El PIIMSS 2030: autocrítica como la única ruta hacia la sostenibilidad
El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) no es solo una institución de salud; es uno de los pilares de la economía formal mexicana, una entidad que ofrece cobertura a 63 millones de afiliados directos y sus beneficiarios, así como una atención creciente a la población sin seguridad social a través de la integración del programa IMSS-Bienestar (a falta de capacidad de atenderlo desde el OPD homónimo). Cuando una entidad de esta magnitud detiene su marcha para mirarse al espejo, el análisis resultante trasciende la gestión administrativa y se convierte en un diagnóstico de la salud estructural nacional.
La publicación de su Plan Estratégico 2025-2030 (PIIMSS) es, a juicio de quien esto escribe, un acto de autocrítica institucional sorprendentemente franco. Lejos de la retórica política habitual, el documento no solo reconoce sus fallas históricas —desde la escasez de camas hasta el maltrato al derechohabiente—, sino que establece metas audaces que definen un pivote estratégico que no podemos permitirnos ignorar.
El primer hallazgo, y quizás el más contraintuitivo del PIIMSS, es que el mayor desafío del Instituto es su propio éxito en la afiliación. Los datos son inapelables y deben ser la referencia para cualquier formulador de política:
- Entre 2018 y 2024, la población afiliada al IMSS creció 12 puntos porcentuales, más del doble del crecimiento de la población nacional (5 puntos porcentuales) en el mismo periodo.
Este crecimiento explosivo no es un problema demográfico, sino un desajuste estructural entre la demanda creciente y una capacidad instalada rezagada por décadas de subinversión. La consecuencia directa es la crisis de oportunidad que todos padecemos: tiempos de espera de 126 días para una cirugía electiva y un déficit histórico de camas que, en 2024, se ubicaba en 0.69 camas por cada 1,000 derechohabientes, lejos de la meta institucional de 1.0.
El PIIMSS, bajo su marco estratégico “UN IMSS CON ‘A'”, responde a este déficit con el principio de Ampliación. La meta es una estrategia de productividad 2-30-100 (2 millones de cirugías, 30 millones de consultas de especialidad y 100 millones de consultas de medicina familiar anualmente) respaldada por una expansión de infraestructura que contempla 33 nuevas unidades hospitalarias y 4,880 nuevas camas. Esto representa casi el triple de la capacidad agregada en el sexenio anterior. Esta cifra no es un simple número, es la etiqueta presupuestal de la esperanza para millones de mexicanos.
El segundo punto crucial del plan es la autocrítica radical sobre la calidad del servicio. Es raro ver a una institución pública admitir con tal claridad que su principal causa de queja no es el desabasto o el tiempo de espera, sino el “mal trato”, que históricamente representa el 30.4% de todas las quejas presentadas entre 2009 y 2024, cifra que se disparó en 2024.
Este diagnóstico es un mandato de transformación cultural. El problema no se resuelve con más dinero, sino con rectoría en el factor humano. El plan ataca este déficit de calidad mediante el Objetivo 5 (Mejorar la Calidad y Eficiencia), institucionalizando una cultura de “buen trato” a través de capacitación y rendición de cuentas, buscando llevar la satisfacción general del usuario del 83.7% actual al 95.2% para 2030. Esta es la parte más difícil de la estrategia, pues implica desmantelar la inercia burocrática en las trincheras operativas. Sí bien esto es parte de la visión que el Subsecretario López Elizalde ha presentado desde su concepción del Servicio Nacional de Salud, es muy positivo verlo expresado en el PIIMSS.
Donde el PIIMSS demuestra una verdadera visión de la coyuntura es en su comprensión de la nueva dinámica laboral. El principio de Apertura no solo busca incluir a los trabajadores domésticos e independientes, sino que se enfoca directamente en la economía de plataformas digitales (Gig Economy), un segmento creciente que ha operado en la sombra de la seguridad social.
Este movimiento no es solo un acto de inclusión; es una estrategia de sostenibilidad económica. Al formalizar a estos millones de trabajadores (la meta es casi duplicar la cobertura para este sector al 4.0% para 2030), el IMSS no solo fortalece su base de cotizantes, sino que proporciona una red de seguridad que estabiliza el consumo y la productividad de esta fuerza laboral moderna.
Quizás la iniciativa más sofisticada y con mayor impacto económico indirecto es la de posicionar el cuidado infantil como una infraestructura crítica para el desarrollo nacional. El PIIMSS señala que el déficit en la provisión de guarderías es uno de los principales obstáculos para la participación laboral femenina, evidenciando el franco error de la administración anterior de desaparecerlas.
El plan propone implementar 1,000 nuevos Centros de Educación y Cuidado Infantil (CECI) para 2030. Esta es una jugada muy relevante, pues al reducir la carga de cuidados, el IMSS libera una vasta reserva de talento femenino para el mercado laboral formal. Es una inversión que rinde dividendos no solo en salud social, sino directamente en el Producto Interno Bruto (PIB). El IMSS, al hacer esto, trasciende su mandato tradicional y se convierte en un motor de equidad de género y crecimiento económico.
La magnitud de los retos estructurales exige que el éxito del PIIMSS no dependa solo del cemento (las 33 nuevas unidades), sino del software. La Actualización tecnológica, que incluye la implementación total del Expediente Médico Electrónico y la modernización digital, es la única forma de que un sistema de esta escala sea eficiente y transparente. La meta de alcanzar el 90% de progreso en la transformación digital para 2030 es el indicador que realmente medirá la capacidad del IMSS de dejar atrás el papel y la fragmentación de datos, con una visión realista fundamentada en la implementación progresiva.
El PIIMSS es una hoja de ruta autoconsciente. Ha puesto el dedo en la llaga: la saturación, la falta de inversión, el mal trato y la exclusión. El plan es la demostración de que la solución a los problemas de México no es inventar nuevos modelos cada sexenio, sino ejecutar con disciplina y visión de largo plazo las transformaciones que la institución exige.
El IMSS tiene un plan. La prueba real no está en el papel, sino en la voluntad política para asegurar los recursos financieros, la disciplina regulatoria para sostener la calidad y la rectoría operativa para que el “buen trato” y las camas necesarias lleguen a los millones de mexicanos que lo requieren.
El IMSS tiene la ruta trazada para 2030. Ahora solo resta la única divisa que realmente importa en la administración pública: la ejecución con disciplina.
Hoy cierro con una reflexión personal usando como referencia la frase: “Describir el problema es la mitad de la solución”, es decir que comprender a fondo y definir claramente un problema es un paso fundamental para encontrar una solución efectiva.
*El autor cuenta con 25 años de experiencia en el sector de la salud en México y Latinoamérica, es socio fundador de una consultoría enfocada en el análisis de las políticas públicas en salud, salud digital y sostenibilidad.