesos por su boleto y también los que hicieron fila desde la calurosa mañana para asegurarse un lugar en las gradas traseras.
“Rompiendo barreras desde 1979”. Es el lema de Channel One Sound System. Lo refrendó una noche más para la escritura de su leyenda. ¿Cómo rompieron las barreras en esta ocasión? Mientras Mikey Dread se ocupaba del tornamesa, como es costumbre, Jah-T se instaló entre el público, micrófono en mano, y jamás se subió al escenario, en cambio desde allí regaló al público cervantino un toasting –una práctica de improvisación en Jamaica, se dice, precursora del rap estadounidense– que fue por demás ovacionado.
Quizás no hemos terminado de agradecer lo suficiente a Jamaica por su aportación inconmensurable a la cultura musical del mundo, pero aquella noche en que un sound system tomó el escenario de más convocatoria en el Cervantino se agradeció suficiente, y también se abucheó de manera generosa la rigidez de la programación que no permitió ni una sencilla canción más.

Channel One Sound System. Foto: Festival Cervantino
“Sabíamos a lo que veníamos”
Emmanuel, Jockey y Azul, con tres productores musicales de reggae que esa misma noche, después de presenciar el concierto de Channel One, hicieron lo propio en el Bar Fly, el más emblemático para la cultura reggae en Guanajuato.
“Somos de Playa del Carmen y nos venimos hasta acá para poder verlos. Channel One representa toda la cultura del sound system original, la de los años 60 y 70, desde Inglaterra hasta México. Y por eso nuestra percepción es que Channel One Sound System es todo un acto cultural, porque demostró cómo es una sesión en puro vinilo con una deliciosa fusión de sonidos afro”, dijo para este medio Jokey después de la presentación.
(Con información de FIC, Blam UK, UNESCO, DJ Mag, channelonesoundsystem.com)
“Vimos a muchas culturas juntas, a muchas personas de distintos países, pero todas vibrando con los mismos beats. Sabíamos a lo que venimos y nos vamos muy satisfechos” —Emmanuel Tapia, productor musical y fan del reggae.
Un patrimonio para preservar
En 2018, el reggae fue inscrito en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. El género, indica el organismo internacional, “conserva intacta toda una serie de funciones sociales básicas de la música”.