Mariposa monarca: por qué se cree que son las almas que regresan el Día de Muertos

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Cada año, entre finales de octubre y principios de noviembre, millones de mariposas monarca llegan a los bosques de oyamel de Michoacán y del Estado de México tras recorrer miles de kilómetros desde Canadá y Estados Unidos. La migración coincide con las fechas en que las comunidades de México conmemoran a sus muertos. Esta coincidencia ha dado origen a una interpretación simbólica transmitida durante generaciones: las mariposas monarca representan a las almas que regresan para visitar a sus familias el Día de Muertos . Esta creencia no surge como una metáfora moderna, sino como parte de una tradición de origen prehispánico que se mantiene vigente hasta la actualidad.

La conexión entre las mariposas y el Día de Muertos Por qué se cree que son las almas que regresan La interpretación purépecha sobre el viaje del alma La leyenda de las mariposas que vuelven a casa Un símbolo compartido por otras culturas mesoamericanas Migración y presencia en el territorio mexicano

De acuerdo con información de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), la migración de la mariposa monarca comienza en octubre y su llegada a México coincide con la celebración del Día de Muertos. Para los purépechas, quienes habitan en la región de Michoacán, esta llegada se ha interpretado desde tiempos antiguos como un anuncio de la visita de los difuntos entre el 1 y 2 de noviembre. El significado no está aislado de la cosmovisión mesoamericana sobre la muerte, entendida como un proceso continuo en el que el alma conserva un vínculo con la tierra. En ese contexto, la presencia de la mariposa adquiere una función específica dentro de los rituales dedicados a los ancestros. Las mariposas monarca fueron consideradas por los purépechas como portadoras del espíritu de quienes murieron. Según su tradición, el alma podía volver al mundo de los vivos durante determinados periodos y encontrar el camino de regreso acompañada de elementos naturales como la luz del fuego o el aroma del cempasúchil. El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) documenta que esta interpretación se basó en dos observaciones: la coincidencia temporal entre la migración de las mariposas y las fechas rituales dedicadas a los muertos, y la relación visual entre el color de sus alas y el cempasúchil, flor que se utiliza para guiar a los difuntos hacia los altares. La vinculación se integró así en prácticas ceremoniales que continúan en uso en comunidades del occidente de México. Para los purépechas, la mariposa simboliza movimiento y retorno. En relatos orales recogidos en Michoacán, se afirma que cuando una persona muere, su alma inicia un viaje que no termina con la desaparición física. La migración de las monarcas fue entendida como representación de ese tránsito, ya que las mariposas recorren largas distancias para llegar cada año al mismo territorio. Esta creencia se articula con el ciclo agrícola, pues el retorno de las mariposas también coincide con el momento en que se agradece a los antepasados por las cosechas. La interpretación espiritual y la relación con la naturaleza forman parte del mismo sistema de creencias. Narraciones recopiladas en comunidades purépechas señalan que el alma de un difunto se transforma en mariposa para regresar temporalmente al lugar de origen. La llegada masiva de mariposas se interpreta como la entrada colectiva de los espíritus a los pueblos para reencontrarse con sus familias. Por ello, no deben ser dañadas ni molestadas, ya que se consideran portadoras de un significado ritual. Otras versiones agregan que las mariposas siguen los caminos hechos con pétalos de cempasúchil y luz de velas durante la noche del 1 de noviembre. Su presencia se entiende como confirmación de que el vínculo entre vivos y muertos permanece. Aunque la tradición está firmemente asociada con el pueblo purépecha, registros del INAH también señalan que otras culturas mesoamericanas atribuyeron un papel simbólico a las mariposas. Entre mexicas, teotihuacanos y mixtecos se les asoció con el tránsito del alma y con procesos vinculados al fuego y la transformación. Representaciones en cerámica, piedra y códices muestran figuras de mariposas relacionadas con deidades y rituales. Su presencia en distintos contextos confirma que el simbolismo no fue aislado, sino que formó parte de una concepción más amplia del mundo natural y sus ciclos. Según Semarnat, la mariposa monarca recorre una distancia aproximada de cuatro mil kilómetros desde América del Norte hasta México. Durante el invierno permanece en la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca, ubicada entre los estados de México y Michoacán. Los bosques de oyamel de esta zona cuentan con condiciones favorables de humedad, temperatura y altitud para su hibernación. Los santuarios de la monarca son áreas protegidas porque albergan una concentración de individuos que no se observa en ningún otro sitio del mundo. La presencia de las mariposas no solo tiene importancia ecológica, sino que también forma parte de la identidad cultural de las comunidades que las reciben.

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