Una ley de calidad, un reglamento en el limbo
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¿Recuerdas esa promesa de un país más competitivo, con productos de mejor calidad y estándares de nivel de los grandes mercados? La Ley de Infraestructura de la Calidad de 2020 (LIC) fue esa promesa. Nació con la ambición de modernizar procesos clave: desde cómo se fabrican los electrodomésticos hasta la seguridad de los medicamentos que consumimos. En esencia, buscaba un sistema normativo robusto que diera certeza a las empresas y al mismo tiempo impulsara el desarrollo económico, mediante la modernización de procesos de normalización, acreditación y evaluación de la conformidad.
Los pendientes que deja el vacío regulatorio Un anteproyecto en espera
La realidad es que, cuatro años después de su entrada en vigor, esa ley sigue incompleta. El reglamento que debía ponerla a funcionar, que debía ser su motor, no se ha publicado. Y sin él, la LIC se ha convertido en un marco con mucho potencial, pero con efectos limitados, generando incertidumbre para empresas, autoridades y consumidores. – Estándares desactualizados. Muchas Normas Mexicanas (NMX), llamadas ahora estándares, permanecen desactualizadas. A pesar de ser esenciales para sectores industriales y de consumo, en los últimos dos años no se han considerado en el Programa Nacional de Infraestructura de la Calidad (PNIC), documento que de manera anual contempla las normas a desarrollarse o modificarse. Esto, debido a que faltan reglas claras para la redacción y estructura de dichas normas. – NOMs bajo reglas caducas. Las Normas Oficiales Mexicanas (NOMs) incluidas en el PNIC, siguen operando bajo el Reglamento de la abrogada Ley Federal de Metrología y Normalización, lo que genera inconsistencias y rezagos en su emisión. – Institucionalidad en pausa. La definición del funcionamiento de la Comisión Nacional de Infraestructura de la Calidad y de los Comités Consultivos Nacionales de Normalización continúa pendiente, buscando se integren de manera ordenada a todos los sectores. En agosto de 2024, la Secretaría de Economía envió a la entonces Comisión Nacional de Mejora Regulatoria (CONAMER) un anteproyecto de reglamento. Este documento planteaba algunos avances relevantes, como la digitalización de trámites mediante la PLATICA (Plataforma Integral de Infraestructura de la Calidad), una herramienta tecnológica para administrar datos, procesos, servicios y actividades de normalización, estandarización, evaluación de la conformidad y metrología. No obstante, también generó debate, porque ponía en la autoridad la toma de decisiones de manera concentrada, dejando fuera la voz de los sectores que el sistema busca integrar y debilitando la esencia del Sistema de la Infraestructura de la Calidad. Algunos artículos de dicho anteproyecto parecían exceder lo dispuesto en la ley. Tal es el caso del artículo 18, que señalaba que en la armonización de las NOM no solo debían considerarse normas internacionales, sino también directivas y disposiciones técnicas de otros países e incluso normas voluntarias. Esto va más allá de lo previsto en el artículo 12 de la LIC, que establece como referencia principal las normas internacionales, salvo que no sean adecuadas para los objetivos del Estado mexicano. El cambio de administración en 2024 detuvo su publicación y el documento quedó en pausa. Pero lo que fue un freno hoy puede convertirse en una oportunidad para revisar y construir un marco más sólido y funcional, colocando al Estado como facilitador y a la industria, la academia y la sociedad, como aliados en la construcción de un sistema más sólido.
Una oportunidad para no fallar
La actual Secretaría de Economía ha mostrado un perfil más activo en la defensa de la competitividad, con ejemplos como la estrategia para frenar aranceles a México, la preparación de la próxima revisión del T-MEC y el relanzamiento del sello “Hecho en México”. El reto ahora es traducir ese dinamismo en la emisión de un reglamento moderno, transparente y estratégico para la LIC. El reglamento no debe verse como un trámite administrativo más, sino como la llave para pasar del papel a la acción. Emitirlo con visión de futuro permitiría consolidar un sistema regulatorio transparente, digital y capaz de responder a los desafíos de las empresas en un mercado cada vez más competitivo. La ausencia del reglamento, en realidad, es también una gran oportunidad: la de hacer las cosas bien y dotar al país de un marco que no prometa resolverlo todo, pero sí ofrecer un terreno más firme para que las empresas continúen creciendo con calidad y confianza. _____ Nota del editor: Isaías López es abogado, maestro en Políticas Públicas y Country Manager en México de la consultoría Speyside Group. Adriana López es abogada, maestra en Administración Pública, experta en mejora regulatoria y Coordinadora de asuntos regulatorios y legales en ConMéxico. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a los autores. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión
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