Macron Nerón: “Lo que dice no importa”
Nerón bailaba mientras Roma ardía. Macron con su incompetente arrogancia, lleva a Francia al caos político, la ruina financiera y la inestabilidad institucional.
Mientras París arde, Nerón viaja a Egipto, donde nadie lo escucha. Trump lo ridiculiza. La única pregunta parece ser: ¿bailará?
Trump lo dijo en su momento: “Lo que diga Macron no importa.”
El gobierno más corto de la historia
Francia acaba de tener el gobierno más breve de su historia: 14 horas. El primer ministro, quien había dimitido tras el fracaso de su gobierno, fue nombrado otra vez por Macron para intentar conformar un nuevo gabinete que podría no durar mucho más que el anterior. Este es el quinto gobierno y el quinto primer ministro en menos de un año, algo catastrófico en la política francesa.
Todo esto sucede después de la disolución de la Cámara de Diputados en 2024 por parte del presidente. Esta disolución, innecesaria y considerada por todos como un error, dio lugar a unas elecciones en las que ningún partido obtuvo mayoría absoluta.
Macron disolvió la Asamblea tras la derrota de su partido en las elecciones europeas, castigado por su calamitoso manejo de las finanzas, su fallida política migratoria, el aumento de la delincuencia y la violencia, y su desconexión con la realidad cotidiana de los franceses.
Nerón vive, como Macron, desconectado de la realidad de un país cuya reputación e influencia se han reducido a medida que el endeudamiento ha crecido, poniendo su futuro en manos de los mercados financieros, como ocurrió con Grecia y Portugal hace unos años. Hoy, la deuda francesa ya es más costosa que la de esos países, como ocurrió en Inglaterra hace poco: si los mercados dejan de comprar papel francés las cosas caerán por su propio peso.
Para mantenerse cueste lo que cueste Nerón ahora sacrificó su única reforma sustancial: la de jubilaciónes. Una reforma muy controversial y necesaria, tal vez su único logro real, pasarla costo enormes esfuerzos y rechazo social. Su legado se reduce a cenizas con tal de apaciguar a los socialistas y no enfrentar a la sociedad y su probable sanción.
Explicación institucional rápida
La disolución de la Cámara está prevista por la Constitución de la Quinta República, fundada por De Gaulle en 1958 para evitar el régimen de partidos que llevó al desastre de 1940. La Quinta República otorga poderes importantes al presidente, entre ellos el de convocar elecciones legislativas cada 12 meses si lo desea.
En Francia, el presidente preside y el primer ministro gobierna. El presidente es elegido por sufragio directo en dos vueltas, al igual que los diputados, ambos por un mandato de cinco años. El primer ministro es nombrado por el presidente, pero debe pertenecer al partido con mayoría en la Cámara de Diputados. Generalmente, ese partido suele ser el del presidente, ya que las legislativas se celebran un mes después de las presidenciales, lo que en teoría garantiza la estabilidad política.
En la última elección presidencial Macron se reeligió por default, ya que su contrincante en la segunda vuelta Marine Le Pen es considerada por la prensa francesa como una figura peligrosamente extremista. En las legislativas posteriores, el partido de Macron no obtuvo mayoría absoluta y se vio obligado a aliarse con partidos centristas menores. Luego perdió estrepitosamente las elecciones al Parlamento Europeo de 2024. Sus gobiernos han fracasado brutalmente en distintos frentes, especialmente en materia de finanzas públicas.
Las finanzas públicas, en llamas
Macron, con su arrogancia legendaria, se autodenominó el “Mozart de las Finanzas”, pero ha creado una situación fiscal insostenible.
Francia ha acumulado una deuda soberana que supera el 114 % del PIB, la más alta de Europa en términos absolutos. Los pagos de intereses podrían superar los 100 mil millones de euros en 2029, convirtiendo el servicio de la deuda en el gasto más importante del presupuesto nacional.
Esto se debe a su incapacidad o falta de voluntad en reducir los gastos de un estado providencial hipertrofiado. El poder adquisitivo de la clase media se ha deteriorado; el descontento aumenta. Mientras tanto, el gasto público y los privilegios del funcionariado crecen sin control, y la calidad de los servicios estatales disminuye a ojos vista.
Francia soporta una de las presiones fiscales más altas del mundo, con impuestos y cotizaciones que representan alrededor del 51 % del PIB, frente al 39 % en Alemania, mientras su gasto público ronda el 57 % del PIB y su déficit supera el 6 %, reflejando un Estado sobredimensionado que recauda mucho, gasta más y aún así se endeuda.
El déficit estructural, estimado entre 5.4 % y 6 % del PIB, está fuera de control y empeorará con la desaceleración que provoca la crisis política. La reacción de los mercados no es benigna: el costo de la deuda está creciendo; Fitch, DBRS, S&P y Moody’s han bajado la calificación del país o eliminado toda expectativa positiva.
Los mercados no creen en Nerón para encarrilar las cuentas. Francia está perdiendo la confianza de los mercados.
John Adams, segundo presidente de los Estados Unidos dijo: “Hay dos maneras de conquistar y someter una nación: con las armas o con la deuda”.
Macron ha sometido a su país a los mercados de manera más eficiente que cualquier enemigo lo hubiese podido hacer con las armas.
Crisis migratoria e inseguridad
Bajo los gobiernos de Macron, Francia ha dejado entrar hasta 800,000 migrantes legales e ilegales cada año. Casi todos llegan atraídos por el generoso modelo social francés. En su mayoría provienen de países musulmanes y no buscan integrarse, sino traer e imponer su cultura, religión y normas, algunas de las cuales chocan frontalmente con los valores de una sociedad democrática e igualitaria.
La inseguridad ha crecido de forma alarmante. El antisemitismo contra la comunidad franco-judía se ha disparado, alimentado por estos nuevos flujos migratorios. La migración, lejos de responder a una necesidad laboral, no es una migración de trabajo como la mexicana a Estados Unidos, es una migración de oportunismo que se aprovecha del sistema de redistribución francés, excesivamente generoso y hoy financieramente quebrado.
La degradación institucional y simbólica
En vez de elevar la dignidad del cargo, Macron la ha reducido a la impotencia. Su capital político se ha erosionado: su popularidad se encuentra entre el 15% y el 20 %.
La seguridad, el empleo y los servicios públicos siguen deteriorándose, y en medio del incendio, Macron actúa menos como estadista que como funambulista desesperado. Su incapacidad política crónica pone en riesgo la propia Constitución.
Conclusión: Macron pone en peligro las instituciones
Esto no es un simple mal gobierno: es una crisis institucional. Macron, en su soberbia, ha optado por ignorar los mensajes del pueblo. Rechaza convocar referendos que permitirían a los franceses decidir sobre cuestiones esenciales: migración, seguridad, gasto público. Se rehúsa a llamar a elecciones legislativas que la parálisis política actual hace necesarias, porque aniquilarían a su partido y reducirían aún más su poder.
Cada vez más ciudadanos, intelectuales y políticos de alto nivel piden su renuncia. Pero el cargo es cómodo, y su interés personal parece superar el interés nacional. En este sentido, Macron no es un jefe de Estado en la tradición de De Gaulle, quien tras perder un referéndum en 1959 prefirió renunciar. Macron, al contrario, es un político sin dignidad y sin moralidad, decidido a permanecer en el poder a todamcosta mientras París arde.
Y cuando Trump dice: “Macron speaks, and nobody cares,” duele, pero es bastante exacto.
Es probable que antes de 2027 —fecha de la próxima elección presidencial— la crisis lo arrastre: financiera, política o social. Como Nerón, Macron no ha comprendido ni encarnado el papel de jefe de Estado. Su gestión arrogante y desastrosa le ha restado a la función presidencial su prestigio, su dimensión histórica y su estatura moral.
Lo que hace o dice ya no importa. París arde. Macron se aferra. Y la pregunta final sigue abierta: ¿como Nerón, bailará?