Regulación financiera necesita reforzar los cimientos y no solo pintar paredes

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La regulación financiera en México enfrenta un dilema estructural: por fuera parece sólida, pero en el fondo carece de cimientos firmes. La reciente transición en la CNBV y la necesidad urgente de una Ley Fintech 2.0 muestran que no basta con ajustes superficiales; el marco regulatorio sigue rezagado y esto frena tanto la innovación como la competencia.

El reto de una regulación que llega tarde

El ecosistema financiero es diverso: bancos, fintechs, Sofipos, transmisores de dinero, Sofomes y agregadores conviven en el mismo mercado, pero no bajo reglas equitativas. Mientras algunos cuentan con los recursos para ampliar su oferta, otros apenas logran sostener operaciones básicas, lo que genera desigualdad en la calidad y seguridad de los servicios ofrecidos. Esa asimetría tiene consecuencias directas en los usuarios, quienes enfrentan servicios más costosos, poco competitivos y, en ocasiones, inseguros. Los casos recientes muestran la fragilidad del sistema regulatorio. El episodio de la Sofipo CAME, con más de 1.3 millones de clientes y supuestos activos por 5,380 millones, cifra que después fue corregida por la misma institución a 3,159 millones de pesos, es un ejemplo de cómo la CNBV primero validó cifras maquilladas y después corrigió, dejando a miles de ahorradores en la incertidumbre. Frente a esta disparidad, la regulación mexicana tiene la oportunidad de dar un paso adelante. En un entorno donde la innovación avanza a toda velocidad, anticiparse ya no es opcional, es estratégico. Si hoy armáramos un checklist, encontraríamos al menos cinco pilares que pueden marcar la diferencia para construir un sector financiero más sólido y confiable. 1. Prevención de lavado de dinero. Se requieren reglas mucho más claras que incluyan no solo a bancos y a fintech, sino también a entidades supervisadas que hoy no cuentan con una regulación sólida. Mientras estas sigan operando como vehículos poco controlados, la identificación y prevención de operaciones inusuales seguirá siendo limitada. El propio Departamento del Tesoro de Estados Unidos señaló en 2025 debilidades antilavado en bancos mexicanos, un recordatorio de que el problema no es menor y que la omisión regulatoria tiene alcance internacional. 2. Tecnología y resiliencia operativa. La incorporación de nuevas tecnologías debe ir de la mano con planes sólidos de continuidad de negocio, esquemas de recuperación ante desastres y análisis de impacto. No basta con cumplir en papel, se trata de garantizar eficiencia en la operación y una comunicación transparente con los usuarios de servicios financieros digitales. El deterioro del SITI (Sistema de Transferencia Interinstitucional) lo confirma: entre 2018 y julio de 2025 acumuló 56 fallas, con un pico histórico de 27 intermitencias en 2024, lo que afectó la entrega de información contable y antilavado de miles de entidades. 3. Interoperabilidad de datos. La competencia depende de reglas claras sobre cómo se comparten los datos, qué información, bajo qué criterios y en qué formato. Establecer estándares comunes, siguiendo referentes internacionales como el ISO 20022, es clave para garantizar un intercambio seguro y eficiente entre entidades reguladas y supervisadas. 4. Competencia equilibrada. Construir un verdadero piso parejo implica reglas proporcionales al modelo de negocio de cada entidad. No se le puede exigir a una institución financiera con una limitación de actividades y productos lo mismo que a un banco, ni a un neobanco los mismos estándares que a una institución tradicional. La competencia sana requiere obligaciones claras, pero también considerar la escala, los productos y la capacidad de cada jugador. 5. Normativa proactiva y no post-mortem. Es momento de revisar si el marco regulatorio realmente responde a las tendencias de los servicios financieros digitales o si sigue enfocado en segmentos que ya no reflejan al usuario actual. Hay figuras que llevan más de una década sin actualizarse y suelen modificarse solo después de un fraude o un daño sistemático.

Confianza como activo principal

El reto no es cambiar las reglas en papel, sino reconstruir la confianza. Confianza en que instituciones financieras competirán en condiciones justas; en que el regulador actuará antes de la crisis y no después; y en que la innovación dejará de verse como un riesgo para asumirse como una oportunidad. El relevo en la CNBV eleva la presión: el nuevo presidente debe recuperar credibilidad y, al mismo tiempo, acelerar la modernización del sector con una Ley Fintech 2.0 orientada al futuro. México no parte de cero, pues tiene la oportunidad de aprender de países como Brasil, Chile o Reino Unido, que con marcos regulatorios flexibles lograron atraer inversión y confianza. El reto central es doble: proteger al usuario y fomentar inclusión financiera, entendida no solo en abrir más cuentas, sino cómo lograr que la gente use y confíe en los servicios financieros de manera cotidiana. ____ Nota del editor: Samantha Beltrán es consultora especializada en innovación, cumplimiento normativo y regulación en el sector financiero. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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