La importancia de entender el rendimiento esperado y el riesgo de una inversión (Parte 2 de 2)
En la primera parte te di un ejemplo muy sencillo que ilustra, de manera muy intuitiva, tres conceptos importantes de las inversiones: horizonte de inversión, rendimiento esperado y riesgo.
Ahora bien, ¿cómo calculo eso en la vida real, por ejemplo, si invierto en los mercados financieros? Por ejemplo: ¿cuál es el rendimiento esperado de comprar hoy acciones de Tesla y mantenerlas (olvidarme de ellas) durante 30 años? ¿Cuál es el riesgo asociado con eso?
Claramente, la incertidumbre es enorme. Nadie sabe qué va a pasar en tanto tiempo. A lo mejor Tesla sigue innovando, se afianza como líder absoluto en el sector y sigue creciendo de manera rápida. De ser el caso, mi inversión podría convertirse en una pequeña fortuna en 30 años.
Pero también puede suceder que entre un nuevo competidor, con tecnología revolucionaria, mucho más barata y eficiente, que haga de Tesla una empresa mucho menos relevante (como sucedió con Kodak). En ese caso, sería una muy mala inversión.
Todo eso podría pasar con cualquier empresa. Es imposible conocer el rendimiento esperado. Es más fácil entender los riesgos y los distintos escenarios que cualquier empresa, aunque hoy sea líder y pionera, podría enfrentar en un entorno diferente.
Por eso, cuando se compran acciones de empresas, uno debe hacerlo con visión y mentalidad de empresario. Eso significa saber lo que uno está comprando y cuánto vale realmente ese negocio, independientemente de su precio en el mercado.
Hay decenas de miles de empresas en las cuales uno puede invertir, pero pocas son las que tienen el poder de imponer reglas (ser líderes en sus sectores) o de romper reglas (ser disruptivos y convertirse en los futuros líderes). Además, muchas cotizan por encima de su verdadero valor. Encontrar las empresas correctas, tener la capacidad de saber si están sobrevaloradas o sub-valuadas, es un talento que pocos tienen. Por eso no hay muchos inversionistas legendarios como Warren Buffett.
Es aún más raro la gente que tiene la capacidad de saber cuándo es momento de venderlas, porque ya dieron todo lo que tenían que dar, ignorando los ruidos del mercado. Porque cuando uno compra empresas para su portafolio de largo plazo (por ejemplo 30 años) este sólo es un horizonte de inversión, no una obligación de mantener esa inversión durante todo ese tiempo.
Desde hace mucho tiempo me di cuenta que por más libros que he leído, yo no tengo ese talento, ni me quiero dedicar de tiempo completo a estudiar empresas. Peor aún: el 90% de los gestores profesionales de fondos tampoco lo tienen, porque no logran ganarle de manera consistente al mercado.
Por eso mismo, no invierto en acciones de manera directa. Prefiero “comprar” el mercado. No me limito como mucha gente a Estados Unidos: eso me parece miope y en mi opinión eleva el riesgo a largo plazo. Prefiero una exposición global. Así, la parte central de mi portafolio de inversión está compuesta de un ETF global, diversificado, eficiente y de muy bajo costo.
Pero además, esto me permite calcular de manera mucho más sencilla cuál es mi rendimiento esperado en mi horizonte de inversion y cuál es el riesgo esperado. Esto es porque no estamos hablando de una empresa, sino de un gran universo de compañías que son responsables del desarrollo económico mundial. El desempeño de los mercados financieros globales se ha medido desde hace muchas décadas a través de índices, al igual que su riesgo.
Eso significa que hay datos estadísticos significativos que me permiten conocer el rendimiento esperado (en mi caso, de 4 a 6 puntos porcentuales arriba de la inflación, en dólares) y también qué tanta es la volatilidad a la que me voy a enfrentar. Puedo visualizar, históricamente, que hay momentos de alzas muy pronunciadas y también otros de caídas muy fuertes, que coinciden con momentos de crisis o de recesión. Conozco mis escenarios y estoy dispuesto a asumirlos.
También se debe tener muy claro que el pasado no garantiza nada: el futuro puede ser completamente distinto. Sin embargo, las estadísticas si me permiten tener una idea, al menos, de qué podemos esperar. Uno no va completamente a ciegas, con la esperanza de haberle “atinado” a la inversión correcta.
De esta forma, uno simplemente invierte una cantidad fija cada mes, independientemente del precio, de manera constante y consistente, durante muchos años (idealmente 30-40 años, hasta la edad de retiro). Sin andar adivinando. Sin el riesgo de “no atinarle”. Esa es la clave para construir patrimonio con el tiempo.
Como mencioné, esta es la parte central de mi portafolio, de la que depende mi futuro. Pero no es la totalidad. También hago otro tipo de inversiones, con dinero adicional, si lo tengo. He probado muchas otras cosas: en algunas me ha ido bien, en otras mal. Pero siempre entendiendo qué estoy haciendo y qué riesgos estoy corriendo.